Entrevista con Alejandro Llano, catedrático.
"El Gobierno comete un error al no tener en cuenta las convicciones cristianas del país"
JOSÉ GRAU
ABC 27.03.05
 

Recientemente, José Luis Rodríguez Zapatero declaró ante la Asamblea Francesa: "La tarea de la política no es la búsqueda de la verdad, sino del acuerdo sobre la realización y actualización de sus valores". ¿Qué le parece?

        Que es una caracterización que cuadra muy bien con el personaje. Porque el sesgo intelectual del actual presidente es de signo pragmatista. Su concepción de la política responde a ese tipo de lo que hoy se llama "democracia deliberativa". Luego ese modelo tiene muchas limitaciones, porque por un lado la deliberación no siempre conduce a acuerdos. Y por otro, en el peor de los casos, los acuerdos son errores compartidos. Decir que la actividad política debe tender a la verdad suena hoy a un cierto fundamentalismo, un cierto maximalismo, cuando más bien aspiramos, o se aspira, no es mi caso, a una política y a una ética de mínimos. Pero, sin embargo, la verdad es el único horizonte en el que la actividad humana cobra pleno sentido. Si no hay una pretensión de verdad, al menos, si no hay una esperanza de verdad, si no contamos con la verdad como factor correctivo, entonces todo se relativiza, entonces la verdad es un caso particular del error, por así decirlo, y eso tiene consecuencias tremendas en la política. Porque, cuando se suprime la tendencia a la verdad como correctivo último, a lo que nos acercamos es a valoraciones que tienden al totalitarismo.

¿A qué cree que se debe el desprestigio de los partidos y de la política?

        En buena parte, a que prometen más de lo que pueden dar. Hay una especie de absolutización de la política. Que es un fruto de lo que en sentido contemporáneo se llama ideología. La política es una actividad modesta. Nunca ha sido especialmente creativa. O casi nunca. Así las cosas, la política lo promete todo. Luego, consigue resultados siempre aproximativos, imperfectos; lo comprobamos cada día. Eso, a la larga, lo que genera es una tremenda desconfianza, porque el ciudadano de a pie tiene la sensación de que le están engañando, y en cierta manera no le falta razón. ¿Cuál es la solución? ¿Qué los políticos se autolimiten? Eso es muy difícil de lograr. Porque el defecto profesional de los políticos es su tendencia a la totalización de su propia actividad. La solución auténticamente democrática y liberal es que la sociedad civil limite el poder y la actividad política del Estado y de las administraciones públicas. Porque la mayor parte de los problemas los deben solucionar los ciudadanos. Por ejemplo, es un error tener un Ministerio de Cultura. Y no digamos ya si se multiplica después por 17 consejerías, cuando la cultura es una labor sobre todo creativa, de personas muchas veces solitarias, aunque atentas a su entorno. A la política hay que ponerla en su sitio, que es un sitio modesto, y tendríamos que, en buena parte, sacarla de las primeras páginas.

¿Qué le evocan personas como Zapatero, Rajoy y Maragall?

        Personas bien intencionadas, esto tengo que suponerlo, que han aceptado una tarea que está muy por encima de sus capacidades. Primero porque la tarea en sí misma, por lo que he dicho anteriormente, está condenada al fracaso. Me parece que Zapatero tiene menos experiencia que Rajoy. Y Rajoy menos que Maragall, posiblemente. Y distinta preparación intelectual, que no sé medir en este momento. Eso ya lo dijo Tocqueville, que lo propio de los políticos en democracia es una cierta mediocridad. Lo cual no me parece mal. Precisamente por lo que vengo diciendo. Porque es una actividad importante, pero no tan importante, ni requiere un talento extraordinario. Lo que requiere es prudencia, sentido común, una formación intelectual básica. Diría que esos tres nombres me evocan personas que necesitan un gran flujo de información de la base social y que sin embargo esa información no les llega. A veces parecen ciudadanos ajenos a su país, que hablan de una realidad social que no es la nuestra.

¿Piensa que el Partido Socialista está atacando a la Iglesia?

        Si no lo está haciendo, parece que lo hace. El Gobierno socialista está cometiendo un error muy notable que consiste en no tener en cuenta las convicciones, y la hondura de las convicciones, cristianas, de buena parte del país. No acabo de entender por qué están procediendo así. A raíz del 11M y del 14M publiqué un artículo en el que por una vez acerté. Decía que como el Partido Socialista no preveía alcanzar el poder, su capacidad de cambio en cuestiones estructurales, económicas sobre todo, iba a ser muy limitada, y que era muy posible que derivara en cuestiones de tipo ético y de tipo religioso. Lo cual está aconteciendo. La actitud un poco de cara de perro que tiene el Gobierno respecto de cuestiones éticas y religiosas proviene de una necesidad de diferenciación, que le dé esa marca de la izquierda. Que la izquierda se distinga por actitudes poco religiosas me parece extemporáneo. Provoca una extrañeza justificada.

¿Qué le parece la situación en el País Vasco, el independentismo, el plan Ibarretxe?

