Entrevista
a José Ramón Ayllón, autor de
"Dios y los náufragos
"
, finalista en el premio Anagrama.


editorial Belacqua, Barcelona, 2002, 205 págs. www.jrayllon.com

 

P. ¿Por qué ese título?
Porque el ser humano se ve a sí mismo como un náufrago cuando es acosado por el sufrimiento y por la pregunta sobre el sentido de la vida. En medio de esa inseguridad, la referencia a Dios es inevitable, tanto si se afirma su existencia como si se niega.

P. ¿Habla usted de "náufragos" concretos?
— Sí. He seleccionado a casi una treintena de famosos, en su mayoría novelistas, poetas, filósofos y periodistas del siglo XX. Y los he dividido en dos grupos: ateos y agnósticos por una parte, creyentes por otra. En el primer grupo hay autores como Borges, Camus o Nietzsche. En el segundo, donde casi todos son conversos, podemos encontrar a Pascal, Chesterton, Dostoievski o Ana Frank.

P. ¿Se puede pensar que Dios es un Padre bueno, a la vista del holocausto, las dos guerras mundiales o el atentado contra las torres gemelas o el conflicto entre judíos y palestinos?
— El escándalo del mal, en concreto el sufrimiento de los inocentes, parece el argumento más fuerte contra Dios, pero también es uno de los más importantes a su favor: si Dios no explica ese misterio —se ha dicho— no lo explicará nadie. Añado que estamos ante el punto común a todos los autores analizados en Dios y los náufragos, aunque tiene especial relevancia en Camus, Sábato, Steiner, Wiesel, Ana Frank, Dostoiewski, C. S. Lewis y Messori.

P. ¿Qué queda de la muerte de Dios, profetizada por Nietzsche?
— Queda el hecho indudable de la muerte de Nietzsche, pero también queda su negación de Dios y su apología del hedonismo, que han calado a fondo en importantes ámbitos de Occidente.

P. ¿Se puede ser inteligente y creer en Dios?
— Depende de lo que entendamos por inteligencia. Pitágoras, Newton, Einstein o Galileo se hubieran quedado estupefactos ante semejante pregunta, pues Dios casi les parecía evidente. Pascal hubiera respondido que sólo concibe dos tipos de personas inteligentes: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen.

P. Sin embargo, hay científicos famosos que son ateos...
— Conocemos científicos que han negado la existencia de Dios desde los primeros balbuceos de la ciencia, en tiempos de Pericles. Sin embargo, son mayoría los que vislumbran a Dios a traves de la grandiosidad del universo en su conjunto y de la complejidad de una célula viva o un átomo. Así lo constata, por ejemplo, Fernández-Rañada en su libro Los científicos y Dios.

P. Creo que alguno de los investigadores de Atapuerca concluye, desde un materialismo estricto, que el origen de la vida y del hombre es fruto del azar.
— A ese planteamiento, que fue también el de los griegos Leucipo y Demócrito, hace más de dos mil años, responde C. S. Lewis, uno de los escritores de Dios y los náufragos. Lewis, ateo y materialista hasta los treinta años, advertirá que, si la vida y el hombre son frutos del azar, los pensamientos humanos serán subproductos accidentales, también los pensamientos de los científicos materialistas. De ser así, ¿por qué habríamos de creer que son verdaderos?

P. ¿Es Dios, como pensaba Dostoievski, el gran problema del hombre?
— Pienso que es, a la vez, el gran problema y la gran solución. De todas formas, cuando hablamos de Dios no nos referimos exactamente a un tema o a un problema, sino a una Persona: al Ser que ha causado y sostiene la existencia y la vida de todo lo que existe.

P. ¿A quién se dirige este libro?
— El tema es propio de asignaturas como Ética y Filosofía, materias que imparto desde hace muchos años, pero la pregunta sobre Dios y el sentido de la vida es universal. Quizá, al presentar a los autores escogidos por medio de textos autobiográficos especialmente brillantes, el libro resulte interesante y objetivo al gran público.