Rocco Buttiglione, un comisario para Europa
El político italiano se enfrenta a los prejuicios políticamente correctos de la izquierda. En él no se admite la libertad de conciencia y se critica la sinceridad.
Un señor que sabe lo que quiere

        En la vida hay hombres que deciden ser ellos mismos y otros que, en cambio, prefieren acomodarse a las modas de los demás. Los primeros defienden sus convicciones y los segundos sus intereses. Los primeros no están de moda en 2004 y los segundos abundan cada vez más. Sin embargo, Rocco Buttiglione, propuesto por Italia como Comisario de Interior y Justicia en la Comisión Europea de Durao Barroso, es un hombre del primer tipo.

        Han sorprendido a muchos sus recientes declaraciones en las que, como católico, afirmaba su respeto por los homosexuales pero negaba que las uniones de éstos pudiesen equipararse totalmente a las familias, al tiempo que explicaba a los eurodiputados el sentido histórico y etimológico de la palabra "matrimonio". No se trata precisamente de un analfabeto, y su explicación tuvo una brillantez negada por pocos. Además, tuvo buen cuidado de afirmar que sus convicciones personales no obstaculizarían, en su campo de acción, el exacto cumplimiento de la Ley.

¡Contra los católicos!

        Todas sus cautelas se han mostrado insuficientes. El linchamiento mediático de ciertos medios "políticamente correctos" prosigue implacable, al tiempo que desde la izquierda se trata de poner en cuestión, a un tiempo, la evidente victoria europea del centro derecha de raíz democristiana en las elecciones de junio, y la posición de Italia en la Unión.

        Pero Buttiglione se enfrenta con prejuicios, sólo con prejuicios, no con hechos ni con datos. Como ha explicado el senador Riccardo Pedrizzi, cada vez más parece que en la Europa oficial los marginados y los discriminados son los cristianos. El fundamentalismo radical progresista se enfrenta a la identidad de la Unión, y a la historia misma de los pueblos que la forman. Es un enfrentamiento ideológico que toma como excusa la excesiva confianza del ministro Buttiglione en sus razones.

La secreta explicación

        Y sin embargo, las contradicciones son infinitas. Es precisamente esa denostada derecha italiana la que está debatiendo cómo favorecer la incorporación de las mujeres a las listas electorales –algo que la izquierda no se plantea, pero que el presidente del Lacio, Francesco Storace, sí–. Es esa derecha la que acaba de aprobar una norma que limita la introducción de modificaciones genéticas en agricultura –algo que los verdes y socialistas no quieren o no pueden hacer, pero que el ministro Gianni Alemanno sí hace–.

        El caso de Buttiglione explica por qué ha sido tan difícil negociar la introducción de la identidad cristiana en la Constitución europea: porque hay unos prejuicios ideológicos, muy minoritarios en la sociedad pero mayoritarios en poderosos medios de comunicación, que tienen otra alternativa moral.