EL DRAMA HUMANO Y MORAL DEL TRAFICO DE MUJERES
Declaración de la LXXVI Asamblea
Plenaria de la CEE
|
|
Una lamentable realidad más grave de lo que se suele pensar |
1.
Una realidad
alarmante.
El tráfico de seres humanos,
y de una forma particular el de mujeres para su explotación sexual, es un fenómeno que está adquiriendo,
por desgracia, dimensiones alarmantes
en Europa y también en nuestro país. La proliferación en nuestra
sociedad de estas nuevas formas de esclavitud, constituye para nosotros,
Obispos, un motivo de grave preocupación.
Con esta declaración queremos
ayudar a los cristianos, a nuestras comunidades cristianas y a la
sociedad en general a tomar
conciencia del drama moral y humano que representa el tráfico de estas
mujeres. Privadas de todas las garantías y derechos, son entregadas,
aprovechando su situación de pobreza y dependencia, en matrimonios
serviles y son introducidas en las redes que controlan el negocio
de la prostitución.
Otras Conferencias Episcopales
[1]
ya se han hecho eco de esta lamentable y
dramática situación, cada vez más extendida. Se calcula que este negocio
mueve anualmente más de 7000 millones de dólares en el mundo
[2]
. Un negocio tan floreciente, gestionado,
frecuentemente, por las mismas redes que las de la droga y el blanqueo
de dinero, ha hecho aumentar de forma extraordinaria y preocupante
el tráfico de seres humanos en todos los continentes.
Por lo que se refiere
a España, baste citar, como botón de muestra, que en el año 2.000
fueron controladas 14.118 personas que ejercían la prostitución, se
desarticularon 37 redes de
traficantes y fueron detenidos 204 autores de delitos relacionados
con la trata de mujeres y la prostitución de menores
[3]
.
|
La migración, la seguridad y la pobreza |
2. Las causas de esta
situación.
El tráfico de mujeres es un fenómeno que al menos
en sus causas guarda una estrecha relación con los flujos migratorios. La primera
causa del tráfico de mujeres, si miramos a los países de origen, es
la pobreza, que impide a las personas
satisfacer sus necesidades vitales, por lo que se sienten empujadas
a huir hacia el mundo del bienestar. Junto
a la pobreza, otros elementos
a tener en cuenta son las situaciones de violencia y de conflictos,
que provocan el éxodo y la expulsión hacia lugares más seguros. Todo
esto afecta de forma especial a la mujer, debido a su situación de
desigualdad, precariedad y falta de futuro en muchos países en vías
de desarrollo. Los servicios
de acogida de las organizaciones sociales y de las comunidades cristianas
[4]
, atestiguan que un número muy relevante
de las mujeres sumergidas en las redes de la prostitución son extranjeras
[5]
, que, para poder emigrar legal o ilegalmente,
se ven abocadas a ganarse la vida de esta manera.
|
El "cliente": producto de nuestra sociedad |
Si miramos
a los países receptores, como es el caso de España, podemos señalar
como una causa determinante la sociedad consumista en que vivimos,
dominada por las leyes del mercado, y la banalización de la sexualidad.
Estas circunstancias son aprovechadas
por personas sin escrúpulos para organizar la vergonzante actividad del tráfico de mujeres para la prostitución
[6]
.
Entre
sus causas, no podemos silenciar al "cliente" como factor
clave. Siempre se habla de las víctimas y de los traficantes y se
olvida que el "cliente" es un
colaborador fundamental para mantener este degradante negocio.
También
se pueden señalar como factores que facilitan el tráfico de mujeres una cierta
tolerancia social y legal con las redes de tráfico. Habría
que evitar que un endurecimiento de las leyes de inmigración,
paradójicamente, favoreciera el desarrollo clandestino de estas mafias
y traficantes.
Los Medios
de Comunicación y las modernas tecnologías como Internet, a la vez
que desempeñan la noble tarea de informar y denunciar estas situaciones
degradantes de la persona humana, contribuyen, también, a favorecerlas
mediante la publicidad, los anuncios de ofertas sexuales y la pornografía.
Se convierten así, en función de los ingresos económicos,
en cómplices de este mercado de seres humanos. Sería un buen
síntoma de recuperación moral el velar cuidadosamente por el tipo
de mensajes que circulan por tan poderosos medios.
|
Triste situación de las víctimas |
3.
Las víctimas del tráfico
Como
hemos advertido, son muchas las personas que se lucran con el tráfico
de mujeres y, sin embargo, la opinión pública no reacciona suficientemente
ante esta miseria humana.
