El triunfo de la animación en 3D
Los dibujos animados han gozado siempre de un privilegio: la posibilidad de modelar a su antojo la realidad dando rienda suelta a la imaginación más desbordada. Este privilegio se mantiene y se amplifica desde hace unos años gracias a la animación en 3D, que utiliza el ordenador y que consigue crear las famosas imágenes de síntesis, cada vez más utilizadas en las producciones normales.
Jorge Collar
Nuestro Tiempo

 

 

 

 

 



Una magias sana que encanta

        El auge de los dibujos animados adquiere proporciones importantes gracias al renacimiento de los de Disney, que culminó con el éxito mundial de The Lion King (Rey León), pero que encontró una nueva variedad de expresión en la animación en 3D, cuyas películas conocían también un encendido aplauso popular. Todos los grandes estudios se han lanzado a la arena en este terreno, en el que algunos quieren ver el fin de la animación clásica.

         En todo caso, es un hecho que la nueva generación de animación en 3D hoy encabeza los resultados de taquilla, quizá porque reúne un público de todas las edades. Así, Shrek 1 y 2 –de Dreamworks– , pero sobre todo las obras realizadas por Pixar (hasta ahora asociado a Disney) –Toy Story y Monsters S.A.– alcanzaban enormes audiencias. Finding Nemo (también de Pixar) volvía a batir los récords de los títulos anteriores. Con The Incredibles, Pixar volvió al primer plano de la actualidad en las pasadas Navidades. Un terreno que compartió con otra película de animación en 3D de un género diferente: The Polar Express, de Robert Zemeckis.

         Hasta ahora, los juguetes y los animales eran los personajes preferidos de Pixar. En el caso de Nemo, se explotaba la relación paterno-filial entre dos peces y los fondos submarinos proporcionaban el decorado de una historia que combinaba maravillosamente humor, ternura y poesía.

La familia de siempre no podía sino convencer

        The Incredibles sigue utilizando la vena familiar, aunque de forma mucho mas humorística, y esta vez con personajes humanos. Quizá esta afirmación no sea del todo exacta, pues no se trata de hombres sino de superhombres. La nueva película de Pixar está repleta de un humor paródico, que tan buenos resultados dio en Shrek, Esta vez una familia de superhéroes, a quien la mediocridad de los tiempos ha reducido a la condición de ciudadanos normales.

        La cultura americana de los cómics ha producido decenas de superhéroes dispuestos a salvar el mundo. La hipótesis utilizada por Brad Bird (autor del magnífico Gigante de hiero) es la de que el Gobierno ha decidido acabar con las actividades de los superhéroes. Por eso, Mr Incredible –Bob Parr en la vida civil– debe trabajar en una compañía de seguros; mientras que su esposa Helen, ex Elastigirl, se ocupa de la casa. Los hijos que también poseen poderes excepcionales, deben ocultarlos en las escuelas donde estudian. Todo cambiará el día en que Bob recibe una misión secreta que le conduce a una isla donde es capturado por un megalómano, dispuesto a ser un superhéroe capaz de salvar al mundo. Toda la familia une sus fuerzas para salvar al padre de las garras de su secuestrador, lo que da lugar a un derroche de secuencias de pura acción. Naturalmente, las referencias son constantes, desde Superman a Spiderman y pasando por James Bond. El éxito de la familia será total, como lo ha sido el de la película gracias a su perfección técnica, que está al servicio de un humor que inventa un gag a cada minuto. La imaginación toma el poder y, curiosamente, encontramos en los personajes la invención disparatada que constituía el encanto de los primeros dibujos de Disney.

Es un clásico bien conocido Un relato de Navidad

        Cambio radical de historia y de espíritu en el relato de Navidad que firma Robert Zemeckis. The Polar Express juega más con la ironía que con el humor y no desdeña la ternura de los cuentos infantiles. Su protagonista es un niño que no necesita nombre. Semejantes a él hay millones en el mundo, que se acuestan en Navidad esperando oír lo cascabeles del trineo de Papa Noel. Este niño tiene la edad en la que comienza a insinuarse la duda sobre la identidad exacta de la persona que coloca los juguetes junto a sus zapatos. Sus padres cuchichean y lo creen dormido, pero el niño no duerme, es más, descubre por la ventana un tren cuyo jefe le invita a subir. Es el tren del Polo Norte, donde vive Papa Noel. Va a viajar en compañía de otros niños: de Lo-sabe-todo, que hace honor a su nombre; del niño solitario que necesita de la amistad; de la negrita modelo, que acaba de afirmar su personalidad. Incluso podrá descubrir sobre el techo del tren un violinista vagabundo de cuya existencia real podrá dudarse. El tren llegará al Polo Norte, donde Papa Noel posee una empresa que haría palidecer a la más floreciente de la s multinacionales. Al término del viaje, el niño comprenderá la importancia de no perder la fe en lo maravilloso, una fe que muchos adultos han perdido y que es el mejor don de la existencia.

Los valores pegando fuerte

        Robert Zemeckis no sólo es un director de grandes éxitos (Back to the future, Cast Away) sino también un autor que a través de invenciones técnicas abra nuevos horizontes al cine. En ¿Quién engañó a Roger Rabbit? conseguía la síntesis perfecta entre actores y dibujos animados; en Forrest Gump, hacía conversar a Tom Hanks con los grandes de este mundo; y en The Polar Express, inicia una nueva etapa en la historia acelerada de la animación.

        Adaptando el popular cuento de Navidad de Chris Van Allburg e inspirándose en sus ilustraciones, Zemeckis utiliza la nueva tecnología –bautizada como "Performance Capture"– desarrollada por el Estudio Sony Imageworks. Imposible dar aquí los detalles técnicos del sistema. Bastará con decir que los verdaderos actores intervienen en lo que será después el trabajo de animación por ordenador. Los personajes de The Polar Express son de una calidad extraordinaria. Casi los tomaríamos por criaturas de carne y hueso, si el contexto no fuera el de la pura fantasía; tanto sus gestos y sus movimientos parecen reales.

        The Polar Express es una película que ilustra un cuento infantil, en el que brillan los buenos sentimientos y en el que no se tiene miedo a la lección azucarada. Como ocurre a menudo con las historias de Papa Noel del mundo anglosajón, el carácter religioso de la fiesta se escamotea. En este caso la ausencia no es tan evidente, pues sus autores afirman que la historia admite lecturas a diversos niveles, una de primer grado , que harán los niños; otra más profunda , de los adultos. Estos podrán descubrir que la historia se basa en un "simbolismo cristiano" y que la fe de la que se habla al final de la película pueden aplicarse perfectamente a la fe religiosa.