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Porque creo que la cultura occidental ha dado un impulso extraordinario a la cuestión de lo femenino, determinado en gran parte por el cristianismo, para poder llegar así al reconocimiento de la igual dignidad del hombre y la mujer. Es importante estudiar este argumento bajo el punto de vista religioso, filosófico e histórico, para avalar este proyecto, para establecer nuevas relaciones entre la mujer y el hombre y delinear una antropología dual.
El cristianismo nos ha dado las indicaciones teóricas para poder hablar de ello. Ha desempeñado una función histórica y cultural importante para enseñarlo a nivel práctico y transformar las costumbres. Es una función propia de la cultura occidental. Hablamos de cultura occidental refiriéndonos a Europa, las Américas y Australia. Como demuestra Occidente a propósito de la asimilación de los principios fundamentales del cristianismo, en el terreno religioso se elabora la visión antropológica y se juega la suerte de lo femenino.
Generalmente es difícil hacerlo compartir, pero en entornos culturales existe una mayor disponibilidad y abertura, aunque no tenemos que ser demasiado optimistas. Los problemas más fuertes se advierten en otras dimensiones, a otros niveles. Todavía es una tarea pendiente para Occidente. Desde el punto de vista teórico ya se ha hecho mucho, también por parte de la Iglesia católica.
Se puede decir que la naturaleza femenina se orienta hacia la vida, pero esta orientación también está condicionada por la cultura: no olvidemos que la mujer a menudo ha sido obligada a manifestar sólo una dimensión y no ha tenido la posibilidad de desarrollar otras características. Pero no todas las mujeres como no todos los hombres están llamadas a expresarse a nivel intelectual. Cada uno tiene sus peculiaridades, con igual dignidad. La igualdad tiene un sentido jurídico muy importante, pero no lo es todo. La dignidad a la que hizo referencia Juan Pablo II es más amplia que la igualdad, pues también comprende la igualdad y tiene una dimensión más fuerte.
Diría que se da la necesidad de profundizar y experimentar porque no es sólo un hecho intelectual la propia dignidad y luchar para que sea reconocida por todos. No con violencia, pero sí con firmeza, tratando de no aislarse, pero relacionándose con los demás: los vínculos pueden ayudar. También las instituciones eclesiásticas tienen que ayudar a las mujeres en esta tarea. Yo siempre me he sentido muy cómoda en mi trabajo universitario. Hay personas privilegiadas como yo que han tenido posibilidades, pero también otras que no tienen las mismas oportunidades y por tanto tenemos que dar nuestro testimonio. | |
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