Lo espiritual y el cáncer

J. Mª Simón Castellví. Presidente de Médicos Cristianos de Catalunya 10/07/2003
E-cristians.net

 

1. La medicina es una

        Como algunos países del mundo que leen E-Cristians están en un cierto proceso de olvido de la fe, no está de más recordar que la Medicina que ejercemos los cristianos es la de toda la comunidad científica. No hay dos ciencias distintas con leyes distintas. Sin embargo, los cristianos aportamos muchas veces el valor añadido de la fe, de la esperanza y del cariño más allá del deber. Nuestra profesión no se ejerce con agua bendita, exorcismos o buenos deseos, sino con fármacos, cirugía o psicoterapia.

2. Los curanderos

        Me indigna la tomadura de pelo que representan los curanderos. Su actividad es especialmente sangrante en el caso de las personas afectas de cáncer. No niego que puedan aportar calor humano, pero más de una vez han apartado a los pacientes de las únicas terapias que les podían curar o aliviar.

        En voz muy alta hay que recomendar a las buenas gentes que no sustituyan la visita al oncólogo o los tratamientos que la comunidad médica considera como correctos. Hoy puede decirse con sano orgullo que más de la mitad de cánceres son perfectamente curables. La Medicina se basa, no en la fe, sino en hechos comprobados y permanentemente comprobables. ¿Es que alguien en su sano juicio puede dudar de que si supiéramos que un tratamiento "natural" es beneficioso no lo íbamos a incluir en nuestro elenco terapéutico, aunque fuera tan simple como comerse una fruta? Lo mismo vale para los supuestos tratamientos "supranaturales".

3. El cuerpo y el alma

        El ser humano es espiritual a la vez que sólidamente material. De hecho, no se es humano si no se posee un cuerpo y sin cuerpo -aunque sea microscópico- nadie es humano. El cuerpo sigue unas leyes que todos con un método podemos estudiar. La investigación no depende de una creencia religiosa. De la misma manera, el hecho de que no podamos disecar el alma humana no significa que ella no exista y que no sea inmortal o que no enferme y sea curable con remedios espirituales. El mismo Santo Tomás de Aquino -doctor de la Iglesia- nos alecciona a estudiar las leyes naturales sin complejos. Así lo han hecho también los papas, instándonos en tantísimas ocasiones a descifrar las leyes naturales que el Creador ha inscrito en la vida y que no nos las da a conocer como los Mandamientos. Es con el Método científico que nosotros las aprehendemos (sic).

4. Los milagros

        Los milagros existen, sí. Algunos, como los que realiza la Madre de Dios en el santuario de Lourdes, son "muy buenos" desde el punto de vista médico. Pero no dejan de ser curaciones extraordinarias o infrecuentes que en nada tienen que distraernos a los profesionales sanitarios.

        De la alta competencia profesional de los cristianos en cuestiones médicas dan fe los excelentes hospitales o universidades nacidos del humanismo cristiano más respetuoso con la ciencia y con la fe. Estas instituciones se convierten así en instrumentos de servicio al ser humano como unidad esencial de cuerpo y alma. Se trata el cuerpo con lo que la ciencia nos ofrece y se ofrecen al alma que libremente quiera la Palabra de Dios y sus sacramentos. Sin olvidar que jamás se puede forzar a las conciencias o que las personas de otras religiones tienen derecho a que les asista un ministro de su confesión en cuanto quieran.

5. La fe

        La fe, junto con la razón y también la misma existencia comprobada de los milagros nos dan las claves para comprender el sufrimiento humano. Ante las preguntas de por qué a mí este cáncer o por qué me toca ahora morir antes de hora, muchas respuestas y consuelos podemos ofrecer los cristianos.

        En los momentos de enfermedad o ante la muerte, los humanos nos abrimos más a lo trascendente. Esto se ve hasta en el caso de los niños. Y hay que decir que el dedo de Dios, el mismo que escribe recto con renglones torcidos, siempre guía los destinos de la persona. Ante el dolor, que Dios no programó en absoluto para la existencia sobre esta tierra, que no entró en este mundo por deseo expreso de Dios, podemos mostrar la máxima solidaridad de Jesucristo: el hombre-Dios que se dejó matar para abrirnos las puertas de una vida eterna sin sufrimientos; el hombre-Dios que resucitó para darnos la esperanza que tanto ansiamos. Es verdad que morimos, pero también es verdad que Él nos resucitará para un mundo sin dolor ni enfermedad.

6. La Iglesia

        La Iglesia existe para servir al pobre, amplia palabra que incluye a enfermos y a moribundos. Ella vela para que nos llegue información fiable sobre Dios y sus consuelos. Ella demuestra con grandes obras sus razones y con sencillos gestos -los sacramentos- el compromiso de su Fundador para con nosotros. No estamos solos. Nos tenemos a los demás humanos y a Dios. Y el que tenga dudas, que son muy humanas, que observe la serenidad que confiere el sacramento de la unción de enfermos a quienes lo reciben conscientemente.

7. La eutanasia

        No les voy a hablar mucho de eutanasia (según la Organización Mundial de la Salud, acciones del médico que intencionadamente terminan con la vida del enfermo) porque nada tiene que ver con la Medicina, ni con la religión, ni con la verdad, ni con la libertad. De hecho, la eutanasia mata la libertad: son acciones que harán que una persona nunca más tome decisiones libres.