Elizabeth Cady Stanton

Cuando nació su séptimo hijo, izó una bandera en su casa para demostrar la importancia de su maternidad. Con la misma seguridad defendió un cambio en la visión y derechos de la mujer en la sociedad de su tiempo.

Mujer Nueva
Elizabeth Cady Stanton
Autor: Paloma Gascó

Cualquier ideal supone esfuerzo

        Nació en 1820, y fue pionera del movimiento a favor de los derechos de la mujer en Estados Unidos. En la época en que vivió, estaba mal visto que las mujeres mostrasen su embarazo en público, permaneciendo todo ese tiempo “confinadas” en el hogar. Después de unos meses, aparecían con un nuevo miembro en la familia, sin celebración alguna. Ni siquiera en sus diarios personales mencionaban su embarazo, limitándose a anunciar brevemente la llegada de los niños. Pero el caso de Elizabeth Cady Stanton fue una excepción. Cuando en 1859 nació Henry, su séptimo hijo, izó en su honor una bandera en su casa en Seneca Falls. Con esa bandera quiso demostrar la importancia de su maternidad y, a pesar de las críticas, defendió, con la misma seguridad, un cambio en la visión y derechos de la mujer en la sociedad de su tiempo.

        Elizabeth ya había levantado muchas suspicacias en Seneca Falls desde que, en 1848, llegó a esta pequeña población desde la ciudad de Boston. Aislada y privada de las actividades sociales a que estaba acostumbrada en la gran ciudad donde vivió sus primeros años de matrimonio, Elizabeth era feliz con su maternidad, pero se sentía frustrada. A menudo se encontraba sola en el hogar, con la responsabilidad propia de una madre que ya tenía tres hijos y cuyo marido viajaba frecuentemente.

Sus obligaciones como madre siempre prioritarias

        Desde que participó en la primera convención de derechos de la mujer en Nueva York, nunca dejó de trabajar por esta causa hasta su muerte en 1902. A lo largo de su vida, muchas veces tuvo que decidir entre su trabajo a favor del reconocimiento de los derechos de las mujeres, y sus propias obligaciones familiares. Quizás porque defendía apasionadamente el papel de la mujer como madre, nunca dudó sobre sus prioridades. Durante la infancia de sus hijos, aproximadamente entre 1843 y 1870, se dedicó por completo a ellos. Rara vez dejó el hogar para acudir a conferencias sobre los temas que le entusiasmaban, pero sí ayudó a escribir los discursos que Susan B. Anthony pronunciaba en público. Sólo alguna vez pidió a Susan que se acercase desde Rochester para cuidar a sus hijos mientras ella escribía sus nuevas ideas sobre educación y salud.

        También luchó por el derecho de la mujer casada a tener propiedades (en esa época sólo las mujeres solteras gozaban de ese privilegio), como medida de seguridad frente a la pobreza. El papel de esposa y madre lo consideraba vital y, por lo tanto, debía tener las mismas ventajas legales y financieras que el papel de marido y padre.

Logros importantes         Pero, sobre todo, Elizabeth reclamó la participación de las mujeres en los asuntos públicos a través del derecho al voto en iguales condiciones que los hombres. El sufragio sería el instrumento por el cual las mujeres aportarían su sentido de moralidad a todos los asuntos que afectan a la familia. El voto femenino también sería un medio para humanizar una sociedad donde imperaba la violencia de la guerra, la pobreza, el crimen, el trabajo de los niños, la corrupción política y otras injusticias flagrantes.
Ni la mujer ni el hijo son propiedad         Se opuso rotundamente al aborto, que definió como infanticidio, igual que muchas otras pioneras en la defensa de los derechos de la mujer, y lo manifestó por escrito en el periódico que publicaba junto a Susan B. Anthony, “La Revolución”.

        En 1873 escribió a Julia Ward Howe, la mujer que promovió la instauración del “Día de la Madre”, las siguientes palabras que deberían permanecer en la memoria de todo movimiento feminista posterior:

        “Cuando consideramos que las mujeres son tratadas como una propiedad, es degradante que tratemos a nuestros hijos como una propiedad de la que podemos disponer a nuestro gusto.”