Ellas sí y ellos... también Una conquista de las mujeres ha abierto camino a los hombres. En esta ocasión algo ganado por ellas comienza a ser solicitado también por ellos. Claudia Salas |
Cada vez más frecuente |
Mucho han luchado y luchan las mujeres por obtener derechos y beneficios similares a los del varón, basados en la igual dignidad de ambos como seres humanos. Los logros hasta ahora resultan enormes y abismal la diferencia al comparar la vida de las mujeres de fines del siglo XIX con las de este siglo XXI. Difícilmente se pensaría en una situación inversa; es decir, en la posibilidad de un derecho inicialmente ganado y reservado a la mujer y al cual los hombres luchen hoy por acceder. Aunque parezca increíble, esta situación se ha hecho realidad. Hoy cada vez más hombres piden y obtienen, lo que antiguamente se llamaba el permiso post-parto, es decir, la posibilidad de permanecer en casa cuidando del hijo recién nacido por un período variable de tiempo, sin riesgo de perder el empleo y manteniendo su salario o, por lo menos, parte de él. Da la impresión de asistir a una historia al revés. En lugar de desear salir de casa y dedicarse al trabajo profesional, los padres de este nuevo siglo y milenio desean pasar tiempo con sus hijos pequeños, cambiarles los pañales, darles el biberón, sacarlos a pasear y estar a su lado cuando dan los primeros pasos o emiten la primera palabra (el tradicional «mamá» a veces se transforma en «papá»). Y para lograr esto se disponen a dejar oficina e incluso parte de su horario de trabajo. | |
Volviendo a lo ya conocido |
Los casos son numerosos y se multiplican cada vez más, especialmente en los países más desarrollados, en los cuales las empresas están implantando políticas y programas de apoyo para padres que desean pasar tiempo al cuidado de sus hijos. ¿Cómo ha sucedido esto? La sociología explica el surgimiento de costumbres y comportamientos como fruto de nuevos valores, positivos o negativos, dentro de un grupo social. En este caso debemos pensar en un cambio en la jerarquía de valores, en la cual la familia y la paternidad han alcanzado, y en ocasiones superado, a la posición laboral o al deseo de mejorar económicamente. La actual sociedad en los países desarrollados ha redescubierto algo desde antiguo conocido: la importancia y el enorme valor de la convivencia padres hijos, refiriéndonos como padres tanto a las madres como a los padres. Importancia no sólo para los niños, sino también para los progenitores. La maternidad y la paternidad no son un anexo, un agregado a la persona. Son parte esencial de la realización y plenitud de la persona humana. | |
Hacia un verdadero desarrollo |
Estamos contemplando el regreso del péndulo. Después de una época en la cual se dudó de la necesidad de proteger el tiempo de los padres dedicados a los hijos; en la cual llegó a plantearse como nocivo para el desarrollo de los niños su permanencia en casa junto a su familia y se crearon y multiplicaron las guarderías infantiles; hoy asistimos a la recuperación de la familia como valor importante. Sin entrar en grandes polémicas, podemos descubrir subyacente a esta revalorización de la familia, el resurgimiento de valores específicamente humanos que en nuestra época de adelanto técnico y científico habían sido desplazados: el valor del ser humano y de su desarrollo armónico; la importancia de los padres como educadores y formadores, como transmidores de cultura y códigos de conducta; la supremacía de la persona sobre la materia y el bienestar económico. Es de esperar que en todos los países continúe apoyándose este tipo de políticas. Aquello cuyo valor ha sido probado debe promoverse, sin esperar a experimentarlo en la propia vida. La familia, el tiempo dedicado a ella es la mejor inversión para nuestra felicidad y la de nuestros hijos. Y es la seguridad de un futuro para la sociedad. | |
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