El Rosario, contemplación del rostro de Cristo

Intervención de Juan Pablo II en la audiencia general que ofreció este domingo antes de rezar la oración mariana del «Angelus» ante miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Ciudad del Vaticano, 27 octubre 2002

Mes del Rosario         ¡Queridos hermanos y hermanas!

        1. Estamos llegando al final del mes de octubre, el mes del santo Rosario. Como sabéis, los próximos meses, hasta octubre de 2003, constituyen un «Año del Rosario» especial. De este modo, he deseado poner mi vigesimoquinto año de pontificado bajo el signo de esta oración.

        El motivo más importante para volver a proponer la práctica de Rosario es el hecho de que constituye un medio válido para favorecer entre los fieles ese compromiso de contemplación del rostro de Cristo, al que he invitado al concluir el gran Jubileo del año 2000.

Contemplando a Cristo en el Rosario

        2. Modelo insuperable de contemplación cristiana es la Virgen María (Cf. carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», 10). Desde la concepción hasta la resurrección y ascensión al Cielo de Jesús, la Madre ha mantenido la mirada de su corazón inmaculado fija en el Hijo divino: mirada sorprendida, mirada penetrante, mirada dolorida, mirada radiante (cf. ibídem). Cada uno de los cristianos y la comunidad eclesial hace precisamente propia esta mirada mariana llena de fe y de amor al recitar el Rosario.

        Para «potenciar el significado cristológico del Rosario» (ibídem, 19), la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», integra los tradicionales tres ciclos de misterios –el de la alegría, el del dolor, el de la gloria– con un nuevo ciclo: los misterios de la luz que afectan a la vida pública de Cristo.

Rezando como María         3. Como toda oración auténtica, el Rosario no aleja de la realidad, sino que ayuda a vivir en ella unidos interiormente a Cristo dando testimonio del amor de Dios. Este documento mencionado exhorta, por ello, a descubrir la belleza del rezo del Rosario en familia. «La familia que reza unida, permanece unida» (ibídem, 41).

        El Rosario, además, es una «oración orientada por su propia naturaleza a la paz». En este Año del Rosario, los cristianos están llamados a dirigir su mirada a Cristo, Príncipe de la paz, para que en los corazones y entre los pueblos prevalezcan pensamientos y gestos de justicia y de paz.

        Invoquemos hoy, en particular, la intercesión de la Virgen, tan amada por el pueblo ruso, que en estos últimos días tanto ha sufrido. Mientras rezamos por las víctimas de la reciente y dolorosa vicisitud, pidamos a la Virgen Santa que no se repitan hechos semejantes.

        «María, que pones en nuestras manos el Santo Rosario, enséñanos a rezarlo convirtiéndonos, siguiendo tu escuela, en auténticos contemplativos y testigos de Cristo».