Mensaje de S.S. Juan Pablo II para los participantes de la tercera sesión plenaria de Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino

Ciudad del Vaticano, miércoles 21 de junio 2002.

Santo Tomás maestro de pensamiento

        1. Me complace dirigirles este mensaje, queridos socios ordinarios de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, en ocasión de su Sesión plenaria. Les saludo cordialmente, con un particular reconocimiento hacia el Señor Cardenal Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, que preside la actividad de las Academias Pontificias, y hacia el Presidente y el Secretario de su benemérita Academia. Querría, además, recordar al fallecido Mons. Antonio Piolanti, antiguo Presidente de esta Academia, que por muchos años prestó a la Iglesia un valioso servicio.

        Su ilustre Sociedad, renovados sus Estatutos y enriquecida con la presencia de estudiosos de fama internacional, continua dedicándose con fruto al estudio de la obra de Santo Tomás, siempre "propuesto por la Iglesia como maestro del pensamiento y modelo del recto modo de hacer teología" (Fides et ratio, 43). En la presente Asamblea plenaria su reflexión ha elegido como tema "El diálogo sobre el bien", en la perspectiva trascendental, que examina la relación del bien con el ser y por tanto también con Dios.

Las respuestas que hoy son necesarias

        2. Proseguid, queridos y estimados investigadores, por este camino. Hoy, junto a maravillosos descubrimientos científicos y a sorprendentes progresos tecnológicos, no carecemos en el panorama de la cultura y de la investigación de sombras y lagunas. Estamos asistiendo a algunos grandes olvidos: el olvido de Dios y del ser, el olvido del alma y de la dignidad del hombre. Esto genera a veces una situación de angustia, a la cual es necesario ofrecer respuestas ricas en verdad y en esperanza. Frente a pensadores paganos que, privados de la luz superior de la Revelación, no estaban al nivel de dar solución a los problemas radicales del hombre, Santo Tomás exclamaba: "Quantam angustiam patiebantur hinc et inde illa praeclara ingenia!" (ScG, III, 48, n. 2261).

        Es necesario ante todo volver a la metafísica. En la Encíclica Fides et ratio, entre las exigencias y misiones actuales de la filosofía, indicaba como "necesaria una filosofía de corte auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos per llegar, en su búsqueda de la verdad, a aquello absoluto, último, fundante" (n. 83). El discurso sobre el bien supone una reflexión metafísica. De hecho en el ser la verdad tiene su fundamento y el bien es su consistencia. Entre el ser, la verdad y el bien, Tomás descubre una real y profunda circularidad.

El problema del mal en el mundo

        3. En la comprensión del bien se encuentra también la solución al misterio del mal. Tomás dedicó toda su obra a la reflexión sobre Dios, y es en este contexto en el que desarrolla las dieciseis cuestiones sobre el mal (De Malo). Siguiendo a Agustín, se pregunta: "Unde malum, unde hoc monstrum?". En el célebre artículo de la Summa Theologiae sobre las cinco vías por las que la inteligencia humana arriba a la existencia de Dios, reconoce como gran obstáculo en tal camino la realidad del mal en el mundo (cfr I q. 2, 3, obi. 1).

        Muchos de nuestros contemporáneos se cuestionan: ¿Cómo, si Dios existe, permite el mal? Es necesario entonces hacerles comprender que el mal es privación del bien debido, y que el pecado es la aversión del hombre a Dios, fuente de todos los bienes.

        Un problema antropológico, tan central para la cultura de hoy, no encuentra solución si no es a la luz de aquello que podemos definir como "meta-antropología". Se trata de la comprensión del ser humano como ser consciente y libre, homo viator, que cambia y es el mismo al mismo tiempo. En él se concilia la diversidad: lo uno y los muchos, cuerpo y alma, masculino y femenino, persona y familia, individuo y sociedad, naturaleza e historia.

Pobre conocimiento actual sobre el hombre

        4. Santo Tomás, además de insigne filósofo y teólogo, ha sido maestro de humanidad. Doctor humanitatis lo he definido en 1980, justamente por esta característica comprensión suya del hombre en su racionalidad y en su condición de ser libre. En París, mientras comentaba la obra de las Sentencias de Pedro Lombardo, descubrió el rol de la razón práctica en el ser y en el devenir del hombre. Mientras la razón especulativa está ordenada al conocimiento de la verdad, la razón práctica está ordenada al obrar, a la dirección de lo que es el actuar humano.

        El hombre, que ha recibido de Dios como don la existencia, tiene en sus manos la tarea de dirigirla en un modo conforme a la verdad, descubriendo su auténtico sentido (cfr Enc. Fides et ratio, 81). En esta búsqueda emerge la constante cuestión moral, formulada en el Evangelio con la pregunta: "Maestro, ¿qué es lo bueno que debo hacer?" (Mt 19, 16). La cultura de nuestro tiempo habla mucho del hombre y de él sabe muchas cosas, pero a menudo da la impresión de ignorar lo que verdaderamente es. En efecto, el hombre se comprende plenamente a sí mismo sólo a la luz de Dios. Es "imago Dei", creado por amor y destinado a vivir en la eternidad en comunión con Él.

        El Concilio Ecuménico Vaticano II enseña que el misterio del hombre encuentra solución sólo a la luz del misterio de Cristo (cfr Gaudium et spes, 22). Por este camino, En la Encíclica Redemptor hominis también yo quise confirmar que el hombre es la primera y principal vía que persigue la Iglesia (cfr n. 14). Frente a la tragedia del humanismo ateo, es una misión de los creyentes anunciar y testimoniar que el verdadero humanismo se manifiesta en Cristo. Sólo en Cristo la persona puede realizarse en plenitud.

María Asiento de la Sabiduría

        5. Ilustres y queridos socios de la Pontificia Academia de Santo Tomás, la fuerza del Espíritu guíe sus tareas y haga rendir eficazmente su investigación.

        Invocando la constante protección de María, Sedes Sapientiae, y de Santo Tomás de Aquino sobre cada uno de ustedes y sobre su Academia, de corazón les bendigo a todos.