Tiene ya 16 años y ha empezado
         a salir con un chico

Alfonso Aguiló

Una joven de tantas que crece y desconfía

La vida misma:
        Paloma tiene ya 16 años y ha empezado a salir con un chico –David– con el que está encandilada. Su madre piensa que ese chico no le conviene, pero no sabe cómo decírselo sin que se enfade. La chica ha empezado a suspender y se ha enrarecido su carácter. Por una casualidad, su madre ha enterado de que Paloma consume pastillas que no son precisamente para la tos, y que frecuenta con David lugares poco recomendables.

         Se lo recriminó nada más verla:
         —"Sí, ¿y qué...?", contestó su hija.
         —"Pues que todo eso está muy mal".
         —"¡Ay, no me digas!", replicó con ironía.
        
        La madre, desconcertada, no sabía cómo seguir. Al final dijo:
         —"Y..., ¿si te mueres, qué, al infierno? ¿O es que no has pensado que te puedes morir?".
         —"Pues por eso..., hay que vivir, que son dos días".
         —"Pero luego...".
         —"Luego..., ¿qué? ¿Has estado allí? ¿Has visto algo? A lo mejor me convierto en una vaca. David dice que se está tomando en serio lo de la reencarnación. Además, yo no creo en el infierno. ¿No ha venido Dios a salvar a los pecadores? ¿No es tan misericordioso? Yo no paso por ahí, ya habéis asustado a mucha gente."

        La madre se dio cuenta de que le faltaban argumentos, y de que además había planteado bastante mal la conversación. Lo comentó aquella noche con su marido.

Que sea sincera consigo misma

Objetivos
        Lograr que Paloma entienda que los hombres estamos sujetos sujetos a un orden natural fuera del cual no alcanzaremos nuestra plenitud.

        Hacer que descubra un sentido más claro y positivo de la fe y de las verdades eternas.

        Los padres de Paloma estuvieron comentando cómo encontrar el modo y la ocasión de hablar con su hija constructivamente sobre estos temas. Era preciso que entendiera que desoír los mandatos de Dios lleva a las personas a situaciones que siempre producen daño, a uno mismo y a otros.

Siempre hay un momento en el que es más fácil reconocer la verdad

Así es la vida:
        A los pocos días, Paloma llegó a casa bastante tarde y muy abatida. Parecía no querer hablar con nadie, pero su madre enseguida advirtió que en realidad lo deseaba vivamente. Decidió no hacer mención al hecho de que hubiera llegado tan tarde. Pensó que en ese momento era mejor ayudar a su hija a desahogarse.

        Ya había aprendido de su error en la anterior conversación, así que esta vez lo planteó de modo muy distinto. En cuanto la chica vio que su madre no estaba en plan de sermonearla, le fue contando todo, de principio a fin. Había roto con David después de enterarse de que la engañaba. Se sentía muy humillada. Pensaba que la habían usado como se usa a un objeto. Ahora comprendía que había sido seducida de la forma más simple, y que se había entregado con total ingenuidad: "Ya me parecía que David se pasaba conmigo. Me molestaba, pero no quería perderlo, ni parecer una tonta. Pero ahora me doy cuenta de que fue un error desde el principio."

        David había tenido un accidente con el coche. No le pasó casi nada, aunque podía haberse matado. Tuvieron que darle unos puntos. Paloma acudió al hospital, sin saber casi nada. Una vez allí, no tardó en enterarse de que en el momento del accidente su novio iba con otra chica. David conducía demasiado rápido, para impresionar a su acompañante, y se salió de la carretera. Al verse tan cerca de la muerte, se había llenado de miedo y estaba muy conmocionado interiormente.

        Paloma explicó a su madre que David estaba también muy hundido. No era mala persona, pero llevaba tiempo dejándose arrastrar por el egoísmo, y había acabado haciendo cosas que le avergonzaban mucho. Disimulaba su desazón interior con teorías diversas, con las que intentaba justificar su lujuria y su deslealtad, pero al verse al borde de la muerte todo aquello se había venido abajo en un instante. David pidió perdón a Paloma, y ella lo aceptó, pero quedaron en que ya no saldrían juntos.

        Paloma y su madre estuvieron hablando bastante tiempo. Al final, acabó saliendo la conversación que habían tenido ellas dos unos días antes: "Perdona, mamá. Estuve inaguantable. Ahora veo que me pasaba lo mismo que a David." "Deja, hija, que yo tampoco estuve a la altura", terció su madre.

        Fue una conversación muy fructífera. Ahora Paloma veía de otra manera todo lo que había dicho el otro día sobre la muerte, el infierno y la reencarnación. Al final, coincidieron en que lo que había sucedido era providencial para comprender que Dios no ha puesto sus Mandamientos para fastidiar, sino para facilitar a los hombres y mujeres su desarrollo más pleno, su felicidad. El dicho popular de que en el pecado va la penitencia refleja el hecho real de que el alejamiento de Dios –y por tanto, del último fin del hombre–, constituye a la larga la más dolorosa de las penas.

        Vivir de espaldas a la muerte es vivir en el engaño. Y si en la propia vida hay engaño, considerar la realidad de la muerte puede ser una buena ayuda para desengañarse. Pensar en la muerte no tiene por qué suponer un lastre para la vida, sino que nos ayuda a darnos cuenta de que el tiempo a nuestra disposición es limitado y hemos de hacerlo rendir. No debe llevar a reflexiones pesimistas, sino a esforzarnos por llenar la vida de sentido.