La Eucaristía, encuentro regenerador y de amor con Jesús Resucitado

Una comunión regeneradora, expresión de amor, con Jesús resucitado: así es la Eucaristía, explicó el predicador de la Casa Pontificia, haciendo un llamamiento a redescubrir en esta línea el domingo y a evitar su "despersonalización".
El actual ingreso en el Policlínico Gemelli ha impedido a Juan Pablo II estar presente en las meditaciones que cada año, durante cuatro viernes de Cuaresma, le ayudan junto a sus colaboradores a prepararse para la Pascua.
Cardenales, arzobispos, obispos, prelados de la familia pontificia, de la Curia romana y del Vicariato de Roma, superiores generales o procuradores de órdenes religiosas parte de la capilla pontificia, han sido invitados a la Capilla "Redemtoris Mater" del Palacio Apostólico del Vaticano, donde en el marco del Año de la Eucaristía convocado por el Santo Padre, el padre Raniero Cantalamessa OFMcap abordó la primera de sus predicaciones cuaresmales, una continuación de la reflexión del himno eucarístico "Adoro te devote" que propuso el pasado Adviento.

Ciudad del Vaticano, viernes, 25 febrero 2005 (ZENIT.org).

 


Plagas, sicut Thómas, non intúeor,
Deum tamen meum te confíteor;
fac me tibi semper magis crédere,
in te spem habére, te dilígere.

No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios;
haz que yo crea más y más en ti,
que en ti espere, que te ame.

        La cuartaa estrofa «nos llevaba al Calvario para» revivir «la muerte de Cristo»; ahora, la cuarta –«No veo las llagas como las vio Tomás / pero confieso que eres mi Dios: / haz que yo crea más y más en Ti, / que en Ti espere, que te ame»–, objeto de la meditación de este viernes, «nos lleva al cenáculo para hacernos encontrar con el Resucitado», explicó el padre Cantalamessa.

        Y es que fue allí donde ocurrió la primera aparición de Cristo, el mismo día de la resurrección, y la segunda aparición –en la que se sitúa el episodio del Apóstol Tomás– volvió a suceder también el primer día después del sábado, aclaró el padre Cantalamessa, haciendo una síntesis de su predicación.

        En el «Adoro te devote» se pone «en evidencia la profunda analogía que existe entre la situación de Tomás y la del creyente» –subrayó–; «él pide tocar sus llagas [las de Cristo. Ndr], pero también nosotros podemos pedirle [a Cristo] que toque las nuestras... Llagas distintas de las suyas, producidas por el pecado, no por el amor. Tocarlas para curarlas».

        Añadió el predicador del Papa que «la insistencia en el dato cronológico de estas apariciones muestra la intención del evangelista de presentar el encuentro de Jesús con los suyos en el cenáculo como el prototipo de la asamblea dominical de la Iglesia».

        En esos momentos «Jesús se hace presente entre sus discípulos en la Eucaristía; les da la paz y el Espíritu Santo; en la comunión ellos tocan, más aún, reciben su cuerpo herido y resucitado y, como Tomás, proclaman su fe en Él. Están casi todos los elementos de la Misa», constató.

        La verdad teológica que subraya la cuarta estrofa meditada «es que en la Eucaristía está presente no sólo el Crucificado, sino también el Resucitado» –explicó–, que es «memorial tanto de la Pasión como de la Resurrección», que «en toda Misa Jesús es a la vez víctima y sacerdote»: «como víctima Él hace presente su muerte», «como sacerdote hace presente su resurrección».

        Y «a través de la resurrección es Dios Padre quien entra como protagonista en el misterio eucarístico. Si de hecho la muerte de Cristo es obra de los hombres, la resurrección es obra del Padre», puntualizó.

        Redescubrimiento del domingo: día de la Resurrección
«El profundo vínculo teológico entre la Eucaristía y la resurrección crea el vínculo litúrgico entre la Eucaristía y el domingo». De hecho, es significativo que el día por excelencia «de la celebración eucarística no sea el de la muerte de Cristo, el viernes, sino el día de la resurrección, el domingo», observó el padre Cantalamessa.

        «Hay razones pastorales urgentes que impulsan a redescubrir el domingo como “día de la resurrección” –alertó ante los presentes–. Hemos vuelto a estar más cerca de la situación de los primeros siglos que de la del medioevo, cuando el aspecto más importante del domingo era el precepto del descanso festivo».

        «Ya no hay una legislación civil que “proteja”, por así decir, el día del Señor»; incluso «la propia ley del descanso festivo está sujeta, en la organización actual del trabajo, a muchos límites y excepciones», constató.

        Es nuestra tarea «redescubrir lo que era el domingo en los primeros siglos –exhortó el padre Cantalamessa– cuando era un día especial no por apoyos externos, sino por su propia fuerza interna».

        Advirtió que «ningún fiel debería regresar a casa de la Misa dominical sin sentirse en alguna medida también él “regenerado a una esperanza viva por la resurrección de Jesús de entre los muertos” (1P 1, 3)»

        Poco hace falta para lograr esto «y poner a toda la celebración dominical bajo el signo pascual de la resurrección –sugirió–: pocas, vibrantes, palabras en el momento del saludo inicial, la elección de una fórmula de despedida final apropiada, como “El gozo del Señor sea nuestra fuerza: id en paz”, o bien “Id y llevad a todos el gozo del Señor resucitado”».

Respuesta de amor
        Del recuerdo de Tomás y de las palabras de Cristo –«Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20, 29)– una invocación orante cierra la estrofa meditada: «Haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame».

        «En la práctica –aclaró el predicador del Papa– se pide un aumento de las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad», que «no pueden no reencenderse al contacto con aquél que es su autor y su objeto, Jesús, Hijo de Dios y Él mismo Dios».

        La «reina» de estas virtudes es el amor –recalcó–; y el «Adoro te devote» «nos habla de un aspecto particular del amor: el amor del alma por Jesús» –«Haz que te ame»–.

        «Es de este amor de respuesta del que se pide un aumento. Una llamada cuanto más preciosa para nosotros hoy, para “no despersonalizar” la Eucaristía, reduciéndola a la sola dimensión comunitaria y objetiva. Una verdadera comunión entre dos personas libres no puede realizarse sino en el amor», concluyó el padre Cantalamessa.