Intervención en el domingo de la Divina Misericordia.

La paz, «don por excelencia» de Cristo resucitado

Intervención de Juan Pablo II antes de rezar la oración mariana del Regina Caeli junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Ciudad del Vaticano, 18 de abril de 2004.

Fruto de la Pasión         1. Desde lo alto de la Cruz, el Viernes Santo, Jesús nos dejó como testamento el perdón: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34). Torturado y escarnecido, invocó misericordia para sus asesinos. Sus brazos abiertos y su corazón traspasado se convirtieron de este modo en el sacramento universal de la ternura paterna de Dios, que ofrece a todos el perdón y la reconciliación.

        El día de la resurrección, al aparecerse a los discípulos, el Señor les saludó con estas palabras: «¡La paz esté con vosotros», y les mostró las manos y el costado con los signos de la pasión. Ocho días después, como leemos en la página del Evangelio de hoy, regresó para encontrarse con ellos en el Cenáculo y les dijo de nuevo: «¡La paz esté con vosotros!» (Cf. Juan 20, 19-26).

Siempre dispuesto

        2. La paz es el don por excelencia de Cristo crucificado y resucitado, fruto de la victoria de su amor sobre el pecado y la muerte. Al ofrecerse a sí mismo, víctima inmaculada de expiación sobre el altar de la Cruz, difundió sobre la humanidad la ola benéfica de la Divina Misericordia.

        Jesús, por tanto, es nuestra paz, pues es la manifestación perfecta de la Divina Misericordia. Infunde en el corazón humano, abismo siempre expuesto a la tentación del mal, el amor misericordioso de Dios.

Necesidad para todo el mundo

        3.Hoy, domingo «in Albis», celebramos el domingo de la Divina Misericordia. El Señor nos envía también a nosotros a llevar a todos su paz, fundada en el perdón y la remisión de los pecados. Se trata de un don extraordinario, que quiso ligar al Sacramento de la penitencia y de la reconciliación.

        ¡Cuánta necesidad tiene la humanidad de experimentar la eficacia de la misericordia de Dios en estos tiempos marcados por la incertidumbre creciente y por conflictos violentos!

        Que María, Madre de Cristo nuestra paz, quien en el Calvario recogió su testamento de amor, nos ayude a ser testigos y apóstoles de su infinita misericordia.