Nada de dilemas forzados.
Hombres y mujeres de la tierra (I)
A inicios de los años 60 se publicaron numerosos estudios que hablaban de las primeras investigaciones sobre el cerebro del hombre y de la mujer. Se leían titulares como “El cerebro femenino superior al masculino” o “¿Diferencias cerebrales o diferentes inteligencias?”. En este contexto un periodista curioso preguntó a un afamado neuropsicólogo. “¿Quién es más inteligente: el hombre o la mujer?”. La respuesta fue sabia. “¿De qué hombre y de qué mujer en concreto, me habla?”. Generalizar cuando se habla del ser humano es peligroso.
Carolina Duarte Mujer Nueva
 



Interrogante mantenido
        Posiblemente la frase más repetida a lo largo de la Historia por parte de los hombres dirigiéndose a una mujer ha sido: ¿Qué te pasa? Y la contestación más típica pronunciada por labios femeninos: “Nada. Tú no me entiendes” ¿En qué consiste la diferencia real que se da entre hombre y mujer? ¿Qué tienen en común y qué de distinto? ¿Es una diferencia necesaria o se puede omitir? Son preguntas que siguen en el aire.

        En el mundo del deporte y del ocio hay muchos tipos de juegos. En algunos se enfrentan dos equipos, uno contra otro, pero solo uno puede ser el ganador. Hay quien así plantea la realidad: lo femenino contra lo masculino. Pero este planteamiento no es posiblemente el más adecuado a la realidad si queremos comprender la riqueza que aporta la diferenciación sexual. Para adentrarnos en este tema tendremos que descubrir cuáles son los principios de fondo que hay que respetar, es decir conocer en qué consiste el juego que se llama humanidad, y que viene posibilitado por la realidad femenina y la masculina.

        Somos hijos de nuestro tiempo. Tenemos un prejuicio arraigado; la existencia de un conflicto constante entre los seres. Este conflicto nace de la habitual comparación entre ellos buscando quien es el mejor. Acostumbramos a dividir la realidad en dos extremos opuestos y enfrentados. Lo superior y lo inferior. El pobre y el rico. El alto y el bajo. El bueno y el malo. Es decir, pensamos sin darnos cuenta en forma de dilemas que son excluyentes. Y además, inconscientemente, damos por supuesta una asociación fortuita entre estos extremos concretos: tú eres rico porque yo soy pobre; o tú tienes éxito porque a mí me va mal. Pero ¿Es realmente así?

Un diferencia significativa

        Cuando se hace una comparación hay que marcar un parámetro. Se comparan dos cosas en orden a un criterio. Si alguien dice “Un perro es mejor que un gato”, realmente no aporta nada. Necesita contestar a la pregunta “Es mejor ¿en orden a qué?” Si el criterio es como “guardián de la casa”, estaremos de acuerdo; si el parámetro es “comer ratones”, no lo estaremos. El comparar unos seres con otros nos ayuda a distinguir, pero es errado concluir que un ser es mejor que otro, por principio, sin mencionar el criterio que se usó para hacer la comparación.

        Lo mismo sucede cuando nos acercamos al ser humano, en su versión femenina o masculina. Instintivamente comparamos, hombre y mujer pero no somos claros siempre en definir en orden a qué. Por ello, inicialmente trataremos de evitar las comparaciones por principio. El dicho popular “Las comparaciones son odiosas” tiene algo de razón. Y si comparamos hay que aclarar muy bien, en orden a qué lo hacemos.

        A menudo las parejas con problemas usan una expresión muy significativa: “Tú y yo somos muy diferentes”. ¿Lo son realmente? Quizás no se ha caído en la cuenta de que el problema no está en ser diferentes, sino en comprender qué significan esas diferencias. Lo primero no se puede evitar, porque es natural, nos viene dado. Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios, puestos de trabaos y amistades. Más aún. La comprensión y aceptación de las diferencias es lo que generalmente enriquece y potencia la vida de los matrimonios, de los novios, de los compañeros de trabajo, de la relación entre padres e hijos, de las amistades entre hombre y mujer. Detrás de la comprensión mutua viene siempre un crecimiento en autoestima, en respeto, en admiración y un acercamiento personal a la felicidad.