Luis de Moya, el cura tetrapléjico que intentó persuadir a Ramón Sampedro.

Alejandro Amenábar
"'Mar Adentro' es una película mentirosa"
Desde España habla el sacerdote que lidera la oposición a las simpatías por la eutanasia que ha generado el filme de Alejandro Amenábar, que acaba de obtener el Oscar a la mejor película extranjera.
Rodrigo Barría Reyes
Domingo 20 de marzo de 2005
 

        Encumbrada gracias al reciente Oscar que la señala como la mejor película extranjera, "Mar Adentro", el filme del director español Alejandro Amenábar, se ha encargado de concentrar nuevamente el debate en torno a la validez o no de la eutanasia.

        El filme, que exhibe la vida del postrado tetrapléjico Ramón Sampedro y su lucha de casi tres décadas para que lo dejaran morir, junto con ganar una buena camada de adeptos, también ha sido objeto de duras críticas por parte de los que creen que se trata de una película militante y que ha sido cuidadosamente elaborada para que los espectadores adopten una postura de inmediata simpatía con el enfermo y su súplica de muerte.

        A la cabeza de los detractores está Luis de Moya, un sacerdote Opus Dei también tetrapléjico –desde el '91, después de sufrir un accidente automovilístico– y que aparece en el filme cargado de cierta ridiculización al intentar persuadir a Sampedro de cambiar su postura.

"Tenía una obsesión patológica"

        Hace un tiempo, el sacerdote de 52 años –que además es médico– realizaba clases de ética y moral en la Universidad de Navarra, atendía confesiones y participaba en distintos grupos de charlas eclesiásticas.

        Hoy, Luis de Moya está básicamente dedicado a mantener y actualizar su página internet (www.luisdemoya.org), el sitio web desde donde el cura intenta dar batalla a la eutanasia.

—Lo primero, ¿es efectivo el encuentro que se exhibe en la película? ¿Fue usted a la casa de Sampedro y mantuvieron un diálogo semejante al que se muestra en el filme?

        —Lo único de verdad que tiene la situación es que hay unas personas que me acompañan y el color de la furgoneta en que voy. Todo lo demás es inventado. Lo que ha construido el director con esa escena es que el público no se ría de un cura, sino del planteamiento de la Iglesia.

—Pero usted sí fue a su casa...

        —En la mañana había hablado muy amigablemente con Ramón y le había advertido de mi visita. Los dos nos conocíamos desde hacía años y cada uno sabía lo que pensaba el otro. Le llevaba unos caramelos de café con leche. Las personas que iban conmigo se bajaron y vieron la casa para ver si es que podían subirme, cosa que era imposible. Yo me quedé en la furgoneta, y jamás me bajé.

—Aclarado el punto. Padre, ¿es cierto que Ramón Sampedro, de acuerdo con el tipo de lesión que tenía, podría haber tenido una vida lejos de la postración por la que optó?

        —Sí, sí, sí... Y para mí todavía es un misterio. Él tenía una lesión 7, que es la más favorable posible. Lo que pasa es que, con el paso del tiempo, algunas de las movilidades que tenía se le fueron atrofiando. Lo que sé es que Sampedro tuvo varias discusiones con los médicos que consideraban que era un crimen, físicamente hablando, que perdiera las capacidades que aún tenía.

—¿Cree usted que Sampedro era una persona equilibrada, o piensa que padecía alguna complicación sicológica?

        —Él aseguraba que no tenía ningún tipo de problema, pero he leído a algunos especialistas que plantean que Sampedro requería tratamiento siquiátrico. El hombre tenía una obsesión claramente patológica y que no era razonable.

—Usted ha planteado que el problema de Sampedro era pensar que su vida se centraba en la movilidad y que, por haberla perdido, pensaba que ya no era digna de vivirse...

        —Se lo explico por la situación que viví yo. Una vez enterado de mi lesión, ya no tenía mucho sentido seguir concentrado en las capacidades que había perdido. Lo que valía la pena era ver qué era lo que tenía. Y era muchísimo. Tenía mis condiciones personales, mi fuerza de voluntad, tenía a gente que me quería y había medios técnicos que me podían ayudar. Creo que el problema de Ramón fue que no consiguió dar ese salto. Ramón no salió del lamento.