La vida
cotidiana de estas mujeres es en muchos casos más grave que la antigua
esclavitud. Al engaño en la captación hay que añadir muy frecuentemente
los malos tratos y las inhumanas condiciones de vida, así como la
pérdida de libertad. No es raro que permanezcan encerradas en los
lugares donde ejercen la prostitución, y que vivan hacinadas y privadas
de documentación, lo que las hace irrelevantes
para la sociedad.
Cuando estas mujeres deciden retornar a una vida digna y libre, su camino de vuelta está lleno de dificultades por la coacción de las redes mafiosas y por no haber conseguido el sueño del bienestar y la salida de la miseria. No es raro que tengan que enfrentarse a amenazas y represalias contra ellas y sus familias, y a problemas psicológicos provocados por los traumas emocionales y por la experiencia vivida. Al rechazo familiar y social por su pasado de prostitución, se añade, frecuentemente, el tener que superar también problemas jurídicos, ya que, en no pocos casos, firmaron contratos de dudosa legalidad, incluso con documentación e identidad falsas. |
Se trata de una de las más graves ofensas a la dignidad personal |
4.
Atentado grave a los derechos humanos.
El tráfico de mujeres,
propiciado por una cultura economicista y materialista, que ha olvidado
el carácter sagrado y la dignidad de la persona humana, creada a imagen
de Dios (Gen 1,27), es una de las más escandalosas formas de reducción
del ser humano a mera mercancía.
Hay que
reconocer, además, que buena parte de las mujeres prostituidas a través
de las redes de tráfico tenían previamente conculcados sus derechos
más elementales. La entrada en ese tráfico no hace sino profundizar
la marginación en la que ya vivían. La mujer, auténticamente “vendida”
en estas redes, vive en una situación de extremada pobreza.
Ya hemos
señalado que la finalidad del
tráfico de mujeres tiene como
destino, en una proporción importante, el mercado del sexo, y que
éste está condicionado por la demanda, es decir, por los “clientes”.
Los niveles sociales de tolerancia ante este hecho evidencian, junto
a la degradación moral de quien hace uso de los servicios sexuales
por dinero, una profunda injusticia que entraña una quiebra de valores
éticos en nuestra sociedad.
De la misma forma queremos denunciar la injusticia,
el relativismo y el subjetivismo moral que están presentes en nuestra
sociedad, y subrayar que “a causa de su dignidad personal el ser
humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás
puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento,
una cosa”
[7]
. Hallamos en este fenómeno la raíz misma
de la inmoralidad de la prostitución como negación radical del
amor humano. A la esencia del mismo pertenece la entrega
personal y afectiva desinteresada, mientras que a la esencia
de la prostitución corresponde, por el contrario, el lucro y la utilización
de las personas como mercancía.
Queremos
insistir en la urgente necesidad de educar en una cultura asentada
firmemente en valores como la dignidad insobornable de todo ser humano
y el respeto a sus derechos; y poner los medios necesarios para que
estos comportamientos degradantes sean objeto de una firme reprobación
ética y social.
Mirar como Dios mira a estas personas, a toda
persona humana, exige actitudes
básicas como el amor, el respeto, la compasión por tanto dolor provocado
y la indignación por cuanto tiene de injusticia evitable.
Es preciso que se erradique la injusta y demoledora mentalidad, según la cual la mujer es la primera víctima, que considera al ser humano como una cosa, un objeto de explotación comercial, un instrumento de interés egoísta, o de sólo placer. |
Las legislaciones nacionales e internacionales no se cumplen al respecto por la poca sensibilización social del problema |
5.
Tareas pendientes en la sociedad y en la pastoral de las comunidades
cristianas
Frente
al agravamiento del problema del tráfico de mujeres, es urgente que
la sociedad presente respuestas adecuadas a esta situación y a sus
víctimas. Por una parte es necesario recuperar la educación en valores
morales, como el respeto a los demás por ser seres humanos, por su
dignidad; y, por otra parte, rechazar toda discriminación e instrumentalización
inhumana
[8]
.
Es cierto que en el ámbito internacional existen
instrumentos legales, suscritos por la mayor parte de los Estados,
que confieren a éstos la responsabilidad de proteger a las víctimas
del tráfico de personas. Pero, aunque existan los instrumentos, son
pocos los Estados que se han comprometido decidida y eficazmente
en la lucha contra este mal. Por ello es urgente profundizar en la
aplicación de los instrumentos legales desde la perspectiva de una
efectiva cooperación internacional y la necesaria incorporación a
la legislación interna de los Estados.
