Nuevo empuje de los
pro vida en Europa
Juan Domínguez
 


Para su sorpresa

        Los movimientos pro vida suelen ser invisibles para buena parte de la prensa europea. Por eso resulta significativo que el "International Herald Tribune" del 27 de julio abra su primera página con este titular a cinco columnas: "En Europa, los adversarios del aborto ganan apoyo y financiación". El tono del reportaje destila una señal de alarma ante el nuevo empuje de los adversarios del aborto (nunca llamados pro vida), que ponen en discusión lo que parecía un derecho adquirido.

         El reportaje de Elisabeth Rosenthal, desde Varsovia, viene ilustrado con una fotografía de viandantes de Lublin que miran las vallas publicitarias financiadas por un grupo pro vida. Para la periodista, esta publicidad "personifica un creciente movimiento conservador con empuje y bien financiado que se extiende por Europa" contra el aborto. El movimiento es fuerte en Polonia, pero no solo allí. En el reportaje se menciona su acción en Italia, Eslovaquia, Lituania, Croacia, países con mayor influencia católica.

         En Europa, solo Polonia, Irlanda, Malta y Portugal tienen estrictos límites al aborto a petición. El riesgo que ve la autora del reportaje es que la elección de gobiernos conservadores en nuevos países lleve a poner en discusión el derecho al aborto. Pero, si la democracia significa algo, el triunfo electoral de partidos que apadrinen este cambio indicaría que los votantes no están a favor del aborto a petición (también cabría plantearse quiénes son los "conservadores" en este caso, habida cuenta de que son los pro vida quienes propugnan el cambio, mientras los pro aborto siguen cómodamente instalados en el "todo vale" actual).

Un cambio que se nota

        ¿A qué se debe este cambio? Los testimonios recogidos en el reportaje apuntan a distintos factores. El que más se subraya es la influencia del catolicismo, algo bastante obvio ya que se está hablando en su mayor parte de países de mayoría católica. Por otra parte, muchos grupos pro vida se han constituido en los últimos diez años y son obra de jóvenes. Es el "efecto Juan Pablo II", piensa Joseph Meaney, director de Human Life International, organización pro vida con sede en Virginia. Un efecto que demuestra la equivocación de quienes, ante la popularidad de Juan Pablo II entre los jóvenes, decían que "gusta el cantante, no la canción".

         Si se pregunta a organizaciones de signo contrario, lo achacan también al efecto en Europa de los cambios en EE.UU. La oposición de Bush a financiar las organizaciones que promueven el aborto y su apoyo a programas de educación sexual que incluyen la abstinencia, habría supuesto un cambio de clima también en Europa. Para que luego digan que en Europa no tragamos a Bush. De todos modos, no parece muy verosímil asegurar, como hace Esmeralda Kuliesyte, de Lituania, que los pro vida "son fuertes gracias a las políticas de Bush. Se han hecho ricos. Tienen revistas y páginas web. Es muy difícil contraatacar". Cualquiera diría que las embajadas americanas reparten dinero a los pro vida europeos. Si alguien ha sido experto en utilizar abundante dinero público para sus propios fines propagandísticos han sido las organizaciones pro abortistas, que hasta han conseguido en muchos países financiar el aborto a costa de todos los contribuyentes.

Están preocupados

        El reportaje achaca también el renacimiento de los grupos pro vida europeos al apoyo de sus correligionarios americanos, tradicionalmente más fuertes y activos. En concreto, destaca el papel de Human Life International, que, dice, ha proporcionado financiación y cursos para promover las tesis pro vida en Europa. La periodista presenta este apoyo como si fuera una injerencia americana en tierra ajena, lo que recuerda a las quejas de las autoridades chinas sobre el activismo de ONG extranjeras a favor de los derechos humanos en China.

         Quizá la periodista tiende a exagerar el vigor de estos grupos, igual que en otros momentos se ha intentado presentarlos como una minoría sin apoyo. Pero es significativo que el IHT haya creído necesario tratar el tema, aunque sea con ánimo de abortarlo a tiempo.