|
|
Yo y la moda |
Las modas van y vienen. Ropa, zapatos, peinados, lenguaje Las seguimos para evidenciar que estamos al día, que formamos parte de una sociedad en cambio, y que somos capaces de apostar por lo diferente. Curiosamente ofrecen una pasajera seguridad. Las modas triunfan cuanto mayor es el número de personas que las elige, y posiblemente triunfan porque se aprovechan del deseo profundo de pertenencia que cada ser humano tiene en su ansia de buscar aquello que le identifica como parte de algo más grande que él mismo. Pero hay una moda que no pasa, y que en el fondo sostiene a las demás: la moda de la verdad, del bien, de la alegría, de la belleza, del amor. En otras palabras, la grandeza y maravilla que esconde cada ser humano, por el simple hecho de ser lo que es, es la moda eterna que nos ofrece la verdadera seguridad personal. | |
Pero, sin embargo... |
Nos interesa esta moda, y nos interesa a todos, porque en el fondo estamos algo cansados de las constantes paradojas de nuestra sociedad. Armando Marínese describía algunas de las más comunes:
| |
Es necesario saber contemplarse |
Estas paradojas revelan un síntoma común: la insatisfacción. El hombre y la mujer de hoy se encuentran insatisfechos de sí mismos. ¿Por qué? Quizás porque, a fuerza de adorar a la técnica y buscar el bienestar, se han olvidado de quiénes son realmente. En cada hombre y en cada mujer, hay algo más que no se ve a simple vista. Ese más es precisamente lo que les humaniza, y hace de ellos, de ti que lees estas líneas y de mí que las escribo, un alguien increíble, único y valioso. Volver a descubrir la maravilla que encierra cada ser humano y el valor que posee, es fundamental para volver a confiar en él. Esta confianza saciará en parte la insatisfacción. Aunque sabemos que el valor del ser humano no es por sí sólo causa para confiar en él, pues el realismo muestra que el ser humano también es débil y muchas veces su comportamiento dista de lo que le ennoblece; pero aún aceptando su miseria, la libertad nos ofrece la opción de cambiar y esta posibilidad es motivo para confiar en el otro. Este redescubrimiento lo tiene que hacer cada generación, cada sociedad, cada hombre y cada mujer; y de él depende que en esa época se haga justicia al ser humano. ¿Por qué? Porque del ser se deriva naturalmente el actuar. En la medida que cada uno descubra quién es, sabrá qué ha de hacer. La ética que ha de guiar el comportamiento humano es una ética adecuada, (llamémosla una ética humana) en la medida en que se deriva del descubrimiento de la verdad del hombre y de la mujer; sólo así la libertad deja de ser una brújula loca sin norte, para orientarse a elegir aquello que engrandece y dignifica al ser humano: la verdad, el bien, la belleza y en una sola palabra: el amor. | |
Lo que está por hacer |
La época de la Grecia clásica o del Renacimiento son buenos ejemplos del florecimiento y progreso que acontece en una sociedad que descubre el valor y la dignidad del ser humano. Florecen las artes, la ciencia, la concordia y la justicia; despuntan los sabios y se escucha a la Historia; se sueña con ser más, con ser mejor y con volar más alto. ¿Dónde están hoy los grandes hombres y mujeres que sólo con verlos dejan en el alma deseos de sublimar la existencia o de vivir un ideal de ser humano que potencie sus facultades, eleve sus aspiraciones y le lleve a vivir las virtudes que lo enaltecen? Quizás llegue la hora de organizar una verdadera revolución, y dejar la retórica para salir a la calle, a los foros, a los parlamentos y a las asambleas internacionales, a los cines y a las playas, a las calles y a las tiendas para invitar a cada hombre y cada mujer, a descubrirse a sí mismo, y poner de moda la humanidad. Pero antes, cada uno tiene que hacer esta experiencia en personal; nadie la puede hacer por nosotros. No se da lo que no se tiene. Cuando logremos asombrarnos, como el niño que descubre, admirado, cómo trabajan las hormigas o cómo vuela una mariposa, lo que cada uno somos como ser humano, entonces, sin pretenderlo, empezaremos a ser más humanos y con nuestra vida pondremos de moda la humanidad. | |
Todo es caer en la cuenta |
Las preguntas clave entonces son: ¿Quién es el ser humano? ¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo? Existen tantas respuestas como seres humanos han poblado el mundo y viven hoy y vivirán mañana. Pero algunas pistas que nos pueden dar luz podrían resumirse en este decálogo sobre el que iremos profundizando poco a poco.
| |
La gran tarea de ellas |
Si alguien necesita hacer este descubrimiento es la mujer, porque del descubrimiento que ella haga de su identidad depende el cuidado de la humanidad. La mujer, siendo mujer, invita naturalmente al hombre a descubrir su masculinidad e identificarse con ella; siendo esposa y amante le revela que él también es un ser para el amor, fecundo en la medida que es él mismo; y siendo madre le descubre que es un ser humano que sólo será feliz en la medida que aprenda a amar desinteresadamente, sin miedo al sacrificio. La mujer hoy día tiene urgencia de descubrirse como es; digna por ser un ser humano, necesaria para que la humanidad sea, por ser ella mujer. | |
Recibir NOVEDADES FLUVIUM |