Siempre la mentira

Ramón Pi EPOCA 13 A 20 de noviembre 2003

Un lamentable olvido         El Congreso Internacional Provida, celebrado en Madrid la semana pasada, ha reunido a varios centenares de personas relevantes, venidas de muchos lugares del mundo, que han estudiado el modo de devolver al mundo la conciencia de la dignidad humana. Una conciencia que creíamos haber alcanzado de forma irreversible al menos en las sociedades occidentales de cuño religioso y cultural cristiano, pero que en los últimos decenios se ha degradado hasta llegar a una situación escalofriante, fruto de una cultura que ha olvidado algo tan básico como es la búsqueda de la verdad.
Engaños clamorosos de hoy

        El congresista peruano Héctor Chávez, que presidió una subcomisión investigadora en su país sobre los atropellos a la dignidad humana perpetrados por Alberto Fujimori en su etapa presidencial, denunció los varios cientos de miles de esterilizaciones forzosas obtenidas mediante engaño sobre mujeres (y también varones, aunque en menor proporción) de los pueblos más pobres del país; una operación de “ingeniería social” que piensa Chávez que bien merece la calificación de auténtico genocidio. Esta denuncia me ha hecho pensar en una constante de todos los avances de la llamada cultura de la muerte: este elemento que se repite siempre es la mentira.

Así empezó         La célebre sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos en el caso Roe vs. Wade, que legalizó el aborto en todo el país, se dictó gracias a una mentira: Mary Roe, nombre supuesto que ocultaba la identidad de Norma McCorvey, no había sido violada, como se dijo. Tampoco abortó, sino que tuvo a la criatura, que fue dada en adopción. Todo eso se supo cuando McCorvey se convirtió al cristianismo y contó la verdad.
Así prosiguió y siempre sucederá igual

        La sentencia Doe vs. Bolton, que abrió paso franco al aborto a petición en cualquier momento del embarazo, se fundamentó también en otra mentira: Sandra Cano (verdadero nombre de Mary Doe) quería recuperar a sus tres hijos, que los servicios sociales de Estados Unidos le habían arrebatado por considerarla inhábil para educarlos, ya que estaba embarazada y en trámite de divorcio con su marido encarcelado. En lugar de ayudarla, sus abogados, de la organización abortista NOW, la engañaron y montaron su caso para pedir su derecho a abortar. Cano tampoco abortó. Pero de esas dos sentencias se han derivado 35 millones de víctimas por aborto en el país desde 1973. El doctor Bernard Nathanson, cofundador de Naral, organización proabortista, ha reconocido públicamente, tras su conversión al catolicismo, que se inventó estadísticas, datos falsos y casos límite imaginarios para sus fines.

        Es la mentira lo que encontramos siempre, siempre, detrás de la cultura de la muerte, incompatible con el menor asomo de honradez.