El reino y Buttiglione
José Pérez Adán
Profesor titular de sociología
Universidad de Valencia
(ZENIT.org-VERITAS)
El concepto "católico"

        Una de las referencias clave en el estudio del cambio cultural en la historia humana es el versículo 20 del capítulo 13 del evangelio de San Lucas que dice: "¿A qué compararé el Reino de Dios? Es como la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa". Quizá en toda la memoria colectiva de la civilización ninguna otra sentencia haya tenido más repercusión que ésta en la que Jesucristo desvela un aspecto esencial del anuncio de su reino; esto es: la aspiración católica.

        La diferencia clave para la interpretación de la cultura cristiana, que es al mismo tiempo lo que la distingue de la cultura judía, está en la misión universalista. El judaísmo pivotaba sobre el fundamento de la exclusión, por eso la cultura judía era una cultura sectaria. La ley judía era una ley para los judíos y el judío aspiraba y deseaba poder regirse por su ley en el seno de otra cultura con excepcionalidad reconocida. Aún en nuestros días la cultura judía tiene trazos de cultura de gueto, de separación, de mundo aparte. El cristianismo, se aleja de esta tradición y edifica otra que tiene como seña de identidad precisamente lo contrario: la aspiración de regalar la identidad cristiana a toda la humanidad. Esto es lo que significa el vocablo católico.

Lo entienden mal

        La misión del católico como tal es fermentar el mundo. Para eso está la Iglesia. Su razón de ser no es cubrir las demandas de confort espiritual que puedan presentarse entre sus fieles, lo que la convertiría a la postre en una peculiar empresa de servicios en el marco de una cultura consumista. No, la misión de la Iglesia es de índole civilizadora y cultural: transformar el mundo predicando el evangelio.

        No deja por esto de llamar la atención que hoy en día haya algunos católicos que deseen o implícitamente trabajen para la edificación de un gueto cristiano en el seno de una sociedad de cultura (neo)pagana. Son cristianos que quieren para sus hijos la seguridad de la fe verdadera y la procuran en colegios separados o que aspiran a que las leyes reconozcan su excepcionalidad en lo que se refiere al matrimonio y la familia, y que al mismo tiempo, y quizá por ello, han perdido la esperanza de hacer del conjunto una masa fermentada por la fe en Cristo.

Y lo genuino extraña

        A estos católicos con problemas de identidad no pertenece Buttiglione. Quizá por eso el parlamento europeo le ha rechazado. Efectivamente aquí hay algo más que política: se trata de un posicionamiento cultural explicito que pretende reducir el cristianismo a la marginalidad. Pero esto es una cosa y otra muy distinta el reino de Cristo. Juan Pablo II hace ahora casi exactamente una año propuso a los cristianos los cinco misterios de luz y entre ellos el tercero: "el anuncio del Reino". El anuncio del reino es la afirmación de la aspiración del universalismo católico y es un mandato evangélico.

        Habrá algunos católicos que vean en el caso Buttiglione un banderín de enganche para la política católica. Un servidor lo ve precisamente para lo contrario: hora es de que quitemos a los políticos tanto poder y en concreto su capacidad de mangonear la cultura. Por esta razón, entre otras muchas entre las cuales está la de saber que la cultura cristiana es lo mejor también para los no cristianos, votaré que no a la constitución europea en el anunciado referendum.