¿Es
siempre verdad lo que dice la Iglesia?
Julio de la Vega-Hazas Ramírez
|
Una
revista en casa que sorprende de modo negativo
|
La vida misma:
Aunque normalmente
se limitaba a mirar las fotografías y poco más, a Roberto
no se le escapaba que el semanario que compraba su padre "no se
llevaba muy bien" con la Iglesia: con frecuencia aprovechaba cualquier
motivo para atacar la doctrina y la jerarquía. A su madre mujer
piadosa y más culta de lo que parecía, no le gustaba,
pero su padre decía que aunque ese aspecto no le agradaba, era
el semanario que mejor informaba y que, además, "no hay
otra cosa".
Un día, hojeando
la revista, reparó en una foto en color que presentaba a unos
padres jóvenes sonriendo con un hermoso bebé en brazos.
Era un "niño-probeta". Roberto sintió curiosidad
por el asunto, y leyó el artículo. Daba algunas estadísticas
y noticias sobre tratamientos contra la infertilidad, y al final, tras
aludir a la alegría que llevaba a los hogares, comentaba que
no se explica cómo la Iglesia Católica no permite la fecundación
"in vitro" y otras técnicas, cerrando la puerta de
la felicidad para tantas parejas. Hacía referencia a la disociación
entre la Iglesia (que se había anclado en el pasado) y el mundo
actual, y juzgaba que si no quería "perder el tren de la
vida" y automarginarse, la Iglesia tenía que adaptarse,
revisando su "catálogo de prohibiciones". Varias páginas
más adelante, volvía a arremeter contra la doctrina católica
en términos parecidos, esta vez a propósito del control
de la población. La foto en este caso recogía a unos indígenas
muy escuálidos, de cara inexpresiva.
|
Se
nota una disparidad de criterios
|
Roberto no sabía qué pensar,
y a la hora de comer sacó el tema en la mesa. Su hermano Jaime
estudiaba 4º de Historia parecía estar bastante
de acuerdo con la revista. Dijo que no es lo mismo el siglo I que el XX,
y que en aquel tiempo no había problema de superpoblación,
y tenía sentido prohibir cosas que entonces dañaban a la
sociedad, mientras que ahora la favorecerían. Pensaba que lo mismo
ocurriría en otros asuntos. Su madre replicaba que eso era "una
barbaridad" y que esos problemas pueden arreglarse de otro modo.
Su padre dio la razón a su madre señalando que, efectivamente,
hay mucho excedente de alimentos y mucho niño para adoptar: "siempre
se apuntan a lo fácil", concluyó. |
Un
problema que toca más de cerca
|
Al cabo de un rato, llamaron a la puerta,
y fue a abrir Roberto. Era Engracia. Procedente de un pueblo, había
trabajado tres años como empleada viviendo en la casa. Se había
casado hacía pocos años tras un gran esfuerzo por
parte de la madre de Roberto para que fuera a la preparación en
la parroquia y se casaran allí, pues el chico no quería,
y seguía yendo a trabajar, al menos hasta que encontrasen otra
chica. Estaba llorosa, y Roberto lo notó:
"¿Te pasa algo?"
"No". "Sí
que te pasa".
"Que no, que no es nada".
Roberto no se convenció, y llamó a su madre:
"¡Mamá, mamá!
¡Ven, que a Engracia le pasa algo!". Acudió su madre,
la llevaron al salón, se sentaron, y tras preguntar un rato qué
sucedía, al final estalló en sollozos y se lo contó.
Resultaba que su marido estaba en relaciones con otra mujer y se quería
divorciar. La consolaron como pudieron, y le dijeron que ya hablarían
con más calma del asunto. |
Cómo
se valoran las disposiciones de la Iglesia
|
Días
después, por la noche, estaban en el salón los padres de
Roberto y éste. Salió a conversación la situación
de Engracia. El padre parecía más comprensivo:
"Qué van a hacer si el
matrimonio ha salido mal..."
"Pues la Iglesia...".
"Pero eso no es ningún
dogma".
"Vaya, no sé yo si eso
es muy correcto...; la Iglesia no habla en nombre propio".
"¡Que no, mujer,
que no! Que una cosa son las cuestiones de fe, que o las crees o nada,
y otra cómo resolver los problemas de la vida".
"Mira, que tampoco
es dogma que no robes...".
"¡Pero está
en la Biblia! ¿Y esto, en qué parte de la Biblia sale esto?
¿Lo que predican no tiene que estar en la Biblia? ¡Pues entonces...!".
"No, si a mí
también me da pena, pero...".
"No, si cuando te
pilla lejos puedes teorizar lo que quieras, pero cuando ves de cerca las
cosas...".
