Pasividad
Dar la cara
Raquel Muñoz-Chápuli Menéndez
12 de mayo de 2005, La Gaceta de los negocios

 

 

 



¡La verdad!

        Para muchos cristianos y católicos ha llegado la hora de la autenticidad, de dar la cara y definirse ante las diversas circunstancias que se nos presentan en este mundo revuelto donde lo que prima es el relativismo, el todo vale con tal de no salirse de lo políticamente correcto. No hay más que abrir los ojos, leer los periódicos, escuchar las noticias para darse cuenta de que estamos instalados en la mentira y que a nadie le interesa la verdad.

        Juan Pablo II fue un gran campeón en la defensa de la verdad, la libertad y la responsabilidad, aspecto éste que hacía tan atrayente su persona. Benedicto XVI continúa en esa línea y nos exhorta –al igual que su predecesor– a no tener miedo a abrir las puertas de par en par a Cristo. Compruebo con alegría que nuestros obispos también hacen de portavoces de ese mensaje, mostrando así la maravillosa unidad de la Iglesia, aunque algunos se empeñen en alinear a unos y otros en distintos bandos.

La pasividad y sus motivos

        Pero todavía tenemos miedo a actuar, de manifestar nuestra fe como cristianos coherentes. No existen ideas claras, por ejemplo, en la cuestión relativa a la separación de la Iglesia y el Estado, y en lugar de una fructífera cooperación se opta por la confrontación y la imposición del Estado laicista, que no laico. Ocurre entonces que ante los ataques a la Iglesia católica en particular hay una pasividad en la postura de los ciudadanos creyentes que es un poco preocupante. Precisamente en nuestra democracia existen los medios para poder defender estos principios: ¿Por qué no se utilizan? Un poco por cobardía, otro poco por comodidad, y otro poco por la falta de formación y escasa cultura de nuestras elites políticas. Todos sabemos el daño que hacen algunas personas que tienen cargos de relevancia actuando sin principios ni convicciones morales. En última instancia, lo único que les importa son los votos, aunque para conseguirlos haya que renunciar a la propia conciencia, como estando viendo. Se puede aprobar por mayoría el aborto, la manipulación genética, las uniones homosexuales como matrimonio sin que pase nada ni se pronuncien en contra. La sociedad civil no se mueve. Cuando nos tocan el bolsillo, quizá un poco.

        Tenemos que recordar lo que dijeron Pedro y Juan cuando les ordenaron los mandamases de entonces que de ninguna manera hablaran o enseñaran en el nombre de Jesús. Contestaron así: "Juzgad vosotros si es justo obedeceros a vosotros más que a Dios".