Familia: “Entre la severidad y la tolerancia”

Arturo Ramo García .www.PiensaunPoco.com

Nada ejemplar

        En una convivencia de estudio tuve la oportunidad de convivir y conocer entre otros muchos jóvenes, a Benito, un chico de inteligencia medio alta y buen corazón.

        Pero pronto se puso de manifiesto que se negaba a recoger los platos después de la comida, que no ayudaba a los compañeros, que tenía desordenada su ropa y que siempre se las arreglaba para hacer lo menos posible.

Se acabó confirmando

        Al terminar la convivencia hablé con los padres y me sorprendió sobremanera que ellos no tuvieran esa imagen de su hijo. Para ellos, Benito era un chico excelente, con buenos sentimientos y lleno de valores positivos.

        Con delicadeza, les fui describiendo la conducta observada durante la convivencia y, al final, admitieron que también en casa comía a su capricho, que era el padre el que ponía la mesa mientras Benito veía la televisión, que su madre dejaba la cocina para atender el teléfono mientras el hijo estaba ocupado con un juego de ordenador, que suspendía varias asignaturas porque «el profesor le tenía manía», que dejaba el abrigo en cualquier sitio y que casi siempre eran los padres los que cedían sin apenas resistencia.

El justo medio

        Sin embargo, los padres insistían que no debían obligar al chico, sino que las conductas positivas debían salir de él, porque si se hace las cosas forzado, crecería lleno de resentimientos y así no se conseguiría nada.

        Esta filosofía era muy razonable pero mal llevada a la práctica. Los padres deben dar buen ejemplo, pero la excesiva tolerancia es un error grave. No se trata de imponer una disciplina militar pero tampoco permitir que el hijo haga lo que le dé la gana. Tan equivocado es ser excesivamente severos como excesivamente tolerantes.

Con optimismo y sentido positivo

        Un principio pedagógico fundamental es estimular la actividad del niño educándole con mucha paciencia y, sobre todo, optimismo: que sea él mismo quien se limpie los zapatos, se haga la cama, ayude a poner o quitar la mesa, que coja el teléfono, que abra la puerta cuando llaman y otros trabajos por el estilo.

        Estos detalles influyen mucho en la formación de un buen carácter y favorecen el ambiente familiar.