Intentos de supremacía

Alfonso Aguiló,
www.interrogantes.net

Un buen ejemplo

        «A ella —escribe Miguel Delibes— siempre le sobró habilidad para erigirse en cabeza sin derrocamiento previo. Declinaba la apariencia de autoridad, pero sabía ejercerla. Cabía que yo diese alguna vez una voz más alta que otra pero, en definitiva, era ella la que en cada caso resolvía lo que convenía hacer o dejar de hacer.

        »En toda pareja existe un elemento activo y otro pasivo; uno que ejecuta y otro que se allana. Yo, aunque otra cosa pareciese, me plegaba a su buen criterio, aceptaba su autoridad. A sus amigas solía aconsejarlas evitar los encuentros frontales, un sabio consejo.

        »El aspecto formal de la lucha por el poder durante los primeros meses del matrimonio se le antojaba grotesco, por no decir de mal gusto. Creía que el hombre cuida la fachada, y declina la dirección; pero entendía que algunas mujeres ponían, por encima de la autoridad, el placer de proclamarlo, esto es, aceptaban el poder, pero sin ocultar cierto resentimiento.

        »Por supuesto, ella era de otra pasta. Y si entre nosotros no hubo un explícito reparto de papeles, tampoco hubo fricciones; nos movimos de acuerdo con las circunstancias».

No sólo cuestión de años

        Es una magnífica glosa sobre la autoridad en el matrimonio, qué puede servir también para pensar en el carácter de los hijos, pues se trata de algo que abarca a todo el conjunto de la familia. En toda familia hay que encontrar esa particular y personalísima síntesis entre exigencia y cordialidad, autoridad e indulgencia, respeto y cercanía.

        "Esta hija mía no me obedece, es un desastre", se oye decir a veces. Pero quizá seas tú el que ejerces la autoridad de una forma desastrosa, se podría responder también. Las personas que componen la familia son de una determinada manera y hay que aceptarlas como son, ayudándoles a mejorar y sin dejar a nadie por imposible.

Detalles concretos mejorables

        Hay muchos detalles que refuerzan ese natural fluir de la autoridad de los esposos. Detalles que crean un ambiente propicio para la formación del carácter de los hijos. Veamos algunos ejemplos:

  • procurar someterse ambos a una cierta colegialidad en las decisiones de alguna importancia;

  • acostumbrarse a dar cuenta de dónde estamos y de las cosas que hacemos, y no molestarse si nos lo preguntan;

  • tener en mucho el juicio ajeno (y quizá en algo menos el propio);

  • fomentar las iniciativas de los demás sin poner pegas sistemáticamente; las frases como "eso que dices no puede salir bien", "déjame a mí", "tú de esto no entiendes", etc., repetidas con frecuencia, son muy mala señal;

  • saber ceder; y si luego falla lo que el otro decía, no pasarse el resto de la vida recordándoselo.