Venta de armas para la guerra


V.F.
El inocente regalo La vida misma:
        Jacinto, militar de profesión, asiste por primera vez a un curso de retiro. En una conversación con el sacerdote, le habla de su trabajo. Hace tres años ha sido nombrado director de una fábrica nacional de armamentos. Manifiesta inquietud por haber aceptado una suma de 10.000 dólares, después de una importante venta. Él no había pedido nada al comprador, y de hecho estaba sorprendido de que, meses después de haber concluido la venta, le hubiera entregado esa cantidad simplemente en agradecimiento por su trabajo y sin que hubiera ninguna perspectiva de nuevas ventas en el futuro, ya que se había tratado de una operación aislada y excepcional. Por esta razón, Jacinto había pensado que no hacía nada malo recibiéndola. Sin embargo, al oír en una charla algunos comentarios sobre ética profesional, había caído en la cuenta de que al aceptar esa cantidad quizá había incurrido en evasión de impuestos, y preguntaba qué tenía que hacer.
Mercancía peligrosa

        Don Facundo, el sacerdote, tiene algo de prisa porque ha de hablar también con otras personas, y se limita a algunas consideraciones sobre el bien común y la obligación de pagar los impuestos, pensando aconsejarle, para el caso concreto, que destine una parte de esa suma a fines benéficos. Pero en un momento comenta de pasada a Jacinto que, lógicamente, habrá de tener cuidado con las ventas, "porque no es lo mismo vender armas que zapatos". Entonces Jacinto le interrumpe para explicarle un poco más su trabajo y en qué consistió esa operación.

        La empresa que dirige produce armamento destinado principalmente a las Fuerzas Armadas del país. También vende armas ligeras a negocios privados, ya que en el país está permitida la posesión de esas armas para la defensa personal.

Con tal de hacer negocio         En esta ocasión, sin embargo, se trataba de una venta de armamento pesado a un país subdesarrollado, pero rico en materias primas, que se encuentra en guerra con una nación limítrofe, y ambos con problemas de guerrilla en su territorio. La solicitud de compra le había llegado a Jacinto extra oficialmente, a través del gobierno de su propio país. Por razones políticas, la venta no debía ser hecha directamente al país en guerra, y por eso le habían presentado a Ricardo, intermediario en el comercio internacional de armas, que sería el comprador. Gracias a informaciones reservadas, Jacinto sabía que otras empresas como la suya, de diferentes países industrializados, estaban vendiendo armas a ambos contendientes, siempre a través de intermediarios. Jacinto pensaba que la decisión de apoyar a una de las partes correspondía al gobierno, no a él, aunque se daba cuenta de que en este caso sólo pretendían exportar armas a quien quisiera comprarlas, lo mismo a uno que a otro e incluso a los dos países beligerantes.
Buena formación para verlas venir

        Don Facundo le hace ver entonces que la cuestión de la gratificación y de los impuestos no es el problema principal, y que ha de formarse la conciencia en relación con su trabajo. Pero antes de centrarse en el caso concreto, le pregunta si tiene la conciencia tranquila. Jacinto responde sinceramente que no, pero que si se hubiera negado a la venta, habría tenido que afrontar la oposición del consejo de administración y las presiones del gobierno, y seguramente dimitir. Don Facundo le explica que no debería excluir esa posibilidad, pero que la situación se hubiera presentado de otro modo –e incluso es posible que no llegara a plantearse la alternativa de "vender o dimitir"– si hubiera contado con más formación moral y hubiera procurado desde antes de ese problema hacer de su trabajo medio de santificación y de apostolado, sin limitar la conducta cristiana a evitar lo ilícito.

        Viendo a Jacinto bien dispuesto, don Facundo le prepara para que pueda recibir con verdadera contrición el sacramento de la Penitencia explicándole la ilicitud de esa venta de armas, y le habla de los medios que puede poner para formarse y santificar su trabajo.

Interrogantes:
        1. Qué criterios morales básicos deben tenerse en cuenta en relación con la producción y venta de armas.
        2. Acerca de este caso (cómo explicar la ilicitud de esa venta).
Vacío legal

Así es la vida:
        1) Criterios morales básicos sobre la producción y venta de armas.
Bajo la denominación genérica de "comercio de armas" se encuentran diversas realidades: desde la producción de armas para usos civiles hasta los sistemas de armas pesadas y sus municiones; la transferencia de conocimientos sobre la producción, modernización, funcionamiento y reparación de esos sistemas de armas; y los acuerdos de cooperación para disponer de especialistas encargados de entrenar al personal en el manejo y la manutención de los sistemas de armas modernas.

        La transferencia de estas armas pesadas se hacen, por lo general, de un Estado a otro y es a ellos a quienes corresponde la responsabilidad primaria de reglamentación y control. Sin embargo, los medios de control a nivel nacional serán siempre insuficientes, ya que se trata de un fenómeno transnacional por naturaleza. Aunque existen tratados internacionales que prohíben la transferencia de armas biológicas, químicas y nucleares, no hay disposiciones análogas que regulen la transferencia de armas clásicas. Esta ausencia legal favorece la actividad de traficantes que sólo buscan el enriquecimiento y que mantienen a veces relaciones con la criminalidad organizada o con grupos terroristas.

