Te echaremos de menos

Salvo en caso de latrocinio probado, traición flagrante o incompetencia manifiesta –o las tres cosas a la vez– todo el mundo, en la empresa, merece una "hora de los adioses" de campanillas, una despedida por todo lo alto. Además del tradicional reloj, claro...

Los tópicos de Pilar Cambra. 07 de junio de 2002
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Al llegar de nuevas         Alguna vez he glosado ya la decisiva importancia que tiene la "ceremonia" de bienvenida a la nómina. O la ausencia de ese ritual... ¡Cuántos traumas lacerantes y ocultos, cuánta bilis deglutida, cuánto resquemor disimulado puede provocar un ingreso inadecuado, de hoz y coz, que se dice, en plantilla! La "nueva" y el "nuevo" tragan –¡a ver qué remedio, con la que está cayendo de "precariedad" en el empleo!– con esos recibimientos que más parecen la suelta de un morlaco desde toriles: ahí que te empujan a la plaza, sin aviso, medio ciego y completamente ayuno de información sobre tu destino... Y sabiendo, además, que no faltarán "veteranos" dispuestos a propinarte puyazos sanguinarios y a colocarte dolorosas banderillas al primer error. ¿Que estoy exagerando?: pues bien, pues vale, pues muy bien, pues vayan y pregunten al personal qué recuerda de sus primeras jornadas en una empresa. Son muchos los que aún tienen pesadillas causadas por el evento...
Somos personas y el afecto no debe faltar         Pero no menos traumas y pesares llevan en su destrozado corazoncito los que se van, que se van, que ya se han ido... Porque tampoco el ritual de la despedida suele andar muy boyante: una palmadita en la espalda, un regalito que parece provenir de los almacenes de los "todo a cien –a un euro, en la actualidad–" y, en plan derroche, una comida o una cena en un cocedero de mariscos modesto...

        El que se marcha se siente, en verdad, como un kleenex ya usado e inútil. Lleno de mocos, por decirlo en cochino. Sí: el que deja la empresa por motivos legales –jubilación, cambio, enfermedad– ha recibido su justo salario y sale por la puerta con todas la remuneraciones que marca la ley en el bolsillo. Pero, ¡es tan fría la pura y dura ley!... En general, el que se va ha dado a la empresa, a la gente que compone la compañía, bastantes cosas que no se pagan con dinero: cordialidad, entusiasmo, comprensión; en suma: mucho corazón y muchos desvelos. Todo cuanto es y cuanto tiene: su tiempo, su inteligencia, su experiencia, sus sentimientos.

        Y todo eso, ¿no deja un hueco, un "te echaremos de menos" que no puede ni debe llenarse con la consabida bandejita de plata que se va poniendo negra, negra en la vitrina? No es necesario un "Manual de despedidas" para desfacer el entuerto. Basta un capacho de afecto.