En el quinto centenario de su fallecimiento.
Mensaje papal sobre la mística santa María Magdalena de Pazzi
Mensaje que ha enviado Benedicto XVI en el centenario de la mística florentina santa María Magdalena de Pazzi (1556-1607).
Ciudad del Vaticano,12 junio de 2007.
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Al cardenal
ENNIO ANTONELLI
Arzobispo de Florencia (Italia)

        Con ocasión del IV centenario de la muerte de santa María Magdalena de Pazzi, me alegra unirme a la amada Iglesia florentina, que desea recordar a esta ilustre hija suya, particularmente amada por ser figura emblemática de un amor vivo que remite a la dimensión mística esencial de toda vida cristiana.

        A la vez que lo saludo con afecto a usted, señor cardenal, y a toda la comunidad diocesana, doy gracias a Dios por el don de esta santa, que cada generación redescubre singularmente cercana por saber comunicar un amor ardiente a Cristo y a la Iglesia.

        Santa María Magdalena de Pazzi, nacida en Florencia el 2 de abril de 1566 y que en la pila del "hermoso San Juan" fue bautizada con el nombre de Catalina, desde su niñez mostró una sensibilidad particular ante lo sobrenatural y se sintió atraída por el coloquio íntimo con Dios. Como era costumbre con respecto a las jóvenes de casas nobles, se encomendó su educación a las Damas de Malta, en cuyo monasterio recibió la primera Comunión el 25 de marzo de 1576 y sólo pocos días después se consagró para siempre al Señor con una promesa de virginidad.

        Al volver a la familia, profundizó en el camino de la oración con la ayuda de los padres jesuitas, que frecuentaban el palacio. Con gran habilidad logró evitar que la condicionaran las exigencias mundanas de un ambiente que, aun siendo cristiano, no le bastaba a causa de su deseo de asemejarse cada vez más a su Esposo crucificado. En este contexto maduró la decisión de dejar el mundo y entrar en el Carmelo de Santa María de los Ángeles, en Borgo San Frediano, donde el 30 de enero de 1583 recibió el hábito del Carmen y el nombre de sor María Magdalena.

        Al enfermarse gravemente en marzo de 1584, solicitó emitir la profesión antes de tiempo y, el 27 de mayo, fiesta de la santísima Trinidad, llevada al coro en camilla, pronunció para siempre ante el Señor sus votos de castidad, pobreza y obediencia.

        Desde ese momento comenzó una intensa vivencia mística, que proporcionó a la santa la fama de gozar de numerosos éxtasis. Son cinco los manuscritos en que las Carmelitas de Santa María de los Ángeles recogieron las experiencias extraordinarias de su joven hermana. A "Los Cuarenta Días", escrito en el verano de 1584, siguieron "Los Coloquios" de la primera mitad del año sucesivo.

        La cumbre del conocimiento místico de sí mismo que Dios concedió a sor María Magdalena se encuentra en "Revelaciones e Inteligencias", ocho días de espléndidos éxtasis que van desde la víspera de Pentecostés hasta la fiesta de la santísima Trinidad del año 1585. Una intensa experiencia que, a los 19 años de edad, la capacitaba para recorrer todo el misterio de la salvación, desde la encarnación del Verbo en el seno de María hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

        Siguieron cinco largos años de purificación interior —María Magdalena de Pazzi habla de ellos en el libro "Probación"— en los que el Verbo, su Esposo, le quitó el sentimiento de la gracia y la dejó como a Daniel en el foso de los leones, entre muchas pruebas y grandes tentaciones. En ese contexto se inserta su ardiente compromiso por la renovación de la Iglesia, después de que en el verano de 1586 algunas iluminaciones de lo alto le mostraron el verdadero estado en que se encontraba la Iglesia en la época postridentina.

        Como santa Catalina de Siena, se sintió "forzada" a escribir algunas cartas para solicitar al Papa, a los cardenales de la Curia, a su arzobispo y a otras personalidades eclesiásticas, un decidido compromiso en favor de la "renovación de la Iglesia", como reza el título del manuscrito que las contiene. Se trata de doce cartas dictadas en éxtasis, tal vez nunca enviadas, pero que permanecen como testimonio de su pasión por la Sponsa Verbi.

        En Pentecostés de 1590 terminó su dura prueba. Esto le permitió dedicarse con todas sus fuerzas al servicio de la comunidad y en particular a la formación de las novicias. Sor María Magdalena tuvo el don de vivir la comunión con Dios de una forma cada vez más interiorizada, hasta el punto de que se convirtió en una referencia para toda la comunidad, que todavía hoy sigue considerándola como "madre".

        El amor purificado, que latía en su corazón, la abría al deseo de la plena configuración con Cristo, su Esposo, hasta compartir con él el "desnudo padecer" de la cruz. Los últimos tres años de su vida fueron para ella un auténtico calvario de sufrimientos. La tisis comenzó a manifestarse claramente. Sor María Magdalena se vio obligada a retirarse poco a poco de la vida activa de la comunidad para sumergirse cada vez más en el "padecer desnudamente por amor a Dios". La afligieron penas atroces del cuerpo y del espíritu, que duraron hasta su muerte, acontecida el viernes 25 de mayo de 1607. Murió cerca de las tres de la tarde, mientras una alegría desacostumbrada invadía todo el monasterio.

        No habían pasado veinte años desde su muerte cuando el Papa florentino Urbano VIII la proclamó beata. El Papa Clemente IX la incluyó en el catálogo de los santos el 28 de abril de 1669. Su cuerpo, incorrupto, es meta de constantes peregrinaciones. El monasterio en que vivió la santa es hoy sede del seminario arzobispal de Florencia, que la venera como patrona, y la celda en la que murió se ha transformado en una capilla, en cuyo silencio se percibe aún su presencia.

        Santa María Magdalena de Pazzi sigue siendo una presencia espiritual inspiradora para las Carmelitas de la antigua observancia. En ella ven a la "hermana" que recorrió totalmente la senda de la unión transformadora con Dios y que señala a María como la "estrella" del camino que lleva a la perfección. Esta gran santa tiene para todos el don de ser maestra de espiritualidad, especialmente para los sacerdotes, por los que sintió siempre una verdadera pasión.

        Deseo vivamente que las celebraciones jubilares de su muerte contribuyan a dar a conocer cada vez más a esta luminosa figura, que a todos manifiesta la dignidad y la belleza de la vocación cristiana. Del mismo modo que, cuando vivía, al sonar las campanas exhortaba a sus hermanas diciéndoles: "Venid a amar al Amor", ojalá que, la gran mística, desde Florencia, desde su seminario, desde los monasterios carmelitanos que se inspiran en ella, haga resonar hoy su voz en toda la Iglesia, difundiendo el anuncio del amor de Dios a toda criatura humana.

        Con este deseo, lo encomiendo a usted, venerado hermano, y a la Iglesia florentina a la protección celestial de santa María Magdalena dePazzi, y de corazón imparto a todos una bendición apostólica especial.

        Vaticano, 29 de abril de 2007