Crisis del sector y nuevos productores

        En varios Estados del mundo occidental, la desaparición de la amenaza de guerra entre los dos bloques ha tenido como consecuencia una reducción de sus presupuestos militares, lo que ha provocado una crisis en la industria de armamentos. Esta situación ha llevado a un intento de conseguir nuevos mercados para mantener la capacidad de investigación y desarrollo y la viabilidad de la industria militar. La progresiva aparición, desde los años 60, de nuevos productores de armas, especialmente en el Tercer Mundo, no ha hecho más que aumentar la competencia.

        Junto a esto, existe en la actualidad un renovado interés por el control internacional de la transferencia de armas, debido en parte a la existencia de una opinión pública más consciente y a diversas instancias regionales e internacionales que se ocupan de la cuestión.

Criterios morales sobre el comercio de armas

        Teniendo presente esta situación, los criterios morales aplicables al comercio de armas son los siguientes (cfr. Pontificio Consejo Iustitia et Pax, "El comercio internacional de armas. Una reflexión ética", 1-V-1994, especialmente el capítulo 1 y el capítulo 2; este documento puede encontrarse en Ecclesia, nn. 2698-99, del 20 y 27 de agosto de 1994):

        a) "Ninguna transferencia de armas es moralmente indiferente. Al contrario, pone en juego toda una serie de intereses políticos, estratégicos y económicos a veces convergentes, a veces divergentes, que entrañan cada vez consecuencias morales específicas. La licitud de la transferencia –sea por venta, compra, o por cualquier otro medio– no se puede apreciar si no se toman en consideración todos los factores que la condicionan" (cap. 1, n. 1).

        "Cada transferencia debe, por consiguiente, ser sometida a riguroso enjuiciamiento, realizado siguiendo criterios morales bien precisos. Existen, sin embargo, principios éticos de índole general que permiten definir el ámbito en el que se sitúan los criterios que conciernen más directamente a los países exportadores o destinatarios. Estos principios generales rigen para todos con los necesarios matices" (n. 2).

        b) Del n. 3 al 13 se recogen los siguientes criterios:
1. No a la guerra: la guerra no es solución de los problemas políticos, económicos o sociales.
2. El derecho a la legítima defensa, sin limitarse a asegurarla cada Estado en su territorio, sino en todo el mundo.
3. El deber de ayudar al inocente. No existe el derecho a la indiferencia ante un injusto agresor, una vez agotadas todas las negociaciones diplomáticas, cuando existe el riesgo de que sucumba una población.
4. El principio de suficiencia. A este principio se opone la acumulación excesiva de armas o su transferencia indiscriminada.
5. Las armas no son como los otros bienes. Se desarrolla este principio en la respuesta a la siguiente pregunta.

Atenerse a la doctrina del Catecismo

        2) Cómo explicar la ilicitud de esa venta.
Como le intenta explicar don Facundo a Jacinto, "no es lo mismo vender armas que zapatos". Las armas no pueden jamás asimilarse a otras mercancías que pueden ser objeto de transacciones en el mercado mundial o interno, ya que junto al efecto disuasorio, tienen una estrecha e indisoluble relación con la violencia. Justamente por esta relación, no pueden ser tratadas como simples bienes comerciales, ni, por tanto, el criterio del interés puede justificar por sí solo su producción o su transferencia.

        Es imprescindible que el Estado se asegure que dicho comercio quede sujeto a un control riguroso, y con lo que se cuenta en el caso, parece que éste no existe. Como recuerda el Catecismo, "las autoridades tienen el derecho y el deber de regularlas (la producción y el comercio de armas). La búsqueda de intereses privados o colectivos a corto plazo no legitima empresas que fomenten violencias y conflictos entre las naciones, y que comprometen el orden jurídico internacional" (CCE, 2316).

        También es obligación de los Estados el asegurarse de que la industria de armamentos y los agentes encargados de negociar los contratos respeten en su totalidad toda reglamentación de la transferencia de armas. A su vez, los productores de armas –situación en la que se encuentra Jacinto– "dentro de los ámbitos de su competencia, son responsables de toda decisión que se tome con respecto a las modalidades de dichas transferencias" (documento citado, cap. 2, n. 11).

        Para terminar, conviene recordar lo que Juan Pablo II afirma: "si la producción de armas es un grave desorden que reina en el mundo actual respecto a las verdaderas necesidades de los hombres y al uso de los medios adecuados para satisfacerlas, no lo es menos el comercio de las mismas. Más aún, a propósito de esto, es preciso añadir que el juicio moral es todavía más severo (...). Nos hallamos así ante un fenómeno extraño: mientras las ayudas económicas y los planes de desarrollo tropiezan con el obstáculo de barreras ideológicas insuperables, arancelarias y de mercado, las armas de cualquier procedencia circulan con libertad casi absoluta en las diversas partes del mundo. Y nadie ignora (...) que en algunos casos los capitales prestados por el mundo desarrollado han servido para comprar armamentos en el mundo subdesarrollado" (Sollicitudo rei socialis, 24).