81. La acción nada vale sin la oración: la oración
se avalora con el sacrificio.
82. Primero, oración;
después, expiación; en tercer lugar, muy en "tercer
lugar", acción.
83. La oración
es el cimiento del edificio espiritual. La oración
es omnipotente.
84. "Domine,
doce nos orare" ¡Señor, enséñanos
a orar! Y el Señor respondió: cuando os pongáis
a orar, habéis de decir: "Pater noster, qui es in coelis..."
Padre nuestro, que estás en los cielos...
¡Cómo
no hemos de tener en mucho la oración vocal!
85. Despacio. Mira
qué dices, quién lo dice y a quién. Porque
ese hablar de prisa, sin lugar para la consideración, es
ruido, golpeteo de latas.
Y te diré
con Santa Teresa, que no lo llamo oración, aunque mucho menees
los labios.
86. Tu oración
debe ser litúrgica. Ojalá te aficiones a recitar
los salmos, y las oraciones del misal, en lugar de oraciones privadas
o particulares.
87. "No sólo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca
de Dios", dijo el Señor. ¡Pan y palabra!:
Hostia y oración.
Si no, no vivirás
vida sobrenatural.
88. Buscas la compañía
de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato,
te hacen más llevadero el destierro de este mundo..., aunque
los amigos a veces traicionan. No me parece mal.
Pero... ¿cómo
no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía,
la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona?
89. "María
escogió la mejor parte", se lee en el Santo Evangelio.
Allí está ella, bebiendo las palabras del Maestro.
En aparente inactividad, ora y ama. Después, acompaña
a Jesús en sus predicaciones por ciudades y aldeas.
Sin oración,
¡qué difícil es acompañarle!
90. ¿Que
no sabes orar? Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto
comiences a decir: "Señor, ¡que no sé hacer
oración!...", está seguro de que has empezado
a hacerla.
91. Me has escrito:
"orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?"
¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas,
éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias...,
¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor
y desagravio.
En dos palabras:
conocerle y conocerte: "¡tratarse!"
92. "Et in
meditatione mea exardescit ignis" Y, en mi meditación,
se enciende el fuego. A eso vas a la oración: a hacerte
una hoguera, lumbre viva, que dé calor y luz.
Por eso cuando
no sepas ir adelante, cuando sientas que te apagas, si no puedes
echar en el fuego troncos olorosos, echa las ramas y la hojarasca
de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias, que sigan
alimentando la hoguera. Y habrás aprovechado el tiempo.
93. Te ves tan
miserable que te reconoces indigno de que Dios te oiga... Pero,
¿y los méritos de María? ¿Y las llagas
de tu Señor? Y... ¿acaso no eres hijo de Dios?
Además,
El te escucha "quoniam bonus..., quoniam in saeculum misericordia
ejus": porque es bueno, porque su misericordia permanece siempre.
94. Se ha hecho
tan pequeño ya ves: ¡un Niño! para
que te le acerques con confianza.
95. "In te,
Domine, speravi": en ti, Señor, esperé. Y
puse, con los medios humanos, mi oración y mi cruz. Y
mi esperanza no fue vana, ni jamás lo será: "non
confundar in aeternum"!
96. Habla Jesús:
"Así os digo yo: pedid, y se os dará; buscad,
y hallaréis; llamad, y se os abrirá".
Haz oración.
¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades
de éxito?
97. No sabes qué
decir al Señor en la oración. No te acuerdas de nada,
y, sin embargo, querrías consultarle muchas cosas. Mira:
toma algunas notas durante el día de las cuestiones que desees
considerar en la presencia de Dios. Y ve con esa nota luego a orar.
98. Después
de la oración del Sacerdote y de las vírgenes consagradas,
la oración más grata a Dios es la de los niños
y la de los enfermos.
99. Cuando vayas
a orar, que sea éste un firme propósito: ni más
tiempo por consolación, ni menos por aridez.
100. No digas a
Jesús que quieres consuelo en la oración. Si
te lo da, agradéceselo. Dile siempre que quieres perseverancia.
101. Persevera
en la oración. Persevera, aunque tu labor parezca estéril.
La oración es siempre fecunda.
102. Tu inteligencia
está torpe, inactiva: haces esfuerzos inútiles para
coordinar las ideas en la presencia del Señor: ¡un
verdadero atontamiento!
No te esfuerces,
ni te preocupes. Oyeme bien: es la hora del corazón.
103. Esas palabras,
que te han herido en la oración, grábalas en tu memoria
y recítalas pausadamente muchas veces durante el día.
104. "Pernoctans
in oratione Dei" pasó la noche en oración.
Esto nos dice San Lucas, del Señor.
Tú, ¿cuántas
veces has perseverado así? Entonces...
105. Si no tratas
a Cristo en la oración y en el Pan, ¿cómo le
vas a dar a conocer?
106. Me has escrito,
y te entiendo: "Hago todos los días mi "ratito"de
oración: ¡si no fuera por eso!"
107. ¿Santo,
sin oración?... No creo en esa santidad.
108. Te diré,
plagiando la frase de un autor extranjero, que tu vida de apóstol
vale lo que vale tu oración.
109. Si no eres
hombre de oración, no creo en la rectitud de tus intenciones
cuando dices que trabajas por Cristo.
110. Me has dicho
alguna vez que pareces un reloj descompuesto, que suena a destiempo:
estás frío, seco y árido a la hora de tu oración;
y, en cambio, cuando menos era de esperar, en la calle, entre los
afanes de cada día, en medio del barullo y alboroto de la
ciudad, o en la quietud laboriosa de tu trabajo profesional, te
sorprendes orando... ¿A destiempo? Bueno; pero no desaproveches
esas campanadas de tu reloj. El espíritu sopla donde
quiere.
111. Me has hecho
reír con tu oración... impaciente. Le decías:
"no quiero hacerme viejo, Jesús... ¡Es mucho esperar
para verte! Entonces, quizá no tenga el corazón en
carne viva, como lo tengo ahora. Viejo, me parece tarde. Ahora,
mi unión sería más gallarda, porque te quiero
con Amor de doncel".
112. Me gusta que
vivas esa "reparación ambiciosa": ¡el mundo!,
me has dicho. Bien. Pero, en primer término, los de
tu familia sobrenatural y de sangre, los del país que es
nuestra Patria.
113. Le decías:
"No te fíes de mí... Yo sí que me fío
de ti, Jesús... Me abandono en tus brazos: allí dejo
lo que tengo, ¡mis miserias!" Y me parece buena
oración.
114. La oración
del cristiano nunca es monólogo.
115. "Minutos
de silencio". Dejadlos para los que tienen el corazón
seco.
Los católicos,
hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en
los cielos.
116. No dejes tu
lección espiritual. La lectura ha hecho muchos santos.
117. En la lectura
me escribes formo el depósito de combustible.
Parece un montón inerte, pero es de allí de
donde muchas veces mi memoria saca espontáneamente material,
que llena de vida mi oración y enciende mi hacimiento de
gracias después de comulgar.