¿Sabes quién está con tus hijos?

Por: Vicky Campos, Mujer Nueva

Beneficio de la vida familiar

        Durante una conferencia sobre el tema de los adolescentes en la Casa Blanca, el presidente Bill Clinton afirmó que “los hijos que cenan dos o tres veces por semana en casa, tienen menos peligro de caer en las drogas, la violencia y el crimen”. Buscando dar una solución a la violencia y la criminalidad, el presidente y su esposa, Hillary Clinton, han comenzado una campaña en favor de la unión familiar.

        Todos somos testigos del aumento creciente de violencia entre los jóvenes, e incluso entre los niños. No nos sorprende constatar que “el suicidio es la causa número ocho de las muertes en los últimos quince años. La incidencia en suicidios de personas de los 15 a los 24 años se ha triplicado, y de los 15 a los 19 se ha cuadruplicado” . (estadísticas del “Suicide Prevention Action Network”, SPAN).

No es sólo estar juntos

        Pero, ¿se disminuye la violencia y el caos en que viven muchos de nuestros jóvenes cenando con ellos dos o tres veces por semana?… Es verdad que hoy en día se echa de menos la presencia de los padres en la vida de los hijos, y poco a poco se han ido diluyendo los momentos de unión familiar. Pero no creo que la solución esté sólo en “cenar” con ellos en casa. La “Kaiser Family Foundation” ha comprobado que dos tercios de las familias con hijos entre 8 y 18 años que pasan juntos los momentos de las comidas, tienen la televisión prendida durante estos ratos. Estos padres comen y cenan con sus hijos, pero eso no significa que exista una verdadera comunicación.

        Todos hemos visto las imágenes y escuchado el relato de la matanza de Littleton, en la que Klebold y Harris, dos adolescentes, asesinaron con armas de fuego a doce personas e hirieron a más de veinte. Poco tiempo después de la masacre, ellos mismos se quitaron la vida. Tristemente, esta no es la única historia trágica de las escuelas americanas. En muchos barrios hay también episodios de violencia, sobre todo a partir de las pandillas.

Hoy puede haber graves consecuencias         Pero ¿qué transforma a nuestros jóvenes y los convierte en criminales y suicidas cuando tienen la vida por delante y podrían aspirar a hacer algo grande con ella?, ¿no es la juventud la edad de los grandes ideales, del amor, de la entrega, del esfuerzo en el servicio de los demás? Pareciera que las generaciones de jóvenes se marchitaran en la primavera misma de la vida. Es propio de la adolescencia ensayar cierta rebeldía, cierto rechazo a lo estipulado, por la necesidad de reafirmar la propia personalidad. Pero estos ensayos del ‘propio yo’ no pueden convertirse en un peligro para los que conviven con los adolescentes, no pueden derivar en violencia ciega y sin sentido. Hace algunos años, el joven gritaba su rebeldía levantándose el cuello, alborotándose el copete y haciendo alguna travesura relativamente inocente. Hoy, las manifestaciones de esta rebeldía propia del adolescente se han convertido en drogadicción, en sexo indiscriminado, en violencia e, incluso, en muerte. Y ante este panorama, no podemos decir como tal vez solíamos hacerlo: “son jóvenes, ya se les pasará la edad y madurarán…”, porque este “pasar de la edad” puede dejar secuelas de graves consecuencias.
Estar con ellos para que den lo que reciben

        Ante este marco, tal vez la campaña de los Clinton podría ser un remedio que logre ofrecer más seguridad a la comunidad americana. Puede parecer lógico pensar que si los jóvenes están en casa, tendrán menos oportunidad de pervertirse, de hacerse daño y hacer daño a otros; pero, si los padres tampoco están en casa, ésta se convierte entonces en el refugio para evitar miradas indiscretas y protegerse de la policía. Los protagonistas de la matanza de Littleton tenían en su habitación todo tipo de armas, incluso hasta dinamita y bombas. ¿Lo sabría su madre?

        Si el padre y la madre no están con sus hijos, ¿quién está con ellos? Una encuesta realizada en más de 18 ciudades demostró que los adolescentes pasan el 85% de su tiempo frente a la televisión, el internet o algún otro medio de comunicación; el 11% con los amigos (al margen de los medios de comunicación), y sólo el 4% de su tiempo en compañía de alguno de sus padres, tiempo que no siempre se utiliza para convivir, y que muchas veces se convierte más bien en un momento de discusión e incomprensión. Lo que nuestros jóvenes están dando, es lo que están recibiendo. Los niños y adolescentes se regirán por los patrones de conducta que les ofrezcamos: si los padres no están presentes, lo estarán los medios de comunicación y desafortunadamente no siempre ofrecerán los modelos que quisiéramos para nuestros niños.

Algo importante falta a los jóvenes

        ¿Sabemos hasta dónde puede llegar la influencia de la publicidad sexual y la pornografía que entra a nuestra casa por la puerta principal? En 1986, la Comisión Meese para la Pornografía publicó un informe sobre la relación entre criminalidad sexual en Estados Unidos y la legalización de la pornografía. En él se refleja que del año 1960 al año 1986 hubo un incremento de un 526% en las violaciones, y el FBI confirmó que siempre que pesquisan la casa de un violador, éste posee abundante material pornográfico. De manera especial, los niños pequeños son perturbados por las imágenes sexuales y violentas con que se encuentran diariamente en las revistas, televisión y otros medios de comunicación masiva. La misma Comisión Meese ha probado que si un niño o un adolescente se expone de manera repetitiva a imágenes de homosexualidad o de violencia, por ejemplo, tiene más posibilidades de convertirse en homosexual o buscar la violencia como reacción ante cualquier situación.

        ¿Está en nuestras manos hacer algo para cambiar el rumbo de quienes son el futuro de la sociedad? La sociedad debería exigir que no se pueda disponer de material pornográfico y lleno de violencia. Nos encontramos frente a un real compromiso de ser verdaderos educadores y amigos de nuestros hijos. Los adolescentes nos están diciendo con su comportamiento que algo les falta; algo que no han encontrado en su casa, y a juzgar por los crecientes índices de suicidios, los substitutivos que están encontrando, no producen el efecto deseado.

Que sean ellos el objetivo prioritario

        Este problema que alarma a la Casa Blanca, debería alarmar también y sobre todo a nuestra propia casa. Quizá muchas de las madres hemos caído en el gran engaño de hacernos creer que ser madres es un problema o casi una enfermedad y que nuestra única realización se encuentra en el mundo del trabajo, pues sólo ahí podemos servir a la sociedad. Sin embargo, la base de la sociedad del mañana, de la transmisión de valores y códigos de comportamiento es la familia, nuestra propia familia, y nuestros hijos son los primeros miembros de esa sociedad que sufren las consecuencias del abandono del hogar por parte de los padres. Si queremos construir nuestra sociedad hacia afuera, hagámoslo primero desde dentro dando a nuestros hijos la compañía y los patrones de conducta que necesitan para constituir sólidamente la comunidad del mañana. Si optamos sólo por nuestra realización en el mundo laboral al margen de nuestra propia familia, podremos ofrecer a nuestras naciones un sin fin de mujeres profesionistas, pero en pocos años, tendremos también un sin fin de delincuentes a quienes ha hecho falta la diferencia que marca una verdadera familia.