Durante la ceremonia
de ordenación
Cuatro testimonios de los nuevos sacerdotes
Un biólogo sevillano, un medico de Australia, un ingeniero brasileño y un científico italiano son algunos de los 34 nuevos sacerdotes ordenados por el Prelado del Opus Dei. Estos son sus testimonios.
Libros del Fundador del Opus Dei

Alfonso Sánchez (Sevilla): “El mar es sobrecogedor, maravilloso, desconocido... como la fe”.

         Alfonso Sánchez, de Sevilla.Alfonso Sánchez de Lamadrid, sevillano de 45 años, ha trabajado durante 15 años en el mar. Biólogo y doctor en ciencias marinas, estudió el ecosistema de la bahía de Cádiz y la costa andaluza.

        Durante temporadas en alta mar, analizó el comportamiento de especies como la dorada, el boquerón, la sardina, el langostino o la acedía. “El mar es un mundo muy atractivo. Incluso nosotros, los especialistas en naturaleza marina, sabemos aún muy poco de sus misterios. En el barco, alejado de la costa, descubres que el mar es un espacio sobrecogedor, enorme. ¡No nos podemos hacer idea de lo que contiene!”.

        El mensaje de San Josemaría de encontrar a Dios en el trabajo ordinario, ayudó a Alfonso Sánchez a reflexionar sobre Dios: “Aquel mar en el que trabajaba era sobrecogedor, maravilloso y desconocido”. Se detiene. Y continúa: “Es como la fe. Creemos que conocemos a Dios, pero en cuanto nos sumergimos un poco, en cuanto le tratamos y nos comenzamos a hacer preguntas, descubrimos todo un mundo nuevo, inabarcable”.

        Alfonso ha realizado sus estudios de Teología previos al sacerdocio en Roma. Ahora, recuerda sus años en Andalucía: “Es una tierra en la que Dios está especialmente presente. Como en todas partes, los andaluces también tienen sed de Dios. Somos gente de corazón, así que aún los que tienen al Señor más olvidado, son incapaces de esconder ese poquito de fe”.

         Luca Fantini, de Génova.Luca Fantini (Génova): Asombrado por la ciencia, abandonó la fe. Ahora es sacerdote.

        Es Ingeniero Eléctrico por la Universidad de Génova, pero Luca Fantini (Génova, 1972) ante todo es un científico, apasionado por la astronomía y la física. En los años universitarios, también leyó mucha filosofía. “Me asombraron los modernos descubrimientos científicos hasta el punto de que me parecía que la fe había quedado totalmente superada por ellos. Por eso, aunque había sido educado en la religión, abandoné la práctica”, dice el sacerdote.

        En primero de carrera, “mientras leía un libro de Freud -así hace Dios las cosas-, pensé que tenía que hacer algo por los demás. Me faltaba algo en la vida, y era curioso, porque jamás había sentido esa necesidad. Aquel mismo día, por la tarde, me llamó un amigo para contarme que iba a pasar unos días acompañando a niños con el síndrome de Down, en Portugal. Era una actividad organizada por personas del Opus Dei. Me aseguraron que cada cual era libre de participar en los actos religiosos de aquellos días, y yo asistí a todos por respeto”.

        “Pero lo que me cambió fue el ambiente. Allí, entre aquella gente, existía la misma alegría que entre mis amigos y amigas de Génova pero... con algo más. Me gustaba la libertad con la que hacían las cosas, la profundidad con la que afrontaban las cosas más ordinarias. Recuerdo la serenidad con la que uno encajó la pérdida de un familiar. Me pregunté, ¿yo, como habría reaccionado?”, continúa.

        “De regreso a Italia, conocí a otras personas del Opus Dei, buenos profesionales, buenos científicos, que no encontraban incompatibilidad entre su trabajo y la fe. Es más, yo veía que, al estar abiertos a la fe, su actitud hacia la realidad era más completa, más sincera, más exigente. Admití que, hasta entonces, mi planteamiento había sido muy superficial”, dice Luca.

