Asistentes al acto de inicio del proceso.
Se inicia el proceso de canonización de un sacerdote del Opus Dei
José María Hernández Garnica fue uno de los primeros colaboradores de Escrivá.
2.03.05 EL MUNDO
Otro más en "proceso"

        La santificación en el trabajo de cada día, lema del Opus Dei, no sólo sirve para que los miembros de la Obra vivan en plenitud su vida cristiana, sino que, además, es un auténtico semillero de santos. Siguiendo las huellas del fundador, San Josemaría Escrivá, otro miembro del Opus va camino de los altares: José María Hernández Garnica, sacerdote, ingeniero y uno de sus primeros colaboradores.

        Y no es el único. Aparte de monseñor Alvaro del Portillo, cuyo caso de beatificación está ya muy avanzado, la Obra tiene en proceso de canonización, entre otros, a los médicos Eduardo Ortiz de Landázuri y Ernesto Cofiño, al ingeniero suizo Toni Zweifel, a la química Guadalupe Ortiz de Landázuri y, ahora, a José María Hernández Garnica.

        El proceso de canonización de este último se inició ayer en un acto presidido por el obispo auxiliar de Madrid, César Franco, en la Basílica de San Miguel. Se trata, según la nota hecha pública por la Oficina de Información de la Obra, "de uno de los primeros fieles del Opus Dei (1935), que dedicó su vida a la evangelización a través de esta institución".

El múltiples países         Ingeniero de minas, doctor en Ciencias Naturales y en Teología, Hernández Garnica se ordenó sacerdote en 1944, junto a Alvaro del Portillo y José Luis Múzquiz. Tras su ordenación, el fundador le encargó especialmente "el impulso de la labor apostólica del Opus Dei entre las mujeres, consciente del papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia".

        Desde 1957 fue enviado por el fundador a impulsar el desarrollo de la Obra en Inglaterra, Irlanda, Francia, Austria, Alemania, Suiza, Bélgica y Holanda. Falleció con fama de santidad el 7 de diciembre de 1972 en Barcelona.

        El postulador de su causa, José Carlos Martín de la Hoz, también de la Obra, aseguró que "el siervo de Dios tenía grandes talentos humanos que puso al servicio de la Iglesia y de todas las personas que lo trataron". Y añadió: "Su sencilla humildad y su extraordinaria sinceridad y franqueza hicieron que su personalidad fuera atractiva, aunque él se sintió siempre servidor de todos".