Los hombres y el 8 de marzo
¿Está permitido a los hombres decir una palabra el día de la mujer? Las respuestas posibles son dos: “sí” o “no”.
Bosco Aguirre
Mujer Nueva
En efecto, puede resultar oportuno

        Intentemos mostrar que no sólo es posible, sino que también es «lícito» y oportuno, decir algo en un día dedicado a recordar a la mitad del género humano, desde la orilla de quien pertenece a la otra mitad.

        Partimos de una constatación: hombres y mujeres tenemos mucho en común. Pertenecemos a la misma especie, usamos un sistema fónico similar, somos capaces de transmitir el saber a través de conceptos, tenemos una mano altamente sofisticada. Nos planteamos las mismas preguntas sobre la vida y la muerte, la justicia y la verdad, el bien y la política. Somos capaces de asociarnos en proyectos comunes, de trabajar para construir un mundo mejor. A veces, por desgracia, también nos unimos para hacer el mal, pero ahora queremos fijarnos sólo en lo positivo.

        Lo común, sin embargo, no minimiza las diferencias. Algo nos separa. De lo contrario, no existiría un 8 de marzo (un día dedicado sólo a las mujeres), ni el feminismo, ni los acuerdos internacionales para eliminar cualquier forma de discriminación contra la mujer, ni los clubs donde la mayoría absoluta son varones y otros clubs donde la mayoría absoluta son mujeres...

Las diferencias y algo más

        ¿En qué somos distintos? Uno podría limitar la respuesta a una palabra: en el sexo. Un sexo que tiene una base cromosómica y una manifestación corporal bastante clara (menos en algunos estados de ambigüedad morfológica que no consideramos ahora). Un sexo que funda la vida reproductiva y que permite el nacimiento de cada ser humano. Un sexo que influye en la psicología de diversas maneras, no estudiadas siempre de modo adecuado. Un sexo que, además, ha sido considerado importante para establecer diferentes modos de vivir en la sociedad según uno sea hombre o mujer.

        El feminismo no puede negar la evidente diferenciación sexual entre hombres y mujeres. Pone en duda, sin embargo, una serie de aplicaciones en el mundo cultural y social que se han construido a lo largo de los siglos y que siguen vigentes en numerosos lugares del planeta, y que han buscado una justificación (no siempre válida) en la diferencia sexual.

        El feminismo (y también el “masculinismo”) necesita resolver una pregunta central: todo lo que las sociedades y las culturas han dicho y aplicado sobre las diferencias entre hombres y mujeres, ¿tiene fundamento o es arbitrario?

Lo justo debe ser prudente

        La respuesta se construye desde una doble perspectiva. Por un lado, hay que valorar como algo positivo la sexualidad: es un dato del que no podemos prescindir y que encierra riquezas nunca bien estudiadas. La diferencia existe, y explica el que existan otros aspectos que distinguen profundamente a los hombres de las mujeres. Por otro lado, hay un gran número de ámbitos de la vida social en los que la diferencia sexual no tiene (o no debería tener) ninguna relevancia y, por lo tanto, no debería ser usada como motivo para establecer discriminaciones en función del sexo de las personas.

        Apliquemos lo anterior a algunos ámbitos concretos. Pensemos en la actividad política. ¿Qué es lo propio del gobernante? Trabajar en la búsqueda y promoción del bien común. ¿Importa el sexo de las personas para ver quién vale para gobernar? Creemos que no, pues el gobierno implica una serie de conocimientos y aptitudes que permitan reunir bajo un proyecto común a cientos o miles de ciudadanos.

        Por lo tanto, excluir a las mujeres en la vida pública es una discriminación que debe ser eliminada. Aunque haya que cambiar costumbres arraigadas en algunos pueblos durante siglos o milenios. Ello no quita, sin embargo, que en la búsqueda de este cambio de costumbres sepamos usar una buena dosis de prudencia, para no caer en el error de soñar en un “año cero” impuesto por decreto ley, como si bastase con poner unos carteles en las calles o gritar unas consignas a través de altavoces para que de la noche a la mañana se revolucione toda la estructura social de un pueblo dotado de costumbres centenarias.

Ámbitos de "privilegio"

        La cosa es más compleja cuando hablamos de la educación y del cuidado de los niños pequeños. ¿Es igual ser hombre o ser mujer a la hora de tratar a un hijo? Hemos de constatar que la mujer tiene un primado absoluto en las primeras etapas de la vida de cada nuevo ser humano. Los nueve meses de embarazo construyen una serie de relaciones profundas (no sólo fisiológicas) entre la madre y el hijo, relaciones que tienen un peso no del todo puesto de manifiesto en la moderna psicología. Además, el tiempo de la lactancia vuelve a colocar a la mujer en una situación de “privilegio” por su capacidad de una mayor entrega y donación: estimula de modo especial el crecimiento del niño no sólo con el alimento natural, sino con el cariño que cada niño necesita durante un buen tiempo después del nacimiento (casi podríamos decir que lo necesitará durante toda la vida...).

        Podríamos ampliar las reflexiones a más campos. En unos se hará evidente la potencial igualdad que debe reinar entre hombres y mujeres. En otros, en cambio, notaremos que no existe una total igualdad, una paridad absoluta, a veces exigida como un ideal que no corresponde a lo propio del ser hombre y del ser mujer.

Iguales aunque diferentes

        Este 8 de marzo, como cada año, la humanidad mira a la mujer con un profundo deseo de respetarla y de promover sus derechos inalienables. En cuanto mujer y en cuanto ser humano. No es una fiesta sólo de las mujeres para las mujeres. Lo es también de los hombres que queremos ver superadas discriminaciones y abusos que no sólo han degradado a millones de mujeres (bastaría con pensar en la prostitución coaccionada o en la pornografía, hechos ante los que el mismo feminismo no siempre ha sabido combatir con energía), sino a hombres que, basados en supuestos privilegios que no tienen fundamento real, han pretendido imponerse sobre sus semejantes femeninos.

        Quizá algún día la humanidad propondrá una fiesta parecida para conmemorar a los hombres. Entonces las mujeres, con sus valores femeninos y su riqueza humana, mostrarán que son también capaces de ofrecer todo su apoyo para defender valores que nos son comunes en cuanto a lo que somos, a lo que tenemos en común, a lo que nos une en nuestro camino diferenciado y único: nuestra humanidad.