Esclavizadas a amar

No nos dejemos enredar por el tipo de maternidad de usar y tirar que nos vende la publicidad y retomemos el reto de la maternidad que no es otro que el de humanizar a la sociedad transmitiendo el amor a los hijos.


Borja González-Anta,

Mujer Nueva

Un pobre y equivocado punto de vista

        Anuncios publicitarios variopintos, expuestos por todas partes, nos recuerdan que, en el mes de mayo, se celebra el día de la madre. Demasiada propaganda para algo tan criticado y menospreciado hoy en día como es la maternidad: defensa de leyes que hagan más fácil el aborto, ayudas económicas insuficientes a las familias por parte de los gobiernos, etiquetas burlescas que equiparan la maternidad a un tipo de esclavitud, a una imposición machista o patriarcal,...

        Veamos algo de lo que implica ser madre: enfrentarse a mil prejuicios y críticas antes de decidirse a tener un hijo (por no decir dos o tres); dolores, náuseas y contracciones durante la gestación y el parto; si te sale un hijo futbolista: un plus de patadas y codazos, al puro estilo fútbol inglés, antes de que nazca la criaturita; sacrificios, desvelos, preocupaciones,...Y son contadas las veces en las que se le agradece a una su trabajo y dedicación (con suerte en el día de la madre). En pocas palabras: casi sería mejor remangarse los puños de la camisa e irse a remar a una galera romana, que soportar los estragos de la maternidad.

        Ser madre nunca ha sido fácil. Si no, pregúntenle a una de esas que va por la calle con dos o más hijos a cuestas. Pero, valiéndome de una frase de Demóstenes: “Quien sólo piensa en las dificultades de una empresa, nunca se decidirá a actuar por miedo al fracaso” (1ª Filípica, 5). Quien sólo ve la maternidad como un tipo de esclavitud, de la que hay que liberarse, nunca se decidirá a serlo.

Lo que nos venden hoy
        No: la madre no es una esclava, precisamente porque se es madre por amor. En cualquier caso, podría decirse que está esclavizada a amar. Por eso la mujer es humanizadora: por su aportación espiritual en la educación del ser humano, dada su capacidad de gestar y acompañar a la persona humana desde el inicio de la vida. La madre, amando al hijo, no sólo ofrece cuidados físicos sino que permite el desarrollo de la parte espiritual del ser humano, por el amor que le transmite en todos esos actos cotidianos, pequeños o grandes, que arrancan de la experiencia de ser madre.

        Muchos se preguntan, ¿por qué hay tanto odio en el mundo? ¿No puede deberse, en parte, a que las madres han olvidado esta faceta tan importante de la maternidad como es la de amar? Joan Bonet, en su libro La prole, denuncia esto diciendo: “Esas mamás de las nuevas generaciones, entre la higiene, la gimnasia y el maquillaje de Max Factor, son cada vez menos mamás”. No nos dejemos enredar por el tipo de maternidad de usar y tirar que nos vende la publicidad y retomemos el reto de la maternidad que no es otro que el de humanizar a la sociedad transmitiendo el amor a los hijos.