Vivir con cáncer: una nueva forma de vida

Vivir con cáncer no es igual que vivir sin él, sino que, para mí, es mejor. ¿Por qué? Los que viven con cáncer han aprendido y reconocido lo bello de la vida, separando lo que es básico e importante –por ejemplo, el amor– de lo que es totalmente secundario; ahora, llegan a arrepentirse de aquello que antes les encolerizaba, y que es totalmente baladí. Ganarán en confianza y en su puesta a punto para el día de su encuentro definitivo con el Creador.

Dr. Enrique RomeroVelasco en Alfa y Omega 5.jun.2003

Con el paso de los años         Superada la palabra cáncer, hoy es todo distinto, incluso bueno. Cada época de la Historia y de la vida de cada uno es evolutivamente diferente, y en la propia persona está el situar sus principios, criterios, sentimientos y conducta dentro de estos nuevos condicionantes –el tan ponderado 'El hombre y sus circunstancias', de Ortega–. Un ejemplo: de joven, nunca me gustaron las verduras, y mucho los churros; han pasado los años y ahora sucede todo lo contrario.

        No recuerdo bien si es de Benavente o no el entremés teatral Los caracoles; en él, un buen médico y su mujer, para celebrar sus Bodas de Oro, pasean por el Madrid castizo, donde una vez fueran novios. En un momento dado, dice él: "Ahora, a La Bombilla, a tomar caracoles, que tanto nos gustaban". Allí se sentaron y comieron sus caracoles con mucho amor; pero objetaron al camarero: "Estos caracoles no nos han gustado; los hacía mejor su abuelo"; a lo cual, él respondió: "Pues son los mismos; lo que pasa es que ustedes tenían entonces cincuenta años menos". Lo mismo pasa con la Medicina, como con todo. Hasta mediado el siglo pasado había verdadero pavor a la poliomielitis y a la tuberculosis; hoy, apenas se oye algo de ellas, lo cual no quiere decir que no existan. Sin embargo, de forma algo subrepticia, surge el cáncer en los últimos años. Ya era conocido por la antigua Medicina, pero en las últimas décadas se ha puesto en marcha una lucha universal en investigaciones y en atención sanitaria, y los artículos y libros publicados sobre el tema llenarían una extensa biblioteca.

Hoy está en boca de todos

        Yo, que no soy oncólogo, en mi simple categoría de internista no pude sustraerme al interés por esta especialidad, y, muy joven, investigué sobre el tema en el Instituto de Oncología Regina Elena, en Roma, además de los estudios que realicé en mis últimos años de universidad. Creo que todo lo que suene a cáncer origina una inmediata y profunda sensibilidad en médicos, sanitarios y toda persona sensible y civilizada. Las organizaciones e instituciones públicas y privadas dedicadas a este asunto constituyen una numerosísima red científica extendida por todo el mundo. La prensa y los demás medios de comunicación social han contribuido –felizmente– a extender el interés.

        En este tema, el interés más importante para el hombre es la posibilidad de curación. Se trata de un plato diario a ver, juzgar o sufrir en las amistades e, incluso, en la propia familia. Actualmente, su frecuencia es tan inusitada que mi mujer me decía hace veinte años: "Algo hay ahora para que haya tanto cáncer". A ello respondía yo: "Hay como siempre –exageraba–, lo que ocurre es que ya nadie se muere de enfermedades de alta mortalidad como neumonía, tifoidea o sepsis puerperal, y de algo hay que morir. ¡Nadie se queda aquí!" Siempre he dicho que hoy, si a uno no le atropella un coche, no se muere.

Forma de vida cada vez más normal con algunas ventajas

        Pero hoy todo ha cambiado. Ni el cáncer es tan malo, ni siempre es mortal. Ya no se dice, para quedar bien: "Ha remitido", sino, muchas veces: "Ha curado". Sin ir más lejos, yo mismo fui operado, en 1997, de carcinoma bien diferenciado, y aquí estoy, creo que curado –esto no significa que jamás pueda enfermar–. Y, como yo, una legión de personas bien conocidas: cineastas, políticos nacionales y extranjeros, artistas, religiosos; y muchas otras personas que son conocidos nuestros. Todos siguen su vida: trabajan, viajan… En una palabra, se puede afirmar que han encontrado una nueva forma de vida: Vivir con cáncer, que no es igual que vivir sin él, sino que, para mí, es mejor.

        Analicemos eso de vivir mejor. ¿Por qué es así? Fundamentalmente, porque todas esas personas han aprendido y reconocido lo bello de la vida, y han reemprendido una fase nueva, sin prejuicios. Han variado su jerarquía de valores, separando lo que es básico e importante –por ejemplo, el amor– de lo que es totalmente secundario; ahora, llegan a arrepentirse de aquello que antes les encolerizaba, y que es totalmente baladí. Ya no somos tan hipercríticos con lo que nos rodea, ha aumentado nuestra tolerancia y cariño, y disfrutamos más del cónyuge, de los hijos, de las buenas amistades, de los libros, etc. Es una penosa transición que, sin embargo, nos devuelve una hermosa vida, con la experiencia de la antigua.

        Si el que ha sido curado de cáncer es una persona religiosa, en relación a Dios dirá que se siente más cercano a Él, y, con ello, ganarán en confianza y en su puesta a punto para el día de su encuentro definitivo con el Creador.

        P.D.: En la vida nunca faltan competidores. Ayer –y, sobre todo, hoy– ha surgido con fuerza el sida; pero ésa es otra historia…