Hijos por catálogo
Martha C. Nussbaum, una de las voces filosóficas más innovadoras e influyentes de nuestro tiempo, profesora en la Universidad de Chicago, narra, en primera persona, la experiencia de ser madre de una hija con un defecto perceptivo-motor.
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Una lástima en nuestro mundo

        Martha C. Nussbaum, una de las voces filosóficas más innovadoras e influyentes de nuestro tiempo, profesora en la Universidad de Chicago, narra, en primera persona, la experiencia de ser madre de una hija con un defecto perceptivo-motor.

        "Mi hija –dice– nació con un defecto perceptivo-motor… Se trata de un defecto lo suficientemente severo como para que cualquier madre decente hubiera optado, ex ante, por un ‘arreglo’ genético. (Aprendió a leer con dos años y a atarse los cordones con ocho). Ha tenido que lidiar toda su vida con insultos y burlas. Su personalidad idiosincrásica, dinámica, divertida y totalmente independiente es inseparable de estas luchas. No sólo no me gustaría, ex post, haber tenido otra hija diferente, sino que ni siquiera me gustaría que ella misma hubiera sido ‘arreglada’. Dejando a un lado el amor materno (si es que se puede), sencillamente me gusta este tipo de persona, inusual y contracorriente, mucho más de lo que me hubiera gustado (o al menos así lo creo) la cabecilla de las animadoras que hubiera podido tener. Y con toda seguridad no deseo un mundo donde todos los padres ‘arreglen’ a sus hijos de manera que nadie sea un raro, y eso aunque todos sabemos que la vida de los raros no es fácil".

        La reconocida filósofa se lamenta de los prejuicios que existen en nuestra sociedad en relación a las personas con algún tipo de discapacidad y de la obsesión por lo “normal” que todavía es preeminente en nuestra cultura. Igualmente, se opone a la posibilidad de que los padres puedan “arreglar” a sus hijos antes de nacer e, indirectamente, también se opone a la posibilidad de interrumpir el proceso de gestación para evitar el nacimiento de personas con unos rasgos explícitamente diferentes del resto de los seres mortales. En este sentido, se opone claramente a la eugenesia liberal y también a la reforma genética del nasciturus en función de los deseos de los progenitores.

No es la corriente dominante

        No cabe duda de que su posición al respeto es polémica o, cuanto menos, no puede calificarse de común. De hecho, existen voces muy autorizadas que se pronuncian en una perspectiva completamente distinta y que apuntan hacia la posibilidad de abrazar, en el futuro, una sociedad sin discapacitados psíquicos o físicos.

        Deberíamos tener presente que probablemente los padres son jueces inadecuados para decidir qué entra en ese conjunto básico de lo humanamente normal; y también que podrían ser excesivamente celosos de la normalidad a expensas de muchas cosas buenas de la vida humana.

        La obsesión por la normalidad y el temor a la marginación del hijo es lo que puede mover a los padres a introducir enmiendas en el cuerpo genético del nasciturus, si el marco legal lo permite y si, además de ello, se dispone de recursos económicos para poder financiar dichas intervenciones.

Una utopía pendiente

        Indirectamente, Nussbaum está colocando en el primer plano del debate el sentido y la responsabilidad en el ejercicio de la paternidad y de la maternidad, la delicada cuestión de los derechos procreativos y de los derechos del hijo no nacido. Temas, éstos, de naturaleza eminentemente bioética que no pueden dejar indiferente a ningún especialista en la materia, pero tampoco a ninguna persona que pretenda ejercer, responsablemente, el oficio, si puede llamarse así, de la paternidad o maternidad

        Deseamos una utopía social donde cualquier ser humano, independientemente de sus características genotípicas o fenotípicas, sea aceptado y acogido en su particular singularidad, donde haya un lugar para todos y donde uno no sufra procesos de marginación por el hecho de ser distinto del resto de los mortales. La utopía de una sociedad sin discapacitados es una utopía excluyente y, por ello mismo, no es, según nuestro punto de vista, propiamente una utopía, sino una contrautopía.