Educar.es: "Luis, doce años: ha visto 670 homicidios"

Josemanuel Tarrío Ocaña. www.PiensaunPoco.com

La realidad habitual         Luis, doce años. Cursa sexto de Primaria. María, un año más pequeña, pronto dará también el paso a la enseñanza Secundaria.

        No se conocen. Viven en ciudades distintas. Sólo les une tener parecida edad y cursar los mismos estudios.

        Nada les une. Sin embargo, en la última semana, los dos han contemplado los mismos 670 homicidios, 420 tiroteos, 48 secuestros, 30 actos de tortura, 19 suicidios y 11 robos.

        ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Dónde está la broma de semejantes afirmaciones?

Un problema ya conocido

        No se conocen. Nada les une. Salvo que ambos –cómo tantos otros niños– pasan demasiadas horas a la semana delante del televisor.

        Sin necesidad de grandes argumentos ni eruditos estudios psicosociológicos, con el sentido común es suficiente, es evidente que el uso que hacemos de la televisión necesita ser revisado.

        ¿Por qué? Una sola imagen televisiva influye más en el comportamiento de un niño que horas de conversación educativa con un hijo por parte de sus padres. Pásate años inculcando en los tuyos el valor del esfuerzo. Basta un dibujo animado que ridiculice ese valor para que tanto afán formativo se vaya a pique en tan sólo unos minutos.

Una realidad más

        Negro panorama. Pesimista visión.

        Todo lo contrario. Conocer la realidad, sin exagerarla, ni disfrazarla por simple pereza, es el paso primero para orientar la vida. Analizar la realidad tal cual es casilla de salida para encauzar situaciones y dificultades.

        Hablamos de educación. Sentido común: ¡cuidado! Televisión rima con educación. Y las rimas no pueden perder el compás adecuado.

        La televisión es gran invento. Necesaria y útil. Divertida y formativa. Pero no todo vale ni todo puede verse.

        Un crío de meses ve un hermoso frasco lleno de bolitas de atrayentes colores. Con habilidad pasmosa se lanza hacia el mismo. Su madre –aterrada por el despiste– se lo quita de las manos. El niño llora, patalea. Quiere el frasco. Pensará incluso que su mamá es mala. Su madre, aliviada, calma el llanto mientras oculta ese frasco lleno de pastillas.

Estudiados porcentajes

        Cualquier profesor de Primaria, sabe que sus alumnos sólo son capaces de aprovechar, con atención máxima, el 40 por ciento del tiempo que pasan en las aulas.

        Cualquier padre de niños pequeños sabe que su hijo sólo es capaz de aprovechar, con atención máxima, el 20 por ciento del tiempo que pasen juntos.

        ¿Y la televisión? Parece cuestión de magia. La caja tonta es más lista que todos nosotros juntos. Es capaz, por sí sola, de captar el 98 por ciento de la atención de un niño.

Peligroso invitado

        Volvamos al crío y al frasco de pastillas. La televisión, cajón lleno de hermosos frascos de atrayentes colores: evitemos los despistes.

        Quizás, estas líneas hayan cumplido su objetivo: repensar el uso que hacemos de la televisión en nuestras casas. Dejemos para una siguiente entrega nuestra particular pesca de recetas para que la televisión sea una ayuda formativa y lúdica para los hijos y no un invitado peligroso instalado –para colmo– cómodamente en nuestra sala de estar.