Tercer Misterio Doloroso
Coronación de espinas
 

     ¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de nuestro Rey! —Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. (Marc., XV, 16) —Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. —Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. —Una caña, por cetro, en su mano derecha...
      La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas... Ave Rex judeorum! —Dios te salve, Rey de los judíos. (Marc., XV, 18.) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen.
      Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es mostrado al pueblo judío: Ecce homo! —Ved aquí al hombre. Y de nuevo los pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale, crucifícale! (Joann., XVIII, 5 y 6.)
      —Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir?
      Ya no más, Jesús, ya no más... Y un propósito firme y concreto pone fin a estas diez Avemarías.

 

siguiente