"Gratis lo recibisteis; dadlo gratis"

 

Intervención de Juan Pablo II en la audiencia general del Miércoles de Ceniza. Ciudad del Vaticano, 13 febrero 2002

Convertirnos a la voluntad salvífica de Dios

        1. La audiencia general de hoy, Miércoles de Ceniza, se caracteriza por un particular espíritu de oración, de reflexión y de penitencia. Junto a toda la Iglesia, comenzamos un camino de cuarenta días de preparación para Pascua con el austero signo de la imposición de las cenizas, acompañado por la exhortación de Cristo: "Convertíos y creed en el Evangelio" (cf. Marcos 1, 15). A todo ser humano se le recuerda de este modo su condición de pecador, y al mismo tiempo la necesidad de penitencia y conversión.

        La fe cristiana nos recuerda que esta urgente invitación a rechazar el mal y a cumplir el bien es un don de Dios, de quien procede todo lo bueno para la vida del hombre. Todo surge de la iniciativa gratuita de Dios, quien nos ha creado para la felicidad y orienta todo hacia el auténtico bien. Precede con su gracia nuestro mismo deseo de conversión y acompaña nuestros esfuerzos hacia la plena adhesión a su voluntad salvífica.

Nos asombramos de la generosidad divina

        2. En el Mensaje de Cuaresma de este año, publicado hace algunos días, he querido indicar a toda la catolicidad el tema de la gratuita iniciativa de Dios en nuestra vida, elemento esencial que está presente en toda la revelación bíblica. La Cuaresma es "una ocasión providencial de conversión" pues "nos ayuda a contemplar este estupendo misterio de amor" a la luz del cual Jesús advierte: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (Mateo 10, 8). El camino cuaresmal se muestra así en su realidad más profunda como "un retorno a las raíces de la fe, porque meditando sobre el don de gracia inconmensurable de la Redención, nos damos cuenta de que todo se nos da por amorosa iniciativa divina" (Mensaje para la Cuaresma).

        El apóstol Pablo expresa con palabras incisivas y actuales el carácter gratuito de la gracia de Dios, que nos ha reconciliado con él por amor. Recuerda, de hecho, que "apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Romanos 5, 7-8). Ese Dios, que en su inmenso amor nos ha creado, y que por amor nos ha destinado a la comunión plena con él, espera de nosotros una respuesta generosa, libre y consciente.

El verdadero amor fuente de la gratuidad del don

        3. El camino de conversión, que hoy emprendemos con confianza, se enmarca en este contexto originario de amor y de gratuidad. La limosna y los gestos de caridad, que se nos invita a realizar particularmente en este período penitencial, ¿no constituyen quizá una respuesta a la gratuidad de la gracia divina? Si hemos recibido gratis, gratis debemos dar (cf. Mateo 10, 8).

        La sociedad actual tiene necesidad profunda de redescubrir el valor de la gratuidad, especialmente porque en nuestro mundo parece triunfar con frecuencia una lógica caracterizada exclusivamente por la búsqueda del lucro y de la ganancia a cualquier costo. Ante la sensación difundida de que toda opción y gesto están dominados por la lógica de la compraventa del mercado y del triunfo de la ley de la mayor ganancia posible, la fe cristiana replantea el ideal de la gratuidad, fundado en la libertad consciente de las personas, animadas por un amor auténtico.

        Pongamos estos cuarenta días de intensa oración y penitencia en las manos de la Virgen María, "Madre del Amor Hermoso". Que ella nos guíe y acompañe en la digna celebración del gran misterio de la Pascua de Cristo, revelación suprema del amor gratuito y misericordioso del Padre celestial. ¡Buena Cuaresma a todos!