Introducción y oración conclusiva del Papa al rezar el Rosario

Intervención de Juan Pablo II al introducir la oración del Rosario este sábado en la Gruta de Massabielle, así como la oración conclusiva.

Lourdes, 15 agosto 2004 de 2004.

En una Escuela de oración [Introducción]

        Queridos hermanos y hermanas:

        1. Al arrodillarme aquí, ante la Gruta de Massabielle, siento con emoción que he llegado a la meta de mi peregrinación. Esta gruta, en la que se apareció María, es el corazón de Lourdes. Recuerda a la gruta del monte Horeb en el que Elías se encontró con el Señor, quien le habló en «el susurro de una brisa suave» (1 Reyes 19, 12).

        Aquí, la Virgen invitó a Bernadette a rezar el Rosario, desgranando ella misma un Rosario. De este modo, esta gruta se ha convertido en la sede de una sorprendente escuela de oración, en la que María enseña a todos a contemplar con ardiente amor el rostro de Cristo.

        Por este motivo, Lourdes es el lugar en el que los creyentes de Francia y de muchas otras naciones de Europa y del mundo rezan, de rodillas.

Por los Vocasiones

        2. Peregrinos a Lourdes, también nosotros queremos esta tarde, al rezar con la Virgen, recorrer de nuevo los «misterios» en los que Jesús se manifiesta como «luz del mundo». Acordémonos de su promesa: «el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12).

        Queremos aprender de la humilde sierva del Señor la disponibilidad dócil a la escucha y el compromiso generoso para acoger en nuestra vida las enseñanzas de Cristo.

        En particular, al meditar en la participación de la Madre del Señor en la misión redentora de su Hijo, os invito a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la virginidad por el Reino de Dios para que aquellos que son llamados sepan responder con disponibilidad y perseverancia.

Todo por Jesús 3. Con la mirada puesta en la Santa Virgen María, digamos junto a Bernadette : «Mi buena Madre, tened piedad de mi; me entrego totalmente a vos para que me deis a vuestro querido Hijo, a quien quiero amar de todo corazón. Mi buena Madre, dadme un corazón que arda totalmente por Jesús».
¡Dios te salve María, ruega por nosotros!

[Oración final]

Dios te salve María, mujer pobre y humilde,
bendecida por el Altísimo!
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nos asociamos a tu himno de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la liberación total del hombre.

¡Dios te salve María, humilde servidora del Señor,
gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, morada santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la voz del Espíritu,
atentos a sus llamamientos en la intimidad de nuestra conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

¡Dios te salve María, virgen dolorosa,
Madre de los vivos!
Virgen esposa ante la Cruz, nueva Eva,
sé nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a transmitir el amor de Cristo,
enséñanos a permanecer contigo
junto a las innumerables cruces
en las que tu Hijo todavía está crucificado.

¡Dios te salve María, mujer de fe,
primera entre los discípulos!
Virgen, Madre de la Iglesia, ayúdanos a testimoniar siempre
la esperanza que nos habita,
teniendo confianza en la bondad del hombre
y en el amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo, desde el interior:
en lo profundo del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.

Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.
Amén.