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También nos podemos comunicar silenciosamente. Sólo contemplando unos padres junto a la cama de un hijo enfermo, mimándolo o dándole la mano vemos el máximo de comunicación. El silencio se hace necesario por el reposo de su hijo, pero la comunicación no falta. Para
comunicarse no siempre se necesitan palabras, pero sí es necesario
demostrar afecto y crear un clima de confianza y
¿cómo
conseguir este clima? Hay muchas virtudes que pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, con el clima de confianza adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación, pero yo destacaría dos: la sinceridad y la discreción. | |
Que no sea un recurso fácil |
1. La palabra sinceridad deriva del latino ''sine cera'' (sin cera) refiriéndose a los ungüentos que utilizaban las mujeres romanas para disimular sus arrugas. La sinceridad es decir siempre con claridad lo que se hace, lo que se piensa, lo que se vive. Nuestros hijos tienen de saber que nosotros somos sinceros siempre. Por esto podemos preguntarnos: -
¿Cuántas veces hemos dejado incompleta una promesa o
una sanción que habíamos anunciado a nuestros hijos? Procuremos dar testimonio: la verdad tiene que ser objetiva, clara. Por ejemplo, si nos equivoquemos, pedimos perdón y lo reconocemos; esto es más educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos. A veces los hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros por no quedar mal o porque tienen miedo de que tengamos una reacción desmesurada respecto a lo que han contado. En la adolescencia hay que estar preparados para que nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios. Lo que es más importante siempre es que los hijos nos digan la verdad, aunque del susto recibido nos quedáramos sin aliento. Con todos los datos reales del problema, no nos equivocaremos a la hora de buscar soluciones reforzando la confianza mutua. | |
Es valiosa su intimidad | 2.
Se hace evidente que los padres debemos profundizar en la virtud de
la discreción, que no es frecuente en el ambiente actual. En
el Diccionario General de la Lengua Catalana de Pompeu Fabra, encontramos
esta definición de discreción: ''reserva en las acciones
y en las palabras, reserva del que no hace sino aquello que conviene
hacer, de quien no dice sino aquello que conviene decir, que sabe callar
aquello que le ha estado confiado.
Muchos hijos se quejan de que los padres, o bien para vanagloriarse, o bien para quejarse explican las confidencias que ellos les han hecho. Ya se ve que este sería un defecto que influiría en la confianza que nos habrían dado los hijos; nada más y nada menos sería ''ventilar'' sus emociones; tampoco los hijos entienden las ironías ni bromas sobre sus ''cosas'', por lo tanto no conviene decir lo que nos han explicado y tenemos que considerar que para ellos aquello es muy importante, aunque a los mayores nos pareciera de poco valor. Con
la virtud de la discreción nace el discernimiento, para saber
cuando es prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo,
puesto que hace falta respetar la intimidad del hijo y tener paciencia
para recibir la confidencia. También distinguir el momento
en que es conveniente dar el consejo oportuno. Pienso que cuando un
niño pequeño tiene una pataleta, ¿verdad que
es muy difícil corregirlo si nos ponemos a gritar como él
y perdemos los nervios? Para concluir, podríamos repetir que el objetivo de procurar fijarnos en la sinceridad y la discreción, es ayudar a que haya el clima de confianza apropiado para que los adolescentes puedan explicar, sus problemas, sus alegrías y cimentar sus ideales. Empecemos a interesarnos por lo que les preocupa en la etapa infantil y así fundamentaremos la franqueza del mañana. | |
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