EN PRESENCIA DEL PADRE

Salvador Canals, Ascética meditada, Ediciones Rialp, 1962

"Somos niños delante de Dios, y si consideramos así nuestra vida ordinaria, en apariencia siempre igual, veremos que las horas de nuestras jornadas se animan, que están llenas de maravillas, diversas entre sí y todas hermosas."

San Josemaría Escrivá, 24-III-1930.


Para garantizar la alegría

        Adimplebis me laetitia cum vultu tuo; me llenarás de alegría con tu presencia. Norma práctica y segura de perfección es el ejerciclo continuo de la presencia de Dios. Vivir contigo, Señor, buscar tu presencia, trabajar sintiéndonos seguidos por tu mirada y verte a Ti en todos los acontecimientos que tejen nuestra vida cotidiana. Saber que puede y debe vivir siempre en la presencia de Dios es, para el cristiano, motivo perenne de alegría.

         Haz que no falte nunca, ¡oh Señor!, en nuestras jornadas la alegría de tu presencia, que no falte en nuestras dificultades cotidianas, en los momentos duros, el consuelo de saberte presente. Horas non numero nisi serenas, no cuento sino las horas serenas: esta inscripción que, bajo un reloj de sol, rompía con su esbelta gracia la austeridad de un viejo muro romano, la he visto vivida y saboreada en la alegría serena que gozan y difunden a su alrededor las almas que caminan en la presencia de Dios. El sentido sobrenatural de la vida –sol que está sobre el horizonte del alma cristiana– disipará con la fuerza de la fe todas las preocupaciones y las ansiedades cotidianas, para dejar al alma en la serenidad de quien lo sabe mirar todo con los ojos de Dios.

Y querremos vivir para Dios

         Cuando vivamos, amigo mío, esta presencia de Dios que ahora –mientras conversamos– nos está pidiendo el Señor, aprenderemos a dirigir hacia El cada una de nuestras acciones y a vivir con una pureza de propósitos cada vez mayor. Deo omnis gloria, para Dios toda la gloria; ésta será la norma de todo lo que hagamos. Tan sólo entonces sabremos esfumarnos ante la grandeza y ante la eficacia de lo que la Iglesia, Madre nuestra, nos hace pedir para todos los cristianos: ...Ut cuncta nostra oratio et operatio a Te semper incipiat et per Te coepta finiatur, que todas nuestras acciones y oraciones empiecen siempre en Ti y que las por Ti comenzadas lleguèn a su fin. Pues sólo entonces seremos de Cristo –ya que toda nuestra vida será suya– y todas nuestras acciones tendrán a Jesucristo como principio y como fin.

Todo parece entonces más fácil

         La pureza de intenciones no es más que presencia de Dios: Dios nuestro Señor está presente en todas nuestras intenciones.¡Qué libre estará nuestro corazón de todo impedimento terrenal, qué limpia será nuestra mirada y qué sobrenatural todo nuestro modo de obrar cuando Jesucristo reine de verdad en el mundo de nuestra intimidad y presida toda nuestra intención!

         Entonces –deja que te lo recuerde– tu alma habrá encontrado la sencilla y clara formula de vivir la santidad en medio del mundo, de buscar la perfección cristiana en todas las actividades de la vida. Podrás santificarte en todo momento: y todo te llevará hacia Dios nuestro Señor.

Todo para Dios

         Piensa: el egoísmo y la sensualidad, el amor propio y el resentimiento no podrán anidarse en tu alma, ni podrán ser móvil de tus acciones, porque Jesucristo, presente en tus intenciones, te defenderá de todo avasallamiento e impedirá cualquier intervención del enemigo de tu santidad, siempre dispuesto a sembrar cizaña ocultamente. Pero en las almas que viven en presencia de Dios no hay cizaña: todo en ellas es buen trigo. Y con la ayuda de Cristo –meta y razón de nuestra vida– podrás tener alejado de tu alma ese sueño que favorece la aproximación del enemigo: y todo en ella erá vigilancia y atención dirigida a la presencia del Señor.

Un vehemente deseo

         Pureza de intenciones: Cristo presente en nuestras intenciones... Una vez en este camino, aprenderemos también a vivir la virtud de la humildad, porque de todas nuestras obras y de nuestro modo de actuar subirá a Dios una protesta de humildad: Non nobis, Domine, non nobis; sed nomini tuo da gloriam! ¡No a nootros, Señor, no a nosotros, pero da gloria a tu nombre!

En todo el camino

         Esta presencia de Dios serenamente buscada y conservada con tenacidad ha de ser el profundo y gozoso secreto de cada uno de tus días.

         Dominus sit in itinere tuo, que el Señor esté en tu camino: estas palabras con que Tobías bendice a su hijo son en verdad el augurio más hermoso que se puede hacer para tu vida familiar, para tu vida social, para tu vida de estudio, para tu vida profesional e incluso para tus horas de entretenimiento o de descanso.

No se desea cambiar

         ¡Y cuánta seguridad da este caminar en la presencia de Dios! ¡Qué decisión en la lucha y qué seguridad de la victoria te dará el sentirte seguido por la mirada paterna de Dios! Cuando la tentación se haga acuciante, esta serena presencia de Dios sabrá trocarse en oración intensa, en petición ardiente, en el grito lleno de fe y de esperanza de los discípulos de Emaus: Mane nobiscum, Domine, quoniam advesperascit!, ¡quédate con nosotros, Señor, porque anochece!

Con un inestimable Amigo

         Si vives en presencia de Dios, aprenderás a ejercitarte en esa rara sabiduría que es el dominio de uno mismo, aprenderás a dominarte y a vencerte y conocerás la alegría de hacer agradable la vida a cuantos estén cerca de ti.

         Por este camino llegarás, amigo mío, a una gran intimidad con el Señor: aprenderás a llamar a Jesús por su nombre y a amar mucho el recogimiento. La disipación, la frivolidad, la superficialidad y la tibieza desaparecerán de tu vida. Serás amigo de Dios: y en tu recogimiento, en tu intimidad, gozarás al considerar aquellas frases de la Escritura: Loquebatur Deus ad Moysem facie ad faciem, sicut solet loqui homo ad amicum sum. Dios hablaba a Moisés cara a cara, como suele hablar un hombre con su amigo.

Con María

         Pide, pues, a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, que te ayude a formular un propósito: el firme y generoso propósito de caminar de ahora en adelante –siempre– en presencia de Dios.