Católico, Apostólico, ¡Romano!
—Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer
tu "romería", videre Petrum, para ver a
Pedro
Camino,
520
Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que
has puesto en mi corazón.
Camino,
573
Si tienes "vida de infancia", por
ser niño, has de ser espiritualmente goloso.
—Acuérdate, como los de tu edad, de las cosas buenas
que guarda tu Madre.
Y esto muchas veces al día.
—Es cuestión de segundos... María...
Jesús... el Sagrario... la Comunión... el
Amor... el sufrimiento... las ánimas benditas del
purgatorio... los que pelean: el Papa, los sacerdotes... los
fieles... tu alma... las almas de los tuyos... los Angeles
Custodios... los pecadores...
Camino,
898
Cada día has de crecer en
lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un
amor siempre más ¡teológico!
Surco,
353
Ama, venera, reza,
mortifícate —cada día con más
cariño— por el Romano Pontífice, piedra
basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres,
a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos,
aquella labor de santificación y gobierno que
Jesús confió a Pedro.
Forja,
134
Tu más grande amor, tu mayor
estima, tu más honda veneración, tu obediencia
más rendida, tu mayor afecto ha de ser también
para el Vice-Cristo en la tierra, para el Papa.
Hemos de pensar los católicos
que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen
Santísima, en la jerarquía del amor y de la
autoridad, viene el Santo Padre.
Forja,
135
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