        Con el tiempo, “volví a la práctica de la fe. Pero mi “regreso” –puntualiza- no fue un proceso puramente intelectual. Fue el inicio de una nueva amistad, del trato personal con Dios”.

        Ahora que es sacerdote, sigue cultivando su gusto por la ciencia, porque “las verdades de la ciencia no tienen porque ser incompatibles con las verdades de la fe: unas apoyan a otras, se complementan”.

Amin Abboud (Sydney): “Australia es un país libre, sin prejuicios, abierto plenamente a Dios”.

         Amin Abboud, australiano.Amin John Abboud, australiano de 41 años, trabajó como médico en el Repatriaton General Hospital Concord (Sydney, Australia), tras licenciarse en la Sydney University. Como doctor, ha aprendido grandes lecciones de sus pacientes.

        “Recuerdo que un día dejé el coche aparcado junto al hospital. Al volver, vi que alguien había arrancado el parachoques y lo había dejado sobre el capó. Había una nota en el parabrisas que decía: ‘Ha sido una furgoneta, que se fue sin decir nada. Sus datos son... Puedo testificar si lo desea’ Y firmaba. La nota la había escrito la madre de un niño con Síndrome de Down que esa misma mañana había venido al hospital por una urgencia de su hijo. Aquello me hizo pensar que las personas que sufren la enfermedad de un paciente, son las que más pendientes están de los demás”.

        Amin ha atendido también a ancianos con alzheimer y a presos de una cárcel. “Mi primer deber era atenderles profesionalmente; y luego, si se presentaba la ocasión, les sugería que encontraran refugio en la fe”. La antropología cristiana ha sido fundamental en el trabajo de este médico, ahora sacerdote: “En la carrera nos explicaban, sin argumentos religiosos, cómo preparar a una persona ante la muerte y ante el dolor. Pero a mi aquello me parecía vacío, absurdo. La fe, en cambio, te permite abrirte a otra vida y dar sentido a la presente. Es una medicina de valor incalculable”.

        El sacerdote australiano tiene grandes esperanzas en el futuro de su país: “Australia es un lugar tranquilo, donde se ama la libertad y no hay prejuicios. Es, por lo tanto, un terreno abierto a la verdad de Dios, perfecto para difundir la fe. Estoy rezando para que la próxima Jornada Mundial de la Juventud sea un momento de renovación espiritual para muchos jóvenes”.

Adilson Martini (Brasil): “Seguiré encargándome de la calidad en la construcción... de vidas felices”.

         Adilson Martini, brasileño.Adilson Martini (Sao Paulo, 1969) ha trabajado como ingeniero en Curitiba y Porto Alegre. Antes de estudiar Teología para ser sacerdote en el Opus Dei, colaboró en la construcción de un estadio de Fútbol, de varios túneles, de un circuito para carreras de coches, y de una refinería de petróleo, entre otras.

        “Yo me encargaba de la calidad en la construcción. Debía asegurarme que todo se hacía correctamente, siguiendo los parámetros de seguridad y de eficacia previstos”. En su vida profesional, ya pertenecía al Opus Dei. “De San Josemaría aprendí a intentar tratar bien a los demás. Cuando diriges a un equipo de obreros y hay que corregir su trabajo, a veces no es fácil ser amable. Tienes que decirles lo que está mal y lo que tiene que mejorarse. Eso se puede decir a gritos o con paciencia y una sonrisa”.

        Ahora, su vida toma un giro importante. “Soy sacerdote para servir a la Iglesia y a la Obra. Me encargaré de administrar sacramentos, de llevar la dirección espiritual de personas, de dar catequesis, etcétera. Tendré que acompañar a la gente a encontrarse con Dios. Por eso, me gusta imaginar que seguiré encargándome de la calidad en la construcción... de vidas felices”.