Intervención del Papa preparando la vigilia de oración con los jóvenes

Saludo de apertura del Santo Padre Juan Pablo II en la vigilia de oración que presidió junto a unos 600.000 jóvenes en la tarde de este sábado, en el Downsview Park de Toronto, 27 de julio de 2002.

Una riqueza del Espíritu Santo

        Jóvenes del mundo, queridos amigos:

        1. ¡En nombre del Señor, os saludo a todos con cariño! Me siento feliz de estar nuevamente entre vosotros, después de los días que habéis pasado de catequesis, de reflexión, de encuentro y de fiesta. Nos estamos acercando a la fase final de vuestra Jornada Mundial, cuyo punto culminante será nuestra celebración eucarística de mañana.

        En vosotros, reunidos en Toronto de las cuatro esquinas de la tierra, la Iglesia lee su futuro, y siente la llamada a la juventud con la que el Espíritu Santo siempre la enriquece. El entusiasmo y alegría que mostráis son un signo seguro de vuestro amor por el Señor, y de vuestro deseo de servirlo en la Iglesia y en vuestros hermanos y hermanas.

Unidos con los jóvenes de Polonia allí reunidos

        2. Hace unos días, en Wadowice, mi ciudad natal, tuvo lugar el Tercer Foro Internacional de Jóvenes. Congregó a jóvenes católicos, greco-católicos y ortodoxos de Polonia y Europa Oriental. Hoy, miles de jóvenes de toda Polonia están allí reunidos y unidos a nosotros por medio de un enlace televisivo para celebrar esta vigilia de oración con nosotros. Permitidme saludarlos en polaco.

        Saludo a los jóvenes que hablan polaco, venidos aquí en gran número de nuestra patria y de otros países del mundo, así como a los miles de jóvenes que se han reunido en Wadowice procedentes de toda Polonia y de los países de Europa del Este para vivir junto a nosotros esta vigilia de oración. A todos deseo que estos días traigan abundantes frutos de generoso empuje en la adhesión a Cristo y su Evangelio.

Preparando la oración de la tarde         3. Durante la vigilia de esta noche daremos la bienvenida a la Cruz de Cristo, signo del amor de Dios por la humanidad. Alabaremos al Señor Resucitado, luz que brilla en las tinieblas. Rezaremos con los Salmos, repitiendo las mismas palabras que Jesús utilizó durante su vida en la tierra cuando hablaba con su Padre. Los Salmos siguen siendo hoy la oración de la Iglesia. Luego, escucharemos la Palabra de Dios, lámpara para nuestros pasos, luz para nuestro camino (Cf. Salmos 119, 105). Os invito a que seáis la voz de los jóvenes de todo el mundo, para expresar vuestras alegrías, vuestras decepciones, vuestras esperanzas. Poned vuestra atención en Jesús, el Dios Viviente, y repetid lo que los apóstoles le pidieron: «Señor, enséñanos a orar». La oración será la sal que da sabor a vuestras vidas, y que os conduce a Él, verdadera luz de la humanidad.