        En la génesis de ese problema –para algunos es problema y para otros oportunidad– juega un papel muy importante el terrorismo. Sin el terrorismo, la situación que estamos viviendo actualmente no tendría sentido. Porque unos y otros consideran que lo que hay que dar es una respuesta al terrorismo. Habría que reflexionar sobre las condiciones éticas que posibilitan el terrorismo. El terrorismo es un fenómeno que sólo es posible desde la perspectiva del relativismo. De manera que, sin quitarle ninguna responsabilidad a los agentes directos de la actividad terrorista, sí creo que de alguna manera todos tenemos una cuota de posibilidad de evitarlo. Y pasando a lo concreto, al plan Ibarretxe. El texto es completamente anacrónico, no puede llevarse a término, pero sus efectos sí que se van a sentir. Porque al fin y al cabo el plan Ibarreche es una jugada política. Y esa jugada tiene sus apoyos no sólo dentro del Partido Nacionalista Vasco, no sólo dentro de los independentistas. Los demás partidos juegan con ello también. Y esto naturalmente los nacionalistas vascos lo saben. Es muy significativo que se haya evitado llevar este plan al Tribunal Constitucional. Lo más grave de lo que ha sucedido ha sido eso. Y una vez que no se ha hecho, se ha liberado esa energía política, esa trascendencia política que el plan va a tener. En este fenómeno hay una serie de complicidades que hacen que sea una cuestión que no se puede despejar de manera simplista y va a tener efectos perjudiciales para España.

¿Las comisiones parlamentarias son necesarias?

        Son necesarias e inútiles, valga la paradoja. Porque en ellas lo que se hace es escenificar un discurso bastante distanciado de la realidad, y en ese sentido no son comisiones de investigación ni petición de responsabilidades políticas. Una cuestión clave en la democracia es la aceptación de responsabilidades políticas, por ejemplo como se viven en el mundo anglosajón, donde muchas veces no se crean comisiones porque son los propios protagonistas los que asumen la culpa y dimiten. La dimisión es un fenómeno tan poco conocido en España que se toma entre nosotros como reconocimiento de culpabilidad, cuando en la tradición democrática más rancia, la dimisión es una protesta de inocencia. Es un decir: "Bueno, ustedes consideran que me he equivocado, se ha faltado a mi dignidad y no tengo más remedio que marcharme". Muchas de las comisiones parlamentarias son lamentables porque en el fondo deberían estar precedidas o seguidas por dimisiones.

Da la impresión de que caminamos irremediablemente hacia la eutanasia, el "matrimonio" gay y la manipulación genética. ¿Opina que es así o se puede dar marcha atrás?

        Fácticamente es así. Pero hay errores de planteamiento y de discurso de quienes defienden la ética, frente a la astucia de quienes propugnan ese tipo de medidas que a mí me parecen inmorales. Porque se presentan esas medidas como si fueran derechos humanos cuando en realidad van directamente contra los derechos humanos. El caso de la eutanasia es quizá el más claro. El último verano lo pasé en Münster (Alemania), y una de las cosas que más llama la atención allí es la abundancia de ancianos holandeses que huyen de los planteamientos terminales de la legislación en su país. Esas medidas se plantean como si fueran progreso, cuando en realidad son tremendamente crueles. Porque habría que tener en cuenta que lo que el permisivismo permite es el dominio de los débiles por los fuertes. Nuestra sociedad, que tiene una violencia latente enorme, pero que cultiva un discurso pacifista, necesita mecanismos de descarga. Por otra parte, los llamados conservadores son muy poco hábiles al dar pábulo a esos planteamientos. Por ejemplo, yo no hablaría en estos momentos de la eutanasia. Porque casi obliga al Gobierno a llevarla a la práctica.

Parece que estamos curados de espanto ante la pobreza y la desigualdad y que hay una retórica hueca al respecto. ¿Está de acuerdo?

        Sí. La pobreza y la desigualdad me parece que son el fenómeno más grave al que nos enfrentamos. La única figura que en mi opinión tiene sensibilidad ante esto es Juan Pablo II. El deterioro ético de la sociedad desarrollada en otras áreas, personales o sociales, repercute también en esto. El retrato robot del joven actual es el de una persona con gran sensibilidad para el hambre, los problemas sociales, y luego muy permisivo en otros campos. Yo creo que a esa actitud le falta sentido de la realidad. Está bien conmoverse, pero desgraciadamente yo conozco a poca gente capaz de sacrificarse de verdad por los menos favorecidos. Mientras eso no cambie, las cosas seguirán yendo progresivamente a peor. Lamento verme obligado a decirlo.

¿Está nuestra enseñanza secundaria al nivel de los mejores países?

        Desde hace mucho tiempo no se concede en España a la educación la importancia que tiene. Socialmente, la educación tiene ciertamente trascendencia, pero no tanta como la economía, el deporte, etc., cuando hoy día la educación es el factor clave de bienestar, de progreso, de seguridad. Creo que la conciencia ciudadana debería despertar. Y las autoridades públicas, por de pronto, no poner dificultades a las iniciativas sociales y motivar a los ciudadanos.

¿Clase de religión en España?

        Es absurdo que cuando la mayoría de los españoles se declaran católicos, se pongan dificultades. Es un contrafuero, no sólo por motivos ideológicos.

¿Tendría que dimitir el Papa?

        No. No. Creo que está dando un gran testimonio de fortaleza y de capacidad de sufrimiento. Otro asunto es que en la Iglesia Católica se llegue a plantear más adelante de manera jurídica un mecanismo de sustitución de personas que puedan entrar en una situación irreversible de pérdida del estado de conciencia. Pero éste no es en modo alguno el caso de Juan Pablo II.

¿Hay que acoger a los inmigrantes?

        Soy partidario de que haya, en la medida de lo posible, una completa libertad de movimientos sobre la faz de la tierra. Esto se ha hecho prácticamente imposible porque la globalización no ha estado compensada por un mecanismo de solidaridad. Hay tal desnivel de bienestar, que podría provocarse un problema de magnitudes casi catastróficas. Pero las tremendas restricciones que se levantan, son también manifestación de egoísmo, de consumismo. Habría que revisar eso a fondo.