BIOGRAFÍA DE JESÚS

CAPÍTULO VII


Pbro. Dr. Raúl Lanzetti www.iglesia.org

 


La última actividad en Galilea
        Por propia decisión, el Señor permanece luego en Galilea durante un tiempo más o menos largo —unos cinco meses— antes de dirigirse definitivamente hacia Jerusalén. No se trató de una nueva actividad en esta región, ya que Jesús consideró terminada esa labor con la segunda multiplicación de los panes. Fue más bien un poner distancia respecto de Jerusalén, debido a los intentos de darle muerte que se fraguaban en la capital (Jn 7, 1). No es que Jesús temiera la realización de esos tristes proyectos; es que simplemente quería ser El mismo quien eligiera el momento de dar su vida, lo que El llamaba su hora. De hecho es poca la información que tenemos de la actividad en esta época, concentrada más bien en la instrucción a los Doce. Lo hacía caminando por Galilea con sus discípulos.

        En el curso de una de estas caminatas con los Doce hizo el segundo anuncio de la pasión y resurrección (Mt 17, 22-23; Mc 9, 30-32; Lc 9, 43b-45). De vuelta ya a Cafarnaún le es solicitado al Señor el pago del impuesto del Templo (Mt 17, 24-27). Y ya en la casa Jesús se extiende en la enseñanza acerca de la vida en la comunidad de sus discípulos, en la Iglesia (Mt 18, 1-35; Mc 9, 33-50; Lc 9, 46-50; 17, 1-10).

De Galilea a Judea        
        Poco antes de la fiesta de Tabernáculos —en octubre/noviembre del 29 dC— el Señor toma la decisión de ir a Jerusalén abandonando definitivamente la Galilea (Mt 19, 1a; Mc 10, 1a; Lc 9, 51; Jn 7, 2-10).

        Aunque se trasladó con discreción, de todas formas el Señor no pudo evitar algunos sucesos, conocidos solamente por sus testigos presenciales. Durante el viaje a la capital, y estando en la frontera entre Galilea y Samaría, Jesús realiza la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19). En diálogo con ciertos fariseos imparte varias enseñazas sobre los últimos tiempos (Lc 17, 20-37). Muy en conexión con lo anterior expone la parábola del juez inicuo y la viuda importuna (Lc 18, 1-8). Y acercándose ya a Jerusalén enseña la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).

        Comienza ahora un período —magistralmente relatado por San Juan— de intensa actividad del Señor en Jerusalén.

En la fiesta de Tabernáculos
        Entre la multitud que acudía para la fiesta el clima era a la vez de ansiedad y de temor. Seguía en marcha el intento de dar muerte a Jesús con el conocimiento de las autoridades hebreas. Por eso los complotados andaban buscándole (Jn 7, 11) y había rumores y expectativas entre la gente (Jn 7, 12-13).

        A mediados de la fiesta —duraba ocho días— el Señor decide salir de su estar de incógnito y enseña públicamente en el Templo (Jn 7, 14-30). Se suscitó una variedad de reacciones (Jn 7, 31); y entonces los fariseos comienzan a promover un mandato de captura del Sanedrín (Jn 7, 32). Al tanto de estas tratativas, Jesús anuncia su próxima partida (Jn 7, 33-36).

        El último día de la fiesta —el más importante— Jesús hizo gritando la promesa del agua viva (Jn 7, 37-39). Se suscitaron nuevas divisiones entre la gente (Jn 7, 40-43). También falla el intento de arresto ordenado por miembros del Sanedrín al servicio de seguridad del Templo (Jn 7, 44). Después de ser informado de este fracaso, se produce un profundo desacuerdo en el Sanedrín acerca de Jesús (Jn 7, 45-53). El Señor se retira entonces al Monte de los Olivos (Jn 8, 1).

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