"¡Rendíos, mujeres, y sed madres ante todo!"

Con este título tan provocador Lluís Amiguet publicaba ayer en la Vanguardia una original e interesante entrevista realizada a Jennifer Roback, una economista neofeminista que se presentaba de esta manera: “Tengo 40 años. Nací en California. Estoy casada. Tengo una nena y un niño rumano adoptado: les dedico lo mejor de mi tiempo porque nadie será mejor madre que la suya. Las feministas esperan que la mujer sea profesional y madre, y se equivocan: lo biológicamente responsable es ser madre cuando toque y luego viene todo lo demás”.


Selección de Almudena Ortiz.
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El mejor del mundo por su trabajo

        Yo me había creído el discurso feminista –comenta– y pretendía trabajar y tener tanto prestigio como mi marido. Mis hijos debían, mientras tanto, estar en la guardería o con la niñera. Como en Estados Unidos el prestigio se mide en dinero, yo debía ganar tanto como mi marido.

        —Es justo y necesario.

        —Pues no. Lo justo y necesario es que no midan mi valor por mi sueldo: ahora soy madre y eso es mucho más valioso que el sueldo. Y medir a la gente sólo por lo que gana es el peor defecto del capitalismo. Yo, antes que nada, soy madre y luego soy economista; y mientras mis hijos me necesiten, seré economista sólo la cuarta parte del tiempo.

        —¿Y por qué su marido no comparte el trabajo del hogar con usted? ¿No es buen padre?

        —No funciona, porque sólo yo puedo ser madre. Para bien y para mal, la biología me ha elegido a mí para perpetuar la vida. Lo que hacía antes era ignorar la biología y entrar con mi marido en una especie de competencia que degradaba nuestra relación: a ver quién triunfaba y ganaba más. Ahora yo hago algo más importante: ser madre.

        —Pero ¿y su carrera? ¿Y su realización como profesional?

        —Mire, yo estaba harta de profesionalizar mi hogar: niñeras, guarderías y, al mismo tiempo, deshumanizar mi puesto de trabajo, en el que debía ocultar mi papel de madre. Ahora he humanizado mi trabajo: ¡sí, soy madre y voy a irme antes porque la nena tiene diarrea esta semana! ¡¡¡¡Qué pasa!!!! Y he desprofesionalizado mi hogar: en vez de una niñera o de una guardería, ahora mis dos hijos tienen una madre de verdad.

        —¿Cómo llegó a este punto?

        —Cuando yo tenía 31 años, adoptamos un niño rumano de 2 años. Yo ya estaba embarazada de la que sería mi primera hija y, de pronto, fui madre de dos niños. Las profesionales como yo, en California, llevan a su hijo a la guardería a las seis semanas.

        —Pues más o menos como aquí.

        —Pero mi hijo rumano no necesitaba más guarderías. Necesitaba una madre: ¡yo!

        —Oiga, que las madres que usan las guarderías no son monstruos.

        —Yo creo que son seres a los que se ha confundido en su papel y su destino. Hay muchas mujeres de cuarenta y pico, triunfadoras en su profesión, que miran atrás y se arrepienten: les falta algo, les falta haber disfrutado de la maternidad.

        —También hay muchas marujas que miran atrás y se lamentan de no haberse realizado como profesionales.

        —Bueno, son las dos caras de la misma desgraciada moneda del desequilibrio femenino. Pero esas cuarentonas madres frustradas sólo se dan cuenta de su fallo cuando ya lo han conseguido todo y ven que les falta esa maternidad. Eso es lo malo, que sólo ves que no querías realmente eso hasta que lo has conseguido y descubres que no eres feliz.

        —Y ellas pueden decir que usted hace sólo de madre porque no ha triunfado en lo suyo.

        —Yo sé en mi intimidad que la biología me llamaba a ser madre antes que nada y he escuchado esa llamada. La vida es muy larga para dedicarla a la economía y, en cambio, a la maternidad sólo me podré dedicar unos 10 años, porque ese es el tiempo necesario.

        —Ahora la tecnología genética rompe todas las barreras.

        —Eso es lo malo. Nos hemos acostumbrado a creer que podemos controlarlo todo y eso es un error de orgullo. Las profesionales planifican y retrasan la maternidad en función de su carrera profesional y muchas veces contra natura.

        —En Barcelona, la media de la primera maternidad está en los treinta y dos años.

        —¿¿¿Cómo??? ¡Eso es malísimo! Hay una edad en que las entrañas de una mujer le están gritando: ¡sé madre! y es muy grave que ella decida posponerlo hasta que obtenga el doctorado o entre en plantilla de su empresa o tenga más clientes. Es capitalismo salvaje.

        —¿Y qué puede hacer si no?

        —Pensar en el niño, que no es un título más –"tengo un doctorado y un niño"–, sino una persona. Y lo mejor para él es que le dediquemos el tiempo que la biología exige. ¡Mujeres: rendíos y sed madres ante todo!

        —¿Y no querrá el niño también una madre feliz y realizada como profesional?

        —Yo propongo en mi libro más flexibilidad en el trabajo. Al fin y al cabo, se necesitan sólo diez años de dedicación total a la maternidad y luego tienes toda la vida.

        —Pues en Estados Unidos flexibilidad laboral la tienen toda. Y despido libre también.

        —En algunos sectores, sí, en el académico, que es el mío, no. Toda la exigencia se concentra al principio: te lo piden todo entre los 25 y los 40, justo cuando has de ser madre. Tienes que sacarte títulos, doctorados, libros, investigaciones... O subes o te echan.

        —Aquí más o menos igual.

        —Pues deberíamos cambiarlo; necesitamos plantear un gran pacto social para recuperar la maternidad responsable.

        —¿Y el modelo escandinavo: un buen subsidio por hijo y que pague el Estado?

        —Crea madres solteras porque expulsa al padre de la familia. Como el subsidio lo recibe la madre, existe la tentación de tener hijos sin padre y eso tampoco es bueno.

        —No veo grandes cataclismos sociales en Escandinavia por culpa del padre ausente.

        —Ya veremos...

        —Llevan ya cuarenta años de subsidios a la familia y no les va tan mal.

        —No es la solución. La solución es rendirse. Rendirse no es perder, es aceptar que la biología te ha hecho madre y que eso es lo primero y más maravilloso que puedes ser.