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San Josemaría dedicó buena parte de su predicación a recordar la llamada universal a la santidad: la posibilidad de descubrir la grandeza de Dios en medio de los quehaceres cotidianos. Incluimos algunos textos del fundador del Opus Dei sobre la búsqueda de la santidad en la vida corriente. Textos
escogidos de san Josemaría Escrivá
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Para pacificar las almas con auténtica paz, para transformar la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro, resulta indispensable la santidad personal. En mis charlas con gentes de tantos países y de los ambientes sociales más diversos, con frecuencia me preguntan: ¿Y qué nos dice a los casados? ¿Qué, a los que trabajamos en el campo? ¿Qué, a las viudas? ¿Qué, a los jóvenes? Respondo sistemáticamente que tengo un solo puchero. Y suelo puntualizar que Jesucristo Señor Nuestro predicó la buena nueva para todos, sin distinción alguna. Un solo puchero y un solo alimento: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra (Ioh IV, 34.). A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén. Hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarle en la oración, hablar con El, manifestarle de corazón a corazón nuestro afecto.
Vosotros y yo formamos parte de la familia de Cristo, porque El mismo nos escogió antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha en su presencia por la caridad, habiéndonos predestinado como hijos adoptivos por Jesucristo, a gloria suya, por puro efecto de su buena voluntad (Eph I, 45.). Esta elección gratuita, que hemos recibido del Señor, nos marca un fin bien determinado: la santidad personal, como nos lo repite insistentemente San Pablo: haec est voluntas Dei: sanctificatio vestra (1 Thes IV, 3.), ésta es la Voluntad de Dios: vuestra santificación. No lo olvidemos, por tanto: estamos en el redil del Maestro, para conquistar esa cima. La meta que os propongo mejor, la que nos señala Dios a todos no es un espejismo o un ideal inalcanzable: podría relataros tantos ejemplos concretos de mujeres y hombres de la calle, como vosotros y como yo, que han encontrado a Jesús que pasa quasi in occulto (Ioh VII, 10.)p por las encrucijadas aparentemente más vulgares, y se han decidido a seguirle, abrazados con amor a la cruz de cada día (Cfr. Mt XVI, 24.). En esta época de desmoronamiento general, de cesiones y desánimos, o de libertinaje y anarquía, me parece todavía más actual aquella sencilla y profunda convicción que, en los comienzos de mi labor sacerdotal, y siempre, me ha consumido en deseos de comunicar a la humanidad entera: estas crisis mundiales son crisis de santos.
n.
267. Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros
de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá
lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también
está siempre a nuestro lado. n.
702. Estás intranquilo. -Mira: pase lo que pase en tu vida interior
o en el mundo que te rodea nunca olvides que la importancia de los sucesos
o de las personas es muy relativa. -Calma: deja que corra el tiempo;
y, después, viendo de lejos y sin pasión los acontecimientos
y las gentes adquirirás la perspectiva, pondrás cada cosa
en su lugar y con su verdadero tamaño.
n.
486. Me escribía aquel muchachote: "mi ideal es tan grande
que no cabe más que en el mar". Le contesté:
¿y el Sagrario, tan "pequeño"?; ¿y el
taller "vulgar" de Nazaret? n.
500. Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito
de protesta: ¡siempre la misma cosa! n. 883. Te has consolado con la idea de que la vida es un gastarse, un quemarla en el servicio de Dios. Así, gastándonos íntegramente por El, vendrá la liberación de la muerte, que nos traerá la posesión de la Vida.
n. 61. La santidad no consiste en grandes ocupaciones. Consiste en pelear para que tu vida no se apague en el terreno sobrenatural; en que te dejes quemar hasta la última brizna, sirviendo a Dios en el último puesto..., o en el primero: donde el Señor te llame. n. 973. Dentro de la gran muchedumbre humana nos interesan todas las almas has de ser fermento, para que, con la ayuda de la gracia divina y con tu correspondencia, actúes en todos los lugares del mundo como la levadura, que da calidad, que da sabor, que da volumen, con el fin de que luego el pan de Cristo pueda alimentar a otras almas.
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