En España, nuestra Constitución
reconoce los derechos y libertades de los extranjeros. Estos derechos
deberían ser reconocidos y aplicados legal y reglamentariamente
con la máxima generosidad. Sería, también, deseable
acentuar el trato favorable a las víctimas, desde una protección eficaz, con garantías para quienes se decidan a denunciar
a sus explotadores. Para ello son urgentes programas específicos que
incluyan los planes de integración alternativos, el refugio y asilo,
la legalización de su situación, la atención gratuita de los servicios
jurídicos y de la asistencia médica confidencial. No es suficiente
una protección puramente teórica para unas mujeres que tienen amenazada
su vida y la de sus familiares.
Paralelamente
es necesaria una actuación policial efectiva contra los explotadores
de seres humanos, logrando una cooperación internacional más fluida,
desarrollando controles internos más eficaces y promoviendo una labor
de concienciación sobre el problema en nuestra sociedad.
El cambio de mentalidad que se necesita no será posible sin la implicación de los Medios de Comunicación, dada la importancia que tienen en una sociedad como la nuestra. A ellos les pedimos que informen sin sensacionalismo sobre la violación de los derechos humanos, al tiempo que ofrezcan un mensaje que facilite la comprensión del problema y la sensibilización social ante el mismo. |
Se precisa la decisión de ellas mismas junto a la colaboración de las comunidades cristianas en defensa de la dignidad de hijos de Dios propia de toda persona |
A vosotras
mujeres, que sufrís la terrible degradación que supone esta explotación,
os animamos a sacar fuerza de la debilidad. Somos sensibles a vuestra
grave y penosa situación que tanto dolor os causa y nos causa.
Sabemos que os es difícil rehacer vuestra vida pero no es imposible.
Contáis para ello con instituciones, asociaciones y un voluntariado
que están dispuestos a ayudaros y acompañaros, compartiendo vuestro
sufrimiento. Vuestra denuncia y vuestro testimonio podrán lograr que
otras personas recuperen su dignidad perdida.
A nuestras
comunidades eclesiales, a todos y a cada uno de sus miembros, les
pedimos que sean “hogar abierto”
para las víctimas
[9]
, promuevan respuestas de acogida; ofrezcan
medios aptos de atención, integración laboral y rehabilitación social
y comunitaria, y contribuyan a la denuncia profética de las estructuras
de pecado que sustentan este fenómeno.
Por último,
agradecemos el esfuerzo y la entrega callada, valiente y generosa
de comunidades cristianas, congregaciones religiosas, organizaciones
sociales que están acogiendo a las mujeres que deciden enfrentarse
a esa situación. A todas ellas, a
sus profesionales y voluntarios, queremos animarles a no desfallecer
en su labor. La Iglesia tiene la misión de defender y promover
la dignidad de toda persona humana que en Cristo "
ha sido elevada a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su Encarnación
se ha unido, en cierto modo, con todo hombre"
[10]
. Siguiendo el ejemplo de Jesús, la
Iglesia debe servir a los pobres, hacer suya la causa de los más débiles
y proclamar que todos hemos nacido para vivir como hijos de Dios (Cf.
Lc 4,18). |
[1] Es representativa de todas ellas la carta dirigida por el Presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, Cardenal Misloslav Vlk, y del Presidente de las Conferencias de las Iglesias europeas, Metropolita Jéremie, sobre La violencia contra las mujeres, junio de 1999. También ha hecho pública una Declaración la Comisión Social de los Obispos de Francia, en su documento “L´esclavage de la prostitution” (4-XII-2.000). [2] Las cifras son de la Organización Internacional de Migraciones (OIM). [3] Fuente: Dirección General de la Guardia Civil. Datos de la actuación sólo en 900 clubes. [4] Datos procedentes de los servicios de atención a estas mujeres: Madrid, Barcelona, Bilbao, Orense, Alicante, Santiago de Compostela y Valladolid. [5] Los datos facilitados por los centros de acogida y protección sostenidos por instituciones de la Iglesia Católica nos manifiestan que la mayoría de estas mujeres pertenecen a países, sobre todo, de América Latina (Colombia, Brasil, República Dominicana, Ecuador..) y del Este de Europa (Rusia, Lituania, Croacia..), todos ellos con graves problemas socio-económicos, políticos y de pobreza. Este diagnóstico es coincidente con los datos ofrecidos por la Dirección General de la Guardia Civil (año 2000) que citan a América Latina como lugar de procedencia del 70% de las víctimas de la trata de blancas [6] En este sentido es muy preocupante el aumento y proliferación de lugares de prostitución: además de los antiguos “barrios chinos”, se multiplican hoy los bares de alterne, las salas de masajes, los clubes de carretera, etc., donde estas mujeres se encuentran con frecuencia secuestradas y sometidas a extorsión por las redes y mafias. [7] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles laici,37
[8]
Ibidem [9] Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte, 50. [10] Concilio Vaticano II. Constitución Gaudium et spes, 22 |