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Así lo cuentan | Cuenta
la tradición que, en cierta ocasión, un bandido llamado Angulimal fue
a matar a Buda. Y Buda le dijo: "Antes de matarme, ayúdame a cumplir
un último deseo: corta, por favor, una rama de ese árbol."
Angulimal le miró con asombro, pero resolvió concederle aquel extraño último deseo, y de un tajo hizo lo que Buda le había pedido. Pero luego Buda añadió: "Ahora, por favor, vuelve a pegar la rama al árbol, para que siga floreciendo." "Debes estar loco —contestó Angulimal— si piensas que eso es posible." "Al contrario —repuso Buda—, el loco eres tú, que piensas que eres poderoso porque puedes herir, matar y destruir. Eso es cosa fácil, de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar." | |
Lo fácil | Para
destruir, para arrasar, para gritar de forma estéril, para estar diciendo
siempre que todo esta mal, que no es esto...; para todo eso no
hace falta arte, ni ciencia, ni esfuerzo, ni cualidades.
Es verdad que siempre es mejor la rebeldía que el conformismo burgués, porque pienso que no estar satisfecho del mundo en el que se vive y querer cambiarlo es algo digno de alabanza. Pero la rebeldía, que es necesaria, debe reunir ciertas condiciones, y quizá la primera sea saber contra qué nos rebelamos. Y es bueno, lógicamente, rebelarse contra el mal, contra la injusticia, contra la mediocridad..., sí, pero primero contra el mal, la injusticia y la mediocridad que haya en uno mismo. No podemos ser como esos rebeldes de pacotilla que ni estudian, ni dan ni golpe, ni pueden ponerse a nadie como ejemplo de nada. Lo suyo más que rebeldía son ganas de incordiar. | |
Lo necesario |
La
historia está llena de ejemplos de rebeldes que cuando llegaron al
poder se volvieron burgueses. Y de rebeldes que, al fracasar, se convirtieron
en resentidos que sólo sabían hacer crítica destructiva. Es muy
fácil decir que algo está mal y que hay que cambiarlo. Lo difícil
—y lo que hace falta— es aportar ideas positivas y conseguir cambiarlo
realmente.
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