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Poner
en práctica el mandamiento nuevo del amor
"Se comprende muy bien
la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un
alma naturalmente cristiana (cfr. Tertuliano, Apologeticum, 17
—PL 1, 375—), no se resignan ante la injusticia personal y social que
puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los
hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado
en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar".
"Los
bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura,
encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas
humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples
cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia,
que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos
en práctica ese mandamiento nuevo del amor".
Es
Cristo que pasa, 111
Una
sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo
"Un hombre o una sociedad
que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no
se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida
del amor del Corazón de Cristo. Los cristianos -conservando siempre
la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica
las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo—, han
de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo,
su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz,
un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres".
Es
Cristo que pasa, 167
Una
raza, una lengua, un color
"Nuestro Señor ha venido
a traer la paz, la buena nueva, la vida, a todos los hombres. No sólo
a los ricos, ni sólo a los pobres. No sólo a los sabios, ni sólo a los
ingenuos. A todos. A los hermanos, que hermanos somos, pues somos hijos
de un mismo Padre Dios. No hay, pues, más que una raza: la raza de los
hijos de Dios. No hay más que un color: el color de los hijos de Dios.
Y no hay más que una lengua: ésa que habla al corazón y a la cabeza,
sin ruido de palabras, pero dándonos a conocer a Dios y haciendo que
nos amemos los unos a los otros".
Es
Cristo que pasa, 106
Nuestra
vida es un servicio
"Toda nuestra vida es
eso, hijas e hijos míos, un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales,
porque el Opus Dei no es ni será nunca —ni podrá serlo— un instrumento
temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis
más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo, limpiamente,
con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de
la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino
que educa, que agranda el corazón —lo hace más romano, en el sentido
más alto de esta palabra— y lleva a buscar el honor y el bien de las
gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes,
menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad,
más caridad y más paz".
En
El Opus Dei en la Iglesia, p. 178
Donde
hay pobreza, tristeza y dolor
"El Opus Dei» ha de estar presente «donde hay pobreza, donde hay falta
de trabajo, donde hay tristeza, donde hay dolor, para que el dolor se
lleve con alegría, para que la pobreza desaparezca, para que no falte
trabajo —porque formamos a la gente de manera que lo pueda tener—, para
que metamos a Cristo en la vida de cada uno, en la medida en que quiera,
porque somos muy amigos de la libertad".
En
Una mirada hacia el futuro desde el corazón de Vallecas, Madrid,
1998, p. 135. Palabras del 1-X-1967
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