Liberación vs. dignificación de la mujer
Liliana Esmenjaud
Un notable avance aunque puntual

        El día internacional de la mujer es una invitación para reflexionar sobre el status actual de la mujer en la sociedad. En las últimas décadas se ha luchado abiertamente por conseguir su emancipación y liberación en todos los campos de la vida. Las victorias no han sido pocas. En lo que se refiere a la política, por ejemplo, el 2005 fue un año brillante para el sexo femenino: en cuanto a cargos de gobierno, Angela Merkel en Alemania, Ellen Johnson-Sirleaf en Liberia y más tarde Michelle Bachelet en Chile, vencieron en las elecciones democráticas de sus países. En Argentina, Felisa Miceli y Nilda Garré se convirtieron en ministras de Economía y Defensa respectivamente. Medio gobierno español está en manos de mujeres. Mientras que Condoleezza Rice juega un papel muy influyente en la política internacional como Secretaria de Estado de la Unión Americana.

        Podemos decir que públicamente la mujer ya se ha liberado y ocupa un lugar eminente dentro de los puestos de toma de decisiones, no sólo políticos, sino también empresariales. El tiempo en que su aportación era confinada al hogar, ha quedado atrás.

        La liberación femenina es ya historia. Sin embargo, las mujeres enfrentan hoy nuevos retos diversos a los de otros tiempos. La igualdad jurídica ha sido conquistada a través de una larga batalla. Junto con las victorias ha habido pérdidas que es importante considerar para ayudar positivamente a la mujer.

Pero no todo es así         Su situación ha sido “equiparada” a la del hombre, en muchos aspectos de la vida. Esta “paridad” o “igualdad” ha llegado a perjudicar en algunas ocasiones a la mujer. El caso de Inés nos lo muestra. Sola con dos hijos, no ha conseguido un trabajo que le ayude a mantenerlos. Angustiada por su situación económica, recurre a la oficina de desempleados para recibir su pensión. Le tratan de ayudar a conseguir un trabajo, pero es difícil dada sus circunstancias. Por fin le ofrecen uno que aparenta cubrir sus necesidades: el de sexo-servidora (en su país, éste es considerado un trabajo más, con tal de que esté registrada). No es precisamente lo que ella quisiera, pero se ve en la disyuntiva: si lo acepta, va contra ella misma; si lo rechaza, le quitan la pensión, al negarse a aceptar el “trabajo” que le ofrecen. Inés no es la única mujer que se ve obligada a escoger entre pisotear su dignidad o morirse de hambre. La legalización de la prostitución, lejos de ser un bien para ella, como tantos prometieron, se ha convertido en una de sus principales fuentes de extorsión.
Ser madre es un trabajo         Otra mujer también lo ha sufrido, aunque de otra manera: Cecilia. Casada con tres hijos. Se ve en la necesidad de trabajar a tiempo completo para sacar adelante a la familia. Con un horario y un sueldo semejante al de José, su esposo, ha logrado distribuir convenientemente las tareas domésticas entre su marido, su hija mayor y ella. Sin embargo, nota que su nivel de estrés es más elevado que el de José. Él llega del trabajo, ayuda en la casa, y hasta juega con los hijos. Ella, por su parte, aunque realizada profesionalmente, se siente dividida internamente. Se ha dado cuenta de que la única tarea que no puede delegar a los demás es la de ser madre. Es parte de ella misma, y su estilo de vida actual no le permite realizarlo como le gustaría. Siempre estudió y trabajó al ritmo de los hombres. Y aunque es capaz de dar buenos resultados como ellos, ahora necesita y anhela un trabajo que se adapte a su condición de mujer.
Sin dejar de ser femenina

        Para Inés y Cecilia como para tantas otras, la liberación femenina no ha sido la panacea que tanto se les ha prometido. Se han eliminado trabas y tabúes, se han abierto puertas y oportunidades. Se ha permitido entrar a zonas antes vedadas al sexo femenino. Pero, ¿es esto lo que ellas realmente necesitan? La experiencia de tantas mujeres nos habla más bien de su necesidad de ser ellas mismas. Es importante y bueno que la mujer aporte en el mundo laboral y que participe en la toma de decisiones, pero sin tener que renunciar a su misión de madre ni a su propia dignidad. Una liberación que no dignifica a la persona, lejos de ayudar, la perjudica. El nuevo reto que se nos presenta es el de la dignificación de la mujer; el de revisar si las condiciones educativas, laborales, y sociales realmente responden a sus verdaderas necesidades y les permiten contribuir a la sociedad aportando su genio femenino. Ojalá que este día internacional de la mujer nos ayude a tomar conciencia de esta situación, para que el próximo podamos festejar los avances que se hayan realizado en esta dirección.