Mar falso

—¿Ha visto la película?

        —No.

—¿Por qué no la ha visto?

        —Mmm...vamos a ver. No estoy dispuesto a asistir a un espectáculo que claramente es una apología de la eutanasia. Más aún cuando, apenas puedo, digo que estoy en contra. No quiero secundar un plan a favor de la eutanasia.

—¿Qué recomendaría a la gente?

        —Les recomendaría que no la fueran a ver. No es que sea una película nefasta o que les vaya a hacer un daño especial. Lo que pasa es que, si es que no existe una formación previa y medianamente cultivada, las personas pueden quedar encandiladas con la película.

—¿Cree que "Mar Adentro" es una película engañosa?

        —Es una película mentirosa.

—¿Por qué dice que es una película mentirosa? Sampedro era un tetrapléjico que luchó toda su vida de enfermedad por morir, y eso es lo que efectivamente se muestra en la película...

        —Es mentirosa porque, en primer lugar, cuenta cosas que no son verdad. Pero lo más grave es lo que no cuenta. No relata las posibilidades y horizontes que tenía Sampedro. Tampoco se ve lo que otros tetrapléjicos, en peores condiciones que Sampedro, logran hacer.

—¿Amenábar nunca le consultó a usted aspectos del tema?

        —Nunca.

—¿Habría colaborado con él?

        —Encantadísimo... Cuando supe de la película, algunos medios me preguntaron mi opinión, y yo les dije que me parecía muy bien, siempre y cuando contaran la verdad. El problema es que Amenábar no contó la verdad.

La influencia de la película

 —¿Qué tipo de efecto puede tener una película como "Mar Adentro" en los tetrapléjicos como Sampedro?

        —Creo que ninguno. Si les pregunta a los tetrapléjicos por Sampedro, dicen: ¿Y por qué está en la cama? ¿Por qué no está sacando adelante a su familia...?

—¿Y cuánto influye una película como "Mar Adentro" en la aceptación social que puede tener la eutanasia en la sociedad?

        —Sí puede influir... La gente no sabe que si se acepta la eutanasia, van a morir muchos inocentes. Lo único que se va a conseguir es ahorrar dinero en asistencia social.

—¿Qué tan exitosa cree que sería una película en que se mostrara a un tetrapléjico que luchara por seguir viviendo?

        —Sería exitosa hecha por un director de la categoría artística de Amenábar. Pero no se trata de cargar la mano para un lado. Lo que hay que hacer es simplemente decir la verdad: que la vida es una superación de la adversidad.

—Padre, ¿nunca pudo ver nada de verdad en las razones que le exponía Sampedro?

        —Muchos de los aspectos que rodeaban a Ramón me ayudaron a comprenderlo. Pero lo importante es que nada de eso es razón para legalizar la eutanasia.

RAMÓN SAMPEDRO:

        El hombre que quería morir

        Ramón Sampedro, el personaje en el cual se basa la película "Mar Adentro", nació el año '43 en Xuño, en La Coruña.

        A los 22 años se embarcó en un buque y, desde entonces, cumplió labores como mecánico mercante.

        El '68 Sampedro cayó al agua desde una roca a la orilla de una playa y se golpeó la espalda. La grave lesión le fracturó parte de su vértebra cervical.

        Desde entonces, el hombre llevó adelante una incansable lucha por obtener la autorización para acabar con su vida, sin que las personas que lo ayudaran a ello fueran castigadas por la justicia.

        Sus batallas judiciales –que llegaron incluso hasta la Corte de Derechos Humanos de Estrasburgo– fueron sistemáticamente rechazadas.

        Pero Sampedro, al final, igual cumplió su voluntad: murió el 13 de enero del '98 después de tomar un veneno de rápido efecto usando una pajita para beber el mortal líquido que descansaba en un vaso que había sido colocado cuidadosamente a su alcance.

        Su último acto –en el que participaron varias personas que planearon el acto con cuidado con tal de no ser acusadas judicialmente– fue grabado en video, con lo que Sampedro dejó un testimonio visual de su voluntad final y sus últimas palabras antes de acabar con su vida.