"Bueno, tienen su
autoridad, ¿no? Mira a ver por qué dicen lo que dicen".
"¿Su autoridad?
¡Que no sean orgullosos! ¡Nada, que ellos contra todo el mundo!
¡Todo el mundo ve clara una cosa, pero no, ellos erre que erre!".
A estas alturas ya estaba levantando bastante la voz. |
Influencias
decisivas que apenas se notan
|
Roberto estaba un poco caliente a resultas
de la discusión; a su madre ya se le había escapado alguna
vez un "con tu padre no se puede discutir", y comprobarlo no
era grato. Tenía que reconocer que, efectivamente, de eso no sabía
mucho, pero, bien mirado, ¿tanto sabía él?, ¿y
de qué sabía tanto?
"¡Claro, la revista!", dijo de repente. "Iguales
pensó: llaman orgullosos a los demás, y ellos,
mira..." Y, además, su madre tenía razón: no
se molestan en ver por qué dicen lo que dicen cuando no coinciden
con lo suyo. Por otra parte, le daba mucha pena la situación de
Engracia, y le hacía sufrir el pensar que estuviese condenada a
la infelicidad. Esto le había despertado, pues hasta entonces había
vivido como si esas cosas sólo pasaran en los "culebrones"
televisivos. Concluyó que "no podía ir así por
la vida" y que tenía que enterarse en serio de todas esas
cosas. |
Hay
muchísimas cuestiones implicadas que dependen de si se acepta
o no una revelación sobrenatural
|
Interrogantes:
¿Habla
la Iglesia en nombre propio? ¿En nombre de quién lo hace?
¿Con qué autoridad? ¿Lo hace infaliblemente? ¿En
virtud de qué? ¿Puede acusársela por ello de orgullo?
¿Qué es la Revelación? ¿Abarca sólo
materias que únicamente pueden conocerse por fe? ¿Qué
es un misterio? ¿Piden los misterios sólo su aceptación
por la inteligencia, o afectan también a la vida? ¿Podrías
poner un ejemplo de ello? ¿Qué es un dogma? ¿La
Revelación incluye sólo dogmas?
¿Tiene la Iglesia autoridad para enseñar verdades de índole
natural? ¿Por qué? ¿Qué aporta con esta
enseñanza? ¿Ves en el caso estudiado la necesidad de esta
enseñanza? ¿En qué?
¿Se contiene toda la Revelación en la Biblia? ¿Toda
verdad de fe tiene que estar en ella? ¿Por qué? ¿Dónde
más se contiene? ¿Qué es la Tradición? ¿Son
evidentes las enseñanzas de la Escritura, o necesitan interpretación?
¿Quién la interpreta con autoridad? ¿Por qué?
¿Es la Iglesia "propietaria" de las verdades reveladas?
¿Puede disponer de ellas? ¿Con qué título
las posee? ¿En qué sentido es el Magisterio fuente de
la Revelación?
¿Cuándo se completó el depósito revelado?
¿Está condicionado por la situación y la cultura
de la época? ¿Por qué? ¿Puede haber alguna
razón que justifique un cambio? ¿Cabe algún progreso?
¿De qué tipo? ¿En virtud de qué, si el depósito
está completo, puede juzgarse una situación nueva? ¿Es
la única misión del Magisterio de la Iglesia custodiar
el depósito de la fe? ¿Tiene derecho a juzgar "las
cosas que van saliendo"? ¿En virtud de qué? ¿Debe
adaptarse la doctrina a las diferentes épocas o sociedades? ¿Por
qué? ¿Pueden juzgarse éstas a la luz de la doctrina?
¿En qué sentido?
¿Cuándo se puede decir que la Iglesia enseña una
doctrina? ¿Quién tiene autoridad para hablar en nombre
de Ella?
Vid. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 50-55, 74-95,
101-114, 785, 888-892.
|
La
Iglesia no puede ser orgullosa porque no afirma sino lo que dijo Jesucristo |
Así es la vida:
El problema alrededor
del cual gira este caso se ha escogido no sólo por ser de mucha
actualidad, sino por ser un tema en el que resulta más difícil
comprender la postura de la Iglesia que en otros asuntos. Cuando no
se acepta algún artículo de la fe se pone de manifiesto
que no se considera a la Iglesia depositaria de la Revelación
divina, o bien, se entienden las verdades de fe como opiniones sin más,
de las que se puede discrepar. Puede ser orgullo sostener una opinión
"contra todo el mundo", pero sólo si se trata de la
opinión propia; la Iglesia, en cambio, hace suyas las palabras
de Cristo: "mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado"
(Jn. 7, 16). Eso no es orgullo: es fidelidad.
En
cambio, en el padre de Roberto sí que hay orgullo. Es un hombre
que tiene fe y parece haber recibido una buena formación, pero
un excesivo apego a su opinión y, en general, una excesiva confianza
en sí mismo, han permitido que esa fe se erosione. Posiblemente
se da una autosuficiencia un pensar que está definitivamente
bien formado que ha hecho que se descuide, y el constante bombardeo
ideológico de unas publicaciones anticatólicas, sin el
contrapeso del cuidado por su formación, ha comenzado a influir
en su manera de ver las cosas, aunque él no se dé cuenta.
Ante una situación difícil, y en medio de un acaloramiento,
afloran varias de estas deformaciones.
|
Los
que no aeptan a la Iglesia como divina se "entienden" directamente
con Dios |
Es habitual que, cuando
se pone en tela de juicio la doctrina de la Iglesia Católica, se
utilice por quienes lo hacen frecuentemente personas sin fe
una noción de religión muy influenciada por ideas protestantes.
Aquí sucede esto. El protestantismo rechaza la mediación
eclesial el pueblo cristiano, unido a sus Pastores, es decir,
que la doctrina venga de Dios a través de la Iglesia. En vez de
esto, sostienen la libre interpretación de la Biblia por cada creyente,
y es la Biblia su única fuente de la Revelación. Para el
protestantismo no cuenta la Tradición, ni el Magisterio, instituido
por Jesucristo al servicio de la palabra de Dios (cfr. C.Ig.C., 85-87).
Y además, es la fe sin obras la que salva. Por eso se disocian
"las cuestiones de fe" de "los problemas de la vida"
(fe sin obras). Por eso se separan las verdades de fe "los
dogmas" de la "visión de las cosas que van saliendo"
(falta de mediación eclesial: "la fe" fue algo revelado
hace muchos siglos, y así la doctrina sobre las cuestiones que
surgen después queda en mera opinión). Por eso "lo
que se predica tiene que estar en la Biblia" (negación de
la Tradición como fuente de la Revelación). A propósito
de la Biblia, si se quiere entender adecuadamente su mensaje, no se debe
olvidar que la Revelación que Dios hace de sí mismo y de
sus planes de salvación es progresiva (cfr. C.Ig.C., 53). Jesucristo
constituye la auto-revelación completa de Dios: Él es "el
camino, la verdad y la vida" (Jn. 14, 6); Él es "la imagen
del Dios invisible" (Col 1, 15). |
El
sentido de la palabra "dogma" |
En cambio, la Iglesia se sabe depositaria de la Revelación,
es decir, del "depósito sagrado" contenido en la Sagrada
Tradición y en la Sagrada Escritura que fue confiado por los Apóstoles
al conjunto de la Iglesia (cfr. C.Ig.C., 84). "Depósito"
es aquí un término jurídico, por el que la entrega
"en depósito" obliga al depositario a la custodia fiel
e íntegra de lo depositado. Esta entrega es la Tradición,
y la obligación perdura a través del tiempo: por eso la
Iglesia habla de Tradición viva y de Magisterio vivo (cfr. C.Ig.C.,
85). La misma Sagrada Escritura nos es entregada por esa Tradición
viva, y su custodia íntegra requiere su interpretación auténtica,
también frente a las cuestiones "que van surgiendo".
Así se ve también claramente que lo que hay que creer es
el depósito íntegro, no sólo "los dogmas":
éstos son verdades contenidas en la Revelación divina o
verdades que tienen con ellas un vínculo necesario, propuestas
por el Magisterio de la Iglesia de una forma tal que obliga al pueblo
cristiano a una adhesión irrevocable de fe (cfr. C.Ig.C., 88).
Sus contenidos forman parte del depósito, pero no son el depósito
entero. |
La
Iglesia puede juzgar verdaderamente del mundo |
En cuanto
a lo que dice Jaime aparte de las alusiones que hace de modo acrítico
a algunos "dogmas demográficos" usados por algunos en
economía no queda claro el alcance que da a su afirmación,
pero parece ver la doctrina de la Iglesia desde una postura de relativismo
historicista: sería el producto de una época; un producto
humano, no la Revelación divina. En realidad, las enseñanzas
de la Iglesia establecen los criterios para iluminar los problemas que
van surgiendo en cada época histórica; en este sentido,
las soluciones temporales no pueden negar las verdades fundamentales sobre
Dios y el hombre. No es la Iglesia la que debe adaptarse al mundo, a la
cultura, a la ciencia, etc., sino que es ella quien juzga conforme
a su misión profética respecto al tiempo esas realidades
y los nuevos retos que se plantean al hombre, a la luz de los principios
recibidos del mismo Jesucristo, su